Siglo Nuevo

Entrevista

Mónica del Carmen, lucha social en escena

"Los pueblos originarios tenemos una capacidad cultural enorme y profunda, no queremos cambiar eso por salir en la publicidad. Nosotros no queremos vender nada, nosotros queremos vivir en paz".

Crédito: Facebook /  Lila Downs

Crédito: Facebook / Lila Downs

SAÚL RODRÍGUEZ

Mihuatlán es una comunidad zapoteca de casi 30 mil habitantes ubicada en el sur de Oaxaca. Sus montañas prestaron su relieve para la historia de México, cuando el 3 de octubre de 1866, el Ejército de Oriente, comandado por Porfirio Díaz, derrotó a las tropas francesas durante la invasión de este país. Llamada en zapoteco como Pelopenitza, es también la tierra de la activista Orfa Bohórquez Valencia, quien se preocupó por la migración y los problemas sociales del lugar hasta su asesinato, ocurrido el 4 de agosto de 1986.

Hoy el mercado del pueblo lleva el nombre de la activista. En este sitio, entre productos como pescado, camarón seco, fruta, yerbas, comales, ollas y molcajetes, la actriz Mónica del Carmen se percató de la lucha de las mujeres comerciantes, incluida su madre, por defender este espacio ante las injusticias del gobierno y el cacicazgo, un cáncer que, en sus palabras, ha acabado con varias comunidades indígenas de la región.

“Mi infancia siempre fue de marchar, de luchar, de protestar, de exigir al gobierno un espacio digno para laborar; para que mi mamá y todas las mujeres que considero mi familia pudieran ejercer el comercio. Pero también fue una infancia feliz, de mucha abundancia, porque también hay muchas frutas, mucha comida y mucha fiesta dentro del mercado”.

Ganadora del Premio Ariel por su papel en la película Año bisiesto (2010), dirigida por Michael Rowe, Mónica del Carmen, en su última visita a Torreón donde ofreció una plática que la Muestra de Cine Coahuila organizó en el Museo Arocena, narró un episodio reciente donde se desalojó a las mujeres del mercado de Mihuatlán con lujo de violencia. No obstante, estas mujeres llevan en su carácter aguerrido la herencia de Orfa Bohórquez Valencia, tal como se muestra en el libro Mujeres en Oaxaca, de la periodista Soledad Jarquín Edgar (cuya hija fue asesinada en 2018), pues la activista consiguió despertar al pueblo, le quitó “la venda de los ojos” y le enseñó a defender sus derechos.

“Recuerdo que mi mamá nos contó cómo se apagaron las luces del pueblo y cómo Orfa apareció asesinada frente al palacio municipal. Ella estaba organizada con varias mujeres para poder crear este mercado. Pero no solamente el mercado, sino para combatir este cáncer que es el cacicazgo, el cual ha provocado mucho desplazamiento, muchos atropellos en el pueblo […] Entonces, para mí la figura de Orfa, al lado de mi madre y al lado de todas las señoras, ha sido algo que ha influido en mi trabajo de manera sustancial, porque son las mujeres que yo tengo en mi mente, en mi alma, en mi imaginación”.

En el colegio, la maestra Juanita la ponía a leer Staurofilia (1893) de María Nestora Tellez, y la joven desataba los nudos de su imaginación ante nuevos mundos. Luego, partió a la capital de Oaxaca para estudiar teatro en el Centro de Educación Artística Miguel Cabrera (CEDART), allí recibió instrucción de los maestros Alfonso Cárdenas y Sergio Santa María. Su educación actoral se enfocó en una búsqueda escénica con pensamiento propio, conciencia política y la capacidad de lucha de las mujeres del mercado de Mihuatlán. “El artista es una persona que mira el mundo de una manera peculiar”. Si bien nunca conoció a Orfa Bohórquez Valencia en persona, Mónica percibe su esencia en cada personaje femenino que interpreta .

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Crédito: Fernando Compeán

“Las mujeres que interpreto tienen esa esencia, tienen esa manera de ver el mundo que es la dignidad de las mujeres en este país, la fuerza de las mujeres, la fuerza laboral, la fuerza política y la lucha para combatir las opresiones y las violencias que nos tocan”.

Según lo que aprendiste con el maestro Cárdenas, ¿qué tan profundo debe indagar el actor en sí mismo para poder ejercer su papel?

Creo que cada personaje tiene, cuando está escrito, cierto mensaje, por llamarle de una forma genérica a toda esta profundidad que contiene un texto dramático. Todo es llegar al personaje, hay que seguir una serie de pasos. Muchas veces tiene que ver con lo empírico, pero en mayor parte con un proceso de investigación. Creo que la metodología que adquirí en el CEDART, en la escuela de teatro, que ya la hice mía, sí tiene un proceso de investigación muy fuerte. Siento que si no supiera investigar, no llegaría a esos lugares a los que puedo llegar con tales o cuales personajes.

