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Arte

La memoria histórica de la Virgen de Begoña en Viesca

Salvamiento patrimonial en la Nueva Bilbao

(El Siglo de Torreón/ Fernando Compeán)

(El Siglo de Torreón/ Fernando Compeán)

DR. ENRIQUE SADA SANDOVAL

La Comarca Lagunera nació entre las villas de Santa María de las Parras y Santiago y San Joseph del Álamo de Parras, mismas que abarcaban otros poblados del marquesado de Aguayo, al que habrían de añadirse las tierras adjuntas de Peñón Blanco hasta la Hacienda de la Estanzuela y parte de Cuencamé, tras el matrimonio de los descendientes de Francisco de Urdiñola con los condes de San Pedro del Álamo.

Enmarcado en la parte sur-oriental de estas extensas tierras, que eran regadas por los afluentes del río de las Nazas y el río Medina o Buenaval (Aguanaval), estaba un paraje que por sus condiciones geofísicas resalta hasta la fecha como sitio de interés por sus grandes dunas de arena —vestigio inequívoco de que había mar—, en donde se fundaría la Villa de la Nueva Bilbao en la provincia de la Nueva Vizcaya en el siglo XVIII.

Esta población debió su fundación a un personaje distinguido en la historia del norte de México: Joseph Ignacio del Campo Soberón y Larrea. Originario de San Pedro de Galmadez en el señorío de Vizcaya, pasó a la Nueva España muy joven, radicando en Real de Minas de Santiago de Mapimí, territorio que defendió de los indios cocoyomes.

Después se avecindó en Durango —donde construyó un magnífico palacio— bajo órdenes del gobernador de Agüero, amasando una fortuna que le daría haciendas como la del Mortero y San José de Avinito; en esta última ocupó a más de mil operarios y realizó costosísimas obras para facilitar la extracción de metales. Sin embargo, su lugar de residencia fue la desaparecida Hacienda de San Antonio de Muleros (Vicente Guerrero, Durango).

José Ignacio Gallegos menciona: “El gobernador de Agüero tuvo como teniente de gobernador a don José del Campo Soberón y Larrea, persona de su absoluta confianza al que nombró capitán general del Reino de la Nueva Vizcaya y en una ocasión que se ausentó de la Provincia, en el año de mil setecientos sesenta y uno, quedó al frente del gobierno de la Provincia, para lo cual tuvo que otorgar una fianza el vecino de Durango don Felipe Yarto”.

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(El Siglo de Torreón/ Fernando Compeán)

El año de 1769 fue de sequía, y para dar trabajo a los campesinos que perdieron sus cosechas aumentó sus negocios y contribuyó con más de doscientos mil pesos de impuestos de quinto real, ideando la fundación de una villa que sirviera también como línea de defensa contra los ataques de tribus bárbaras que asolaban a la Laguna.

Por sus servicios, Carlos III le concedió el título de Conde del Valle de Súchil, con Real Cédula el 11 de junio de 1766, y en los siguientes términos:

“[…] Me ha sido hecha relación de que desde vuestros primeros años, imitando a vuestros mayores, habéis pasado a la América y reino de la Nueva Vizcaya, una de las fronteras de aquellos reinos, exponiendo vuestra persona en varias campañas para el exterminio de la nación de los indios cocoyomes, distinguiendoos en todos los que concurrieron no solo en el desempeño de las armas, celo y actividad, sino también en socorrer a vuestra costa a varios particulares y a los criados y dependientes que teníais en el Real de Minas, con bastimentos, armas y municiones [...] Señalándoos en haber establecido una nueva población de cincuenta familias españolas, dándole el nombre de Nueva Bilbao y Nuestra Señora de Begoña a fin de que sirviese de escudo a las naciones enemigas que están en la frontera, habiéndole obtenido igualmente a vuestras expensas en el año de mil setecientos sesenta y nueve que fue muy calamitoso [...] Para más honraros y sublimar vuestra persona y casa, es mi voluntad que vos, el mencionado don José del Campo Soberón y Larrea y los expresados vuestros hijos herederos y sucesores cada uno en su tiempo y perpetuamente para siempre jamás, os podáis llamar e intitular, llaméis e intituléis, llamen e intitulen y os hago e intitulo Conde del valle del Súchil”.

Del Campo edificó la villa de la Nueva Bilbao en lo que conocemos como el ejido Bilbao, Coahuila, adjunto a las famosas dunas que suelen atraer visitantes nacionales y extranjeros, aunque recientemente también lo hará sin duda la restauración de una de las piezas emblemáticas de su histórica fundación: el óleo de la Virgen de Begoña, recientemente reparado gracias a la intervención de la Universidad Autónoma de Coahuila (UA de C) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

RESTAURACIÓN

Esta pieza de arte sacro de más de dos metros de altura, está acompañada de un Santo Cristo del siglo XVIII medianamente restaurado, algunas imágenes de santos de estofados realizadas con técnica única —con pasta de madera de mezquite— y un enorme óleo de la Virgen del Apocalipsis bajo advocación popular de La Purísima (en restauración), que es gemela de otra pintura que subsiste muy deteriorada en cierta comunidad de Cuencamé, Durango. La importancia de la Virgen de Begoña es tal porque demuestra no solo la fundación de dicha villa por el Conde de Súchil, a quien la historiografía oficial solía negarle la existencia de la misma, sino que también significó la elaboración y el fatigoso traslado del cuadro, que es nada menos que la advocación del terruño en el que nació —la vieja Bilbao, en la antigua Vizcaya al otro lado del Atlántico— y de la que él era públicamente devoto, pues solía asistir a misa para venerarla frente a su palacio en Guadiana, Durango, en el extinto Templo del Convento de San Francisco, según consta en antiguas crónicas.

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(INAH)

La suerte de esta imagen no ha estado exenta de sobresaltos a lo largo del tiempo. Si la capilla en que se encuentra resulta pequeña es debido a la reconstrucción que se hizo de todo el poblado cuando la inundación de 1974 destruyó todas las antiguas fincas, según refiere la custodia de este recinto, Armandina Montoya Gaytán, originaria de la comunidad y designada por el párroco Mario Robles, en entrevista realizada por Saúl Rodríguez: “El rancho se acabó, se cayó todo. Si se fija las casas son todas iguales porque el gobierno las mandó hacer. A nosotras, mujeres y niñas, nos llevaron todo un mes a Viesca. Los señores se quedaron en las dunas, cuidando el rancho. Y ellos lo primero que pensaron fue en sacar la imagen. Se decía que la imagen no salía de la capilla, pero sí quiso salir con ellos y los acompañó en las dunas. Cuando la trajeron otra vez, ya venía muy deteriorada. Sobre todo de la parte de abajo”.

En efecto, dicha parte muestra una antigua dedicatoria muy difuminada que los restauradores no pudieron rescatar ni transcribir y que, sin duda, brindaría mayores luces sobre el origen y hechura de esta gran obra de arte que como herencia histórica nos corresponde a todos los laguneros.

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(INAH)

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Escrito en: Enrique Sada Siglo Nuevo Virgen de Begoña

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