Mujercitas 2019

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Mujercitas es una novela literaria de la autora Louisa May Alcott que narra la historia de vida de las cuatro hermanas March: Meg, Jo, Beth y Amy, en su transición de la niñez a la edad adulta, en Estados Unidos, luego de la Guerra Civil (1861-1865) de su país, cuyo principal eje socioeconómico era la esclavitud, enfrentándose los abolicionistas del norte contra los estados del sur que la defendían como un derecho.

A través de sus relaciones familiares, sociales y afectivas, el texto es un relato que profundiza en lo que significa para sus personajes principales la búsqueda por la libertad y la independencia, en un mundo en el que las mujeres tienen que abrirse camino a contracorriente para derribar estándares de todo tipo, no sólo de género sino también culturales y políticos.

Una sociedad en reconstrucción, una cultura cambiante, una intención accidentada a la apertura hacia ideas y personas con nuevas propuestas o con el simple deseo de oportunidades igualitarias, son realidades presentes en el trabajo literario, que resuenan porque siguen vigentes en la actualidad, 160 años después. Esa es la esencia de la historia, una ficción que habla sobre las dificultades constantes de una familia de clase media-baja para sobrevivir, combinado con las experiencias que forman a sus personajes hacia la madurez, mientras rompen lo más posible el molde de una organización social patriarcal que limita el desarrollo de la mayoría de sus ciudadanos.

Un relato ambientado a mediados del siglo XIX con reflexiones muy actuales sobre el papel de la mujer en la sociedad, esa es la columna vertebral de la película Mujercitas (EUA, 2019), adaptación del libro homónimo, escrita y dirigida por Greta Gerwig y protagonizada por Saoirse Ronan, Emma Watson, Florence Pugh, Eliza Scanlen, Laura Dern, Timothée Chalamet, Meryl Streep, Bob Odenkirk, James Norton, Louis Garrel y Chris Cooper. El proyecto recibió seis nominaciones al Oscar: mejor película, mejor actriz (Saoirse Ronan), mejor actriz de reparto (Florence Pugh), mejor banda sonora, mejor guion adaptado y mejor diseño de vestuario, categoría en la cual recibió el premio.

La narrativa entrelaza la vida de las hermanas March durante su adolescencia para luego llegar a la adultez y cómo cada decisión que toman impacta en su búsqueda por su identidad. A través de este viaje y cada diferente perspectiva o personalidad, la historia profundiza en los retos que atraviesan las personas para cumplir moldes y al mismo tiempo construir su propio destino, en especial, cuando las reglas sociales son tan insistentes en cubrir prototipos y cánones sociales específicos, en este caso, tan conservadores que se atreven a dictar que puede y no puede hacer una mujer. En el fondo, cada una de las hermanas se enfrenta al dilema de saber qué desea ser y cómo conseguirlo.

Jo es una joven de alma libre que anhela la oportunidad de superar todo reto que se proponga, por eso, está decepcionada con la restrictiva realidad que para ella representan los roles sociales, casi misóginos en una época en la que no se le permite tomar control de sus propias decisiones y aspiraciones. Se convierte en escritora por su pasión para expresar sus ideas y pensamientos, una necesidad de decir y hacer algo con todo aquello que observa y analiza; pero, al mismo tiempo, cuando se hace mayor cede a las publicaciones sensacionalistas y de moda, aunque con poca creatividad literaria, porque es lo que el mercado demanda, lo que vende y deja el dinero que necesita para apoyar a su familia.

Su opinión sobre defender sus ideales artísticos frente a la presión popular de dar lo que se le exige, cambia cuando conoce al profesor Bhaer, alguien que valora su talento con sensibilidad, por ser auténtica en sus trabajos escritos. Él la anima a escribir fiel a su realidad en lugar de evocar la banalidad de las historias comerciales, por mucho que la gente las consuma al por mayor, porque, en la lógica del profesor, el verdadero escritor no debe como prioridad complacer a su lector, sino a sí mismo. Jo, no obstante, debe superar primero su miedo a crecer a partir de las críticas y el reto de desafiar los roles marcados por las exigencias de género, asumiendo con madurez y valentía las consecuencias de sus actos.