En Año Bisiesto, por ejemplo, investigué mucho sobre lo que implica un trauma de violación y los procesos que viven las mujeres. Leí muchos libros, vi muchas referencias. Con el director trabajamos muchas referencias de fotografía, de cine, de actuación, y todas esas partes las concreté en una metodología para poder llegar al personaje. Los métodos de investigación para mí son algo sustancial en el trabajo del actor. Claro que hay personas que lo llevan de otra manera, quizá, pero para para mí la metodología de encontrar, de delimitar el tema, de darle cierto peso a ciertas cosas, de crear una hipótesis, de crear una síntesis, y por lo tanto crear una tesis para cada personaje, me permite que esté circundado por características específicas que voy recolectando en el camino.

¿Cuáles crees que son las diferencias entre un prejuicio y una ficción? ¿Consideras que los prejuicios también son ficciones que crea la misma sociedad?

Creo que justamente el prejuicio viene de un desconocimiento y las ficciones vienen de un conocimiento arduo, de una investigación ardua. Siento que los estereotipos y los clichés terminan siendo cosas burdas, y la ficciones son esculturas labradas, con detalles, con texturas que le dan cierto enfoque a cada parte. Por eso creo que es bien importante tener una metodología, tener un conocimiento de causa y en cada caso ampliar y ampliar la visión del personaje, pero también concretarla de modo que quede un elixir que puedas mostrar. Y el prejuicio es lo contrario. Es un desconocimiento absoluto, una manera anticipada de ver un hecho o un personaje, es no ponerle trabajo, es no investigar, es no darle volumen, es como un mazacote. El prejuicio es algo que no tiene forma y la ficción es una realidad construida con mucho detalle y procurando la belleza, la estética, y todos estos elementos que dan armonía a lo que vas a mostrar.

¿Qué viste en el personaje de Laura cuando leíste el guion de Año bisiesto? Ella rompe con todos los estereotipos de los que ya hemos hablado. ¿Te hace pensar en lo que ya habías mencionado de tu pueblo?, ¿en este honor de representarla, de ponerte maciza ante las dificultades?

Recuerdo mucho cuando leí el guion. Me habían platicado que era un guion terrible, muy machista, misógino, que tenía violencia gratuita, y recuerdo que cuando lo leí me conmovió muchísimo, me hizo empatizar con el personaje. Yo estaba saliendo de la escuela de teatro y había vivido muchas de esas cosas: sentirme sola en una ciudad inmensa, perderme, sentirme en peligro, tener relaciones efímeras, y también estar en un sistema racista donde no me consideraba una mujer bella o que mereciera una relación con un galán de telenovela, ese tipo de cosas que nos venden a las mujeres en todo el mundo.

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Gustavo Sánchez Parra y Mónica del Carmen en Año bisiesto.

Y cuando leí el guion me conmovió muchísimo, no solamente la violencia explícita que vive el personaje, sino todos los sentimientos que implicaban ser una mujer que quería abrirse paso como periodista, que la corrieran del trabajo, intentar y fracasar, esta soledad, este trauma, pero, aun así, intentando luchar. Cuando puedes dialogar con el guion y reflejarte en él, termina siendo un proceso de compartir, de lograr entender al personaje y sentirte parte de él, sentir que puedes hacerlo porque lo entiendes. Creo que eso pasó con Año bisiesto. Lo entendí, lo comprendí, lo abracé, lo consolé, lloré con él. Tenía esta cuestión sobre los tabúes del sexo, de ser esta mujer sadomasoquista, pero no desde los látigos y esta visión del sadomasoquismo, sino un sadomasoquismo real, basado en un trauma, en una vivencia que le rompió su sistema emocional. Ahora va luchando y tropezándose con ese trauma, queriendo ser ella y procurando ser feliz, teniendo a su hermano. En cuanto leí el guion, hablé con mi mamá y ella me dijo: “Siempre tomas buenas decisiones, tú párate maciza, tú puedes”. Y cuando mi mamá vio la película salió destrozada. Yo ya le había dicho de qué se trataba y todo, y me dijo: “No, no lloro por por ti. Lloro porque a Laura le pasan muchas cosas”. Fue muy bonito que mi mamá me reconociera todo lo que he hecho y que, además, me alentara. Es una figura muy fuerte en mi vida y que refleja también todo ese poderío que puede lograr una actriz que ha vivido cosas de sus personajes.

