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Las palabras tienen la palabra

Qué florecita tan curiosa

JUAN RECAREDO.-

Son muchas las canciones que la mencionan, como aquella que dice: Amapola, lindísima amapola, no seas tan ingrata y ámame… que interpreta brillantemente Andrea Bocelli, entre otros cantantes que también han grabado su versión de esta canción del grandioso compositor español José María Lacalle. Ya se dio cuenta usted de que me refiero obviamente a la amapola, esa planta tan famosa que tiene un enorme impacto en las costumbres de las diferentes culturas del mundo.

Esta planta tiene un montón de variantes y de algunas de ellas se extraen sustancias narcóticas y analgésicas, como el opio, que originalmente se refiere al jugo amargo y oloroso que sale de sus frutos. Con el opio se fabrican drogas como la heroína y la morfina, que esta última debe su nombre a Morfeo, el dios griego del sueño, precisamente porque eso es lo que provoca esta sustancia.

La palabra "amapola" proviene de habapáura, una variante del árabe, con hábba que significa "semilla" y el latín papáver que es el nombre científico que se le ha dado a la planta, lo que en inglés dio lugar a poppy, que es el nombre con que se le conoce a la amapola. Las flores de la amapola son de distintos colores: hay blancas, amarillas, violetas, rojas… y todas ellas han sido fuente de inspiración para personas alrededor del mundo, no tanto por los "viajesotes" provocados por sus propiedades narcóticas de la planta -a lo mejor en algunos casos sí-, sino porque la fuerte personalidad de esta planta y la belleza de sus flores provocan sentimientos intensos en nosotros, los humanos.

Como ejemplo está el poema titulado In Flanders Fields, traducido como En los campos de Flandes, que en su primera parte dice: En los campos de Flandes / crecen las amapolas. Fila tras fila / entre las cruces que marcan nuestras tumbas. El poema fue escrito por el canadiense John Alexander McCrae, quien fue un médico militar -y obviamente poeta- que luchó en la Primera guerra mundial. Llegó a ser teniente coronel y estuvo presente en la segunda batalla de Ypres, en la región de Flandes, en Bélgica. Esto lo marcó especialmente ya que fue testigo de la primera vez en la que se utilizaron gases venenosos en eventos bélicos; los alemanes lanzaron cloro contra los canadienses lo que provocó cuantiosas bajas humanas, mientras McCrae observaba que las amapolas crecían alrededor de las tumbas de los soldados muertos en Ypres, lo que lo motivó a escribir el poema.

Una profesora de la Universidad de Georgia en Estados Unidos llamada Moina Belle Michael se inspiró con el poema de John McCrae y, como era una gran humanitaria, propuso que se vendieran amapolas rojas para recaudar fondos y así apoyar a los veteranos de la guerra. Gracias a su perseverancia y dedicación, su propuesta se convirtió en un éxito, a tal grado que, incluso en la actualidad, la amapola roja -natural o artificial- se sigue usando en muchos países como un símbolo para conmemorar a aquellos que murieron por su patria, especialmente el día 11 de noviembre, que es el Día de la remembranza.

Ya ve cómo es uno… así que no pude evitar preguntarme: ¿y por qué brotaron las amapolas en las tumbas? Resulta que hay una explicación menos romántica y más o menos obvia, que se remonta incluso a las batallas de Napoleón. Lo que pasa es que las semillas de las amapolas necesitan de luz solar para poder florecer, por lo que en los campos donde se habían dado las batallas, la tierra había sido removida y revuelta por los caballos y los soldados, así que las semillas quedaban expuestas al sol y entonces con mayor facilidad salían las florecitas rojas. Eso seguramente es lo que también sucedió muchos años después, en la Primera guerra mundial, al remover la tierra para hacer las tumbas que observaba McCrae al escribir.

Siempre hay una explicación lógica, pero es un hecho que la amapola sigue siendo un motivo de inspiración. Y como muestra, me despido con una parte de otra bella canción, ahora de Juan Luis Guerra, que dice: Y una amapola me lo dijo ayer, que te voy a ver, que te voy a ver; y un arcoíris me pintó la piel, para amanecer contigo.

Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios.

donjuanrecaredo@gmail.com Twitter: @donjuanrecaredo

ME PREGUNTA Joel López: Quiero saber, ¿es correcto decir 'una arma' o 'un arma'? Porque arma es femenino, ¿no?

LE RESPONDO: Así es, "arma" es voz femenina. Se consideran correctas ambas formas: una arma, un arma, pero esta última es la más común. Como comienza con una 'a' tónica -o sea, que tiene el énfasis en la 'a'- no es correcto decir "la arma" porque suena mal, por eso tiene que ser "el arma" aunque sea femenina.

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA: El amor es como estornudar: por mucho que intentes evitarlo, acaba saliendo.

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