Mucho del recorrido de Jo está también definido por su relación con sus hermanas y con su vecino Laurie, el adinerado joven que no sabe qué hacer con todas las oportunidades a su favor, ya que no conoce el sufrimiento que implica una situación económica precaria, desfavorable, de carencias, en un mundo que valora el dinero y el capital, y que tampoco enfrenta situaciones generadas por discriminación de género, raza o posición social.

Otro ejemplo que muestra conflictos derivados de perspectivas personales y/o sociales se aprecia cuando Jo entra en conflicto cuando sus sueños de independencia chocan, a su parecer, con los de Meg, toda vez que su hermana mayor ansía una vida más tradicional, valorada así en función a la emoción que experimenta por casarse y formar una familia. Para Jo esto es casi como darle la espalda a la posibilidad de crecer como persona, pues significaría alinearse con la idea de que las responsabilidades familiares y domésticas son exclusivas de la mujer y que es lo único a lo que puede aspirar; pero para Meg su pasión está precisamente en ese lugar y en la realidad que construye para sí, por lo que querer una vida en familia no es, según ella, ponerse en una posición de sumisión, sino construirse el futuro que cree la puede hacer feliz. “Solo porque mis sueños son diferentes a los tuyos, no significa que no sean importantes”, le dice Meg a su hermana.

A pesar de esto, Meg sí reciente de alguna manera las expectativas que se le asignan desde pequeña por tratarse de la hermana mayor, responsabilidades dadas por sentado y asumidas por las normas sociales que imperan, sumado más tarde el sacrificio que tiene que enfrentar por la posición socioeconómica desfavorable en la que está. Meg soñó con fiestas, vestidos lujosos y derroche, pero sabe que no es algo que podrá conseguir a menos que se case con un hombre rico y adinerado, que no sabe si algún día llegará a su vida. Meg ama al tutor de Laurie, John Brooke, consciente de que al no ser ninguno económicamente privilegiado, el futuro implicará carencias y sacrificios. 

Pero este es el aspecto interesante, porque la sobrevivencia cotidiana en este mundo capitalista implica trabajo, vender su capacidad física e intelectual <es lo que hace Jo> y al no poder hacerlo Meg asume el rol de cuidadora del hogar, dejando también al esposo el rol tradicional de proveedor. La pregunta obligada es: ¿por qué no puede funcionar?; ella conseguiría la felicidad compartida y contribuiría a administrar el patrimonio familiar. No cualquiera; diría más; casi nadie puede conseguir el príncipe azul que las llene de riqueza. Y en el escenario social, la relación matrimonial en un mundo capitalista no puede dejar de tener contenido mercantil. Lo dice Amy en un diálogo con Laurie.

Esta realidad, aunque vista desde otra perspectiva, es de igual forma a lo que se enfrenta Amy, alguien que desea un futuro prominente y estable y quien está decidida a seguir el camino necesario para conseguirlo, puliendo para ello todas sus características como persona, intelectual, social y artísticamente hablando. Amy quiere ser grandiosa a través de ganarse el respeto y aprecio de los demás con su propio esfuerzo, no reducida a una etiqueta, es decir, quiere ser valorada como persona, no como objeto; alguien que aporta con sus capacidades tanto a la relación como a la sociedad, no simplemente un ente que no existe más allá de su papel como esposa. Sabe que su madre no es así, su tía no es así, Jo no es así y por ende, ella tampoco quiere ser así.

Amy sabe lo que quiere y no se avergüenza de quien es, de su belleza y feminidad, como de su fuerza y determinación. Así que es aparentemente el molde de mujer que la sociedad espera de una joven como ella, pero no se limita a ser lo que el canon impone, sino que busca conseguir lo que la motiva y encontrar lo que le satisface. Vive, no obstante según ella, a la sombra de sus hermanas, sobre todo de Jo, porque sabe que, como la hermana menor, la gente espera algo muy específico de ella; cada persona a su alrededor tiene su propia expectativa sobre ella, que no necesariamente coincide con sus propias aspiraciones y deseos. Pero Amy lo tiene claro, quiere éxito, distinción, reconocimiento, brillar pero no en la superficialidad, sino sobresaliendo en cualquier experiencia.