Michael Rowe dijo en una entrevista sobre Año bisiesto que la película describe la relación de poder entre un hombre y una mujer, pero en muchos aspectos también es una metáfora de la complejidad entre el verdugo y la víctima que, a su entender, habla también de la identidad mexicana.

Michael también dice una cosa sobre el poder real y el poder aparente. Él, desde su visión de australiano, dice que muchas veces se dice que México es un país patriarcal, y él reconoce que vive una violencia patriarcal, pero eso no quiere decir que el matriarcado no predomine. Siento que, en el caso de Laura, hay una violencia que se ejerce sobre ella y finalmente es una víctima, pero a pesar de ser una víctima, termina siendo una mujer que sublima lo que le sucede y termina progresando en ese nivel de autoconocimiento. Aunque no sabemos lo que pasa con su vida, ella reconoce que tiene otra oportunidad para cambiarla. Cuando cambia el calendario y aparece un sol de primavera, sufre esa catarsis de reconocer que no la mataron, que está viva, que su hermano está dormido, que lo mira con ternura, y que se siente viva a pesar de que la corrieron del trabajo y todo lo que pasó.

Siento que sí vivimos en un país de víctimas y de verdugos, desafortunadamente, pero las víctimas de este país tenemos una capacidad de lucha muy profunda, muy potente, tanto así que vemos a los padres y a las madres de Ayotzinapa, a las madres de los desaparecidos, a las madres que les han asesinado a sus hijas víctimas de feminicidio. Son víctimas, pero van en busca de quienes asesinaron, los meten a la cárcel, encuentran los cuerpos, luchan por acceder a la justicia a pesar de que todo se les ponga en contra. Sí hay una víctima y hay un victimario, pero las víctimas no son un estado sólido, van progresando y van intentando salir adelante. Muchas veces las personas buenas tienen que morir para que lo malo termine, para combatirlo, para que lo malo aflore y podamos verlo y atacarlo.

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Gustavo Sánchez Parra y Mónica del Carmen en Año bisiesto.

Sobre la profundidad y respecto a las críticas que tuvo la película Nuevo orden (2020), de Michel Franco, donde interpretas a Marta, hubo muchos comentarios acerca de las personas indígenas y morenas que aparecían, señalamientos de que eran como una especie de traidores por trabajar en este proyecto, ¿cómo manejaste todo esto?

Entendí que era importante detonar esto. Creo que ahora lo vivo como: “Qué bueno que sucedió, qué bueno que pasó”. No justifico muchas visiones racistas que dicen que los morenos que estamos ahí somos unos ignorantes, que no sabíamos lo que hacíamos, que servimos al patrón blanco y que somos unos agachones casi. No lo justifico, pero siento que lo que provocó Nuevo orden fue justamente poner el tema sobre la mesa, y creo que es un tema muy importante en este país. Es muy complejo que, de pronto, surjan movimientos donde pareciera que lo que se pretende es reivindicar a las personas morenas, pero que en realidad son procesos de blanqueamiento para vivir como blancos. Se nota que hay un desconocimiento profundo.

Las personas morenas no queremos vivir como blancos, queremos vivir como morenas, pero dignamente; que no se nos asesine, que no se nos desaparezca. No queremos vender Armani, no queremos vender nada; queremos que se proteja nuestro territorio, que se nos permita sembrar, vivir tranquilos, que tengamos acceso a salud, a educación, a cultura. Los pueblos originarios tenemos una capacidad cultural enorme y profunda, no queremos cambiar eso por salir en la publicidad. Nosotros no queremos vender nada. Nosotros queremos vivir en paz, vivir como personas morenas dignamente. Y claro, que también nos reconozcan lo que realmente somos, porque también somos abogados, maestros, doctores, actores.

Siento que Nuevo orden detonó muchas pláticas, muchos movimientos, muchas disertaciones. Todavía estamos en pañales en esos temas. Dicen que la película es mala, pero si detonó todo esto, pues yo siento que es una película buena, ¿no? A mí me encanta. Me siento súper orgullosa de ser parte de Nuevo orden; me encanta estar al lado de Eligio Meléndez, de Fernando Cuautle, de Mercedes Hernández, de Leonardo Alonso, que somos actores morenos muy inteligentes, muy poderosos, muy talentosos, al igual con Lisa Owen o Naian González Norvind. Para nosotros, al interior de la película, el tema no era de blancos ni de morenos. Ese cuestionamiento surgió justo a través de toda esta bola de prejuicios que hasta son un poco ridículos, ¿sabes? Pero estoy contenta de lo que pasó con Nuevo orden, creo que hace falta hablar sin tapujos.

¿Cuál es la oportunidad que ves en Marta?