En ello Amy tiene claro que la única forma de llegar a ser una mujer con poder es hacerlo con dinero <se lo dice su tía, quien afirma que es soltera, orgullosa y no trabaja porque es rica>, porque esa es la realidad social en la que vive, en donde una mujer difícilmente es apreciada por sus habilidades, saberes y logros. Amy no busca un hombre con quien casarse por el mero interés de ganar así un renombre, sino que trabaja por convertirse en la mejor versión de sí misma, para que ello la lleve a estar a la par de las personas que considera más distinguidas, donde podría encontrar un igual con quien ser feliz. 

Como bien reflexiona cuando habla con Laurie, en esta sociedad mercantil, individualista y patriarcal, para las mujeres cualquier búsqueda de éxito o realización está condicionada por los roles de género, lo que convierte al matrimonio en una relación también mercantil, porque el matrimonio es la única forma de sobresalir, subsistir, crecer y escalar, reflejo de la contrariedad que hay hacia la feminidad, que invita a romper el molde para encontrar un camino propio, pero que no puede negar la presión social de no poder lograr muchas cosas, si no es a través de ciertos estándares sociales, como la vida en pareja, el matrimonio o la unión en familia.

“Las mujeres tienen mente y tienen alma, no sólo corazón… tienen ambición y tienen talento, no sólo belleza; estoy harta de que la gente diga que una mujer sólo sirve para el amor, estoy harta de eso”, dice Jo. La contradicción esta en que a pesar de luchar por su libertad, también lucha por sobrellevar la soledad que esto a veces trae a su vida.

Es una ‘transacción económica’, le dice Amy a Laurie cuando le habla sobre lo que significa realmente para muchas mujeres de esa época, e incluso en el presente, el matrimonio. Amy está consciente de que el mundo constantemente no la mira, considera o respeta a ella como mujer en sí, sino como la mujer al lado de un hombre, sin importar su propia historia de vida, características o capacidades, ya que al final, no dejará de ser ante los ojos del colectivo y los cánones corrientes, la hija, la esposa, la madre, la hermana o la ama de casa; el ‘ornamento’, dice ella.

“Como mujer no tengo forma de ganar dinero por mi cuenta, no el suficiente como para ganarme la vida o como para mantener a mi familia. Y si tuviera dinero, que no lo tengo, ese dinero le pertenecería a mi marido en el momento en que nos casáramos y si tuviéramos hijos, serían suyos, no míos; serían de su propiedad. Así que no te sientes ahí a decirme que el matrimonio no es más que una proposición económica, porque lo es”, detalla Amy en otro momento.

Sabiendo que esa es la realidad a la que se enfrenta, la propia rebeldía de Amy consiste en ser más que ese prototipo, para destacar como un ser independiente y honorable, más allá de la persona a su lado y a sabiendas de que en el contexto tradicionalista en que vive, es él quien tiene poder sobre ella, sobre su dinero, su apellido, sus hijos, sus acciones y hasta sus palabras. El reto sería resolver las contradicciones en el seno familiar, modificar el rol asignado para compartir responsabilidades, al margen de lo representado ante la sociedad. En alguna escena Amy insinúa, con su actitud, que esto es viable.

En el fondo todas estas mujeres quieren ser más que lo que dicta la sociedad; luchan por ser definidas por algo diferente al estereotipo, cada una a su manera. Incluso en el caso de Beth, la más callada y tranquila de las cuatro hermanas, alguien que adora la música, la compañía de sus seres queridos y el apoyo solidario que pueda brindar a quienes necesitan afecto y comprensión. Pero no sólo le gusta la música, es ella también artista, una excelente pianista que busca disfrutar y agradar más que sobresalir en lo social o con dinero. 

Su corazón es más humanitario que el de cualquiera porque no aspira a una vida llena de lujos o grandes proezas; tampoco es que se conforme o descalifique los sueños de los demás, simplemente aprecia las simplicidades del mundo y es feliz con una pasiva existencia, sin pretensiones o complicaciones. Sus gustos son sencillos, pero eso no la hace una persona simple, la hace alguien capaz de poner el ejemplo y ver lo mejor de cualquier individuo, confiando en que incluso su peor defecto no es lo que los define. Su ruta de vida es distinta a sus hermanas justo porque por su nobleza se ve afectada por una enfermedad que daña seriamente su salud y por eso, involuntariamente sirve como eje de reagrupamiento familiar en determinadas circunstancias. ¿Trágico? Tal vez, pero al igual que sus hermanas pasa por el proceso de crecimiento preguntándose qué desea ser y a qué aspira en su vida. Hay una escena inolvidable en donde nos muestra que está aprendiendo a morir.