Creo que Marta es un personaje arquetípico que representa la fuerza laboral de este país, y que muchas veces está en el fuego cruzado entre todo esto. Marta es una mujer que quiere vivir en paz, pero todo este sistema de opresión termina llevándola literalmente a la horca.

Hay personas que luchan muchísimo, que se oprimen muchísimo, pero hay muchas personas que lo único que queremos es estar en paz, estar contentos, y siento que es algo que no se nos permite en esta vorágine de violencias que nos atacan. Entonces, Marta es justamente ese arquetipo de fuerza laboral, pero también de alguien que sufre violencias porque, a pesar de que es una persona buena, termina siendo arrojada a la horca por toda la violencia sistemática del Estado, del ejército, que son los verdaderos verdugos.

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Fernando Cuautle y Mónica del Carmen en Nuevo orden.

Silvia Federici dice que el estado es patriarcal y que la sociedad es femenina. El patriarcado no se trata de hombres y mujeres, no se trata de blancos y morenos. Se trata de un ente que es el Estado y todas las prácticas generalizadas, como la heteronorma, el capitalismo que nos oprime de la misma manera a hombres y mujeres. Y todos, aunque seamos ricos, terminamos siendo aplastados, como en el caso del personaje de Marianne, que es una persona buena pero termina en esta vorágine y termina muerta, al igual que Marta.

Siento que Marta y el personaje de Marianne van en paralelo. Son arquetípicamente gemelos en la trayectoria de Nuevo orden, y lo único que las distingue es esta diferencia económica y esta diferencia de color de piel; pero, en realidad, dentro de su contexto sufren las mismas violencias misóginas. A Marianne le dicen: “¿Ya le preguntaste a tu marido si puede dar el dinero? Tú ya te vas a casar”. Y termina siendo como un producto que venden para pagar las cuotas con los grandes empresarios y con los políticos, para que se hagan las alianzas entre personas y siga este virreinato eterno. Marta y Marianne son personajes que podrían haberse disertado mucho más, para entenderlos más. Sin embargo, todos estos prejuicios que terminan viendo a Nuevo orden como una masa y no como una escultura con detalles y con formas, con una investigación, terminan desdibujándola, desafortunadamente. Pero, a pesar de muchos prejuicios, hay muchas críticas a Nuevo orden que he visto y que pude entender en Venecia, de la prensa chilena, de la prensa rusa, muy interesantes.

Durante la conferencia comentaste que en el cine hay que buscar rostros y no masas, ¿cómo deberíamos realizar esa búsqueda?

Yo creo que es sentarse como esos pensadores que hay en todas las culturas. Hace poco fui al Museo del Oro y me encontré muchas figuras de pensadores. Creo que es muy importante en esta vorágine de masas, de solo estar mirando el celular, de solo estar apretando likes y de ver reels; de esta cuestión casi adictiva que tenemos. Creo que hay que pensar, en concreto, qué podemos hacer como creadores, como creadoras, para no pensar en la masa, sino darle detalle y forma a lo que nos circunda. Para mí, por ejemplo, mi comunidad son personas muy concretas con problemáticas muy concretas, con cosas que me urgen atender, y entonces busco la manera de encaminarme hacia ellas para lograrlo.

Para mí la masa es algo que pretendo combatir, porque si vemos masa, vemos prejuicios. Si vemos con detalles, si le ponemos a cada persona su cada cual, su cada sentimiento y pensamos como esos pensadores que han estado a lo largo de la historia y que nos atañen como creadores, creo que podemos pensar en el otro, pensar en cómo resolver los problemas que nos aquejan.

Yo siento que el bienestar del que gozo o del que muchos gozamos es porque alguien se puso a pensar en nosotros y a intentar resolver los problemas para que pudiéramos vivir una vida mucho mejor. Por ejemplo, mi mamá en algún momento dijo: “¿Cómo le puedo hacer para que Mónica no esté en este mercado, luchando contra estos caciques que todo el tiempo nos están queriendo quitar de aquí?”. Y luego dijo: “Voy a mandarla a la escuela, que estudie lo que quiera, que vaya donde quiera, que se vaya de este pueblo y que regrese cuando ella quiera”. Entonces, yo creo que pensar en el bienestar de las otras personas y resolver esos problemas creativamente por medio del juego, por medio de la ficción, por medio de la investigación, logran hacer una vida más amena. Pensar en grande, en las masas, es algo que... no te alcanzan los brazos ni te alcanza tu capacidad mental para lograr cambiar la masa. Pero cambiar alrededor, mejorar la vida de tu alrededor, eso sí es viable y posible con trabajo, con amor, con compromiso, con sensibilidad y, sobre todo, pensando.

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