El texto trata en el fondo sobre la emancipación de la mujer, presentada de una manera delicada pero significativa. Ninguno de los personajes femeninos se define por los hombres en sus vidas, sino por sus propias convicciones, decisiones y personalidades. Jo es inquieta, decidida y rebelde; Meg es fuerte, segura y demasiado autoconsciente de la realidad; Amy es ambiciosa, objetiva, con alta autoestima, sabe lo que quiere; Beth es talentosa, sensible, afectuosa, solidaria; la propia Marmee (madre de todas ellas) es amorosa pero sin miedo a presentar sus propias opiniones, aunque con prudencia y crítica constructiva; y la tía March es una mujer práctica y realista al ser consciente que hay normas, por muy misóginas que sean, que no pueden cambiar de la noche a la mañana, requieren proceso, y para ello, los medios (económicos, sociales, culturales y políticos) para lograrlo.

Qué hace falta para cambiar las reglas, sino una perspectiva objetiva sobre lo que es la realidad En este caso, por ejemplo, la historia lo reflexiona al mostrar el matrimonio entendido como un acto de unión en que amor, respeto y equidad son uno solo, a través de las experiencias de Meg, pero sin hacer menos las reflexiones de Amy de que, muchas veces, ese mismo matrimonio no es más que una convención institucional mercantil en donde la unión de pareja más que ser expresión de amor, lo es  de conveniencia y supervivencia.

Exigir respeto en todo aspecto de la vida, que las personas puedan encontrar su independencia derribando cualquier tipo de barrera social, que su camino para alcanzar sus sueños no sea determinado por su género, religión, raza, posición socioeconómica o cualquier otra cosa; de esto habla la película. Jo le reclama a la tía March que ella puede hacer lo que quiere porque tiene la soltura económica que la deja en una posición privilegiada al no tener que depender para nada de un hombre, ni para fines prácticos de nadie. No es que Jo no pueda aspirar a esto, es que para lograrlo tiene que tomar en cuenta su contexto social, elegir bien sus batallas y ser fiel a sus convicciones sin sacrificar sus capacidades, pero consciente de que sí hay sacrificios que realizar. Y lo hace, cuando escribe una novela basada en sus experiencias con sus hermanas, exigiendo el control (los derechos de autor) de su trabajo, si bien concediendo el final feliz a su heroína como su editor se lo exige, una escena que hace eco a lo que hizo Louisa May Alcott en la vida real con su trabajo en Mujercitas.

Esto es parte del mensaje que resuena en la actualidad, la negativa de la mujer para existir meramente a partir de las reglas sociales que se aceptan por inercia, costumbre o imposición, sobre todo cuando existen para servir a un orden que no tiene claro que la liberación de la mujer no pretende desplazar a nadie, sino busca no dejar a nadie al margen de la historia o de la sociedad.

“Las chicas deben salir al mundo y formar sus propias opiniones”, dicen Marmee en un punto de la película. Su visión, más allá de dar libertad a sus hijas para vivir sus propias experiencias, cometer sus propios errores y darse cuenta del significado de sus propios sueños, habla también de la importancia de permitir a las personas en general libertad para formarse juicios y tomar decisiones. El relato se ambienta en un contexto social donde las mujeres no tenían muchas oportunidades ni opciones para construirse una vida. Los tiempos han cambiado y, sin embargo, hay actualmente, todavía, impedimentos sociales varios que imposibilitan a las mujeres una libertad real.

Si Jo rechaza una propuesta de matrimonio o se niega a casarse, no es porque deteste el amor o la vida en pareja, es porque está renuente a ser presa de un estándar social que podría potencialmente dejarla atrapada en una jaula simbólica. Es como si fuera imposible tenerlo todo, como si la única forma de ser feliz fuera sacrificar todo lo que se cree que significa felicidad. Pero como bien dijera Louisa May Alcott en su libro Mujercitas: “Todos llevamos cargas, tenemos un camino por recorrer y nuestro anhelo de hacer el bien y alcanzar la felicidad nos guía para superar los contratiempos y los errores que nos separan de la paz”.

Ficha técnica: Mujercitas - Little Women

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