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Norton Maza, provocación monumental

El artista chileno, que vivió en carne propia el exilio derivado de la dictadura de Pinochet, genera detalladas instalaciones que cuestionan el status quo de la sociedad globalizada en que vivimos.

Del paisaje y sus reinos (2013). Imágenes: nortonmaza.com

Del paisaje y sus reinos (2013). Imágenes: nortonmaza.com

ANA SOFÍA MENDOZA DÍAZ

Norton Maza es un artista global. Si bien su historia ha estado marcada desde la infancia por contextos sociales e históricos muy específicos, está consciente de que los problemas de la humanidad no conocen fronteras. Por ello la migración, el consumismo, la crisis medioambiental y el abuso de poder convergen en su obra sin situarlas en un lugar preciso, aunque sí en el tiempo presente.

Nació en 1971 en el territorio mapuche de Lautaro, Chile. En 1973 su vida fue trastocada por el golpe de Estado liderado por Augusto Pinochet: su padre fue capturado y encarcelado por dos años y medio; después toda la familia fue exiliada. Llegaron a Francia en 1975. Ahí el joven Norton pasaba el tiempo embebido en sus dibujos, sin hablar con nadie. Una visita al Museo del Louvre terminó de afianzar su destino: su primer contacto con el arte fue tan impactante que no pudo imaginar un futuro en que no se dedicara a ello.

En 1980, su familia regresó al continente americano para establecerse en La Habana, Cuba. Tres años después comenzaría sus estudios artísticos en la escuela Juan Pablo Duarte y los continuaría en la Escuela Nacional de Arte hasta 1989. Su educación superior la finalizaría en Francia, en la Escuela de Bellas Artes de Bordeaux.

El artista chileno volvió a su tierra natal a mediados de los noventa. A partir de entonces, la mayor parte de su obra ha sido producida en Santiago, lugar que no le resultó extraño a pesar de haber pasado más de dos décadas fuera.

“Cuando vengo a Chile siento que estamos entre Cuba y Francia. Por una parte, está la economía o ciertos barrios neoclásicos que aparentan ser parecidos a Francia y también hay lugares más precarios. Ahí está la ecuación entre el primer y el tercer mundo”, declara Maza en una entrevista para El Mostrador, donde destaca la importancia que tiene para él la existencia de esas dos realidades tan abismalmente distintas y tan inexorablemente entrelazadas. Tal vez esa sea la razón por la cual su obra lanza mensajes que no son ajenos a ninguna parte del mundo.

OBRAS DESTACADAS

El arte de Norton Maza suele ser como una puesta en escena congelada en el tiempo; juega con el vicio humano de repasar una y otra vez un instante para dar con nuevas perspectivas. En su caso, aprovecha este hábito para hacer que el espectador se enfrente a reflexiones incómodas. Sus instalaciones tienen una cualidad magnética que invita al observador a sumergirse en ellas.

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El rapto (2016). Imágenes: nortonmaza.com

En 2013 atrajo la atención del público con su instalación Del paisaje y sus reinos, montada en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago. En ella, un Cristo tamaño real se tira pecho tierra empuñando una pistola dorada justo en el momento en que un cohete atraviesa el búnker en que se encuentra. Por el agujero que ha dejado a su paso se divisa un campo de guerra, pero eso está lejos de ser más interesante que el espacio que ocupa el mesías.

Según la descripción de la curadora Luz Muñoz Rebolledo, se trata de una “habitación con inspiraciones neoclásicas” aunque, francamente, la decoración recuerda más al estilo kitsch que usaría algún narcotraficante de los setenta. Hay, por ejemplo, un suntuoso espejo dorado entre sendas figuras de vírgenes masturbándose. Un mueble resguarda una colección de estampillas y figuras religiosas de porcelana. En una cajonera hay revistas pornográficas y juguetes sexuales, mientras que una vitrina deja ver numerosas armas, la mayoría de ellas rifles de asalto. Muñoz Rebolledo invita a cuestionarse si en este escenario Cristo es “un dictador al que la humanidad le pide cuentas o un rey traicionado en su propio reino”.

Es la atención a esos detalles provocadores lo que hace que el espectador no pare de contemplar las obras de Maza hasta haber descubierto todas sus aristas. El rapto, considerada la mejor obra del 2016 en Chile, es otro ejemplo de ello.

La instalación fue exhibida por primera vez en el Museo Nacional de Bellas Artes, en un cuarto iluminado por una sola luz cenital proveniente de una bóveda del medioevo que alberga una “pintura tridimensional”. Abajo, una manifestante (tamaño real) a punto de lanzar una bomba molotov se eleva hacia el halo luminoso.

La escena ilustrada en la bóveda, a simple vista, recuerda a una imagen religiosa con sus abundantes nubes, pero, en realidad, se trata de referencias al hiperconsumismo: un Ronald McDonald, superhéroes sangrantes, muñecas Barbie sexualizadas, tanques de guerra y una fábrica son algunos de los protagonistas.

“Es el rebelde que se contradice todo el tiempo, que es ‘abducido’ en cierta forma por la sociedad de consumo y que finalmente termina siendo un estereotipo de la misma”, explica Maza.

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Analogías de la realidad (2022). Imagen: kifit.cl

Una de sus últimas exhibiciones, Analogías de la realidad (2022), consiste en un camión antidisturbios estrellado en el suelo contra un montón de basura. En la parte trasera del vehículo, que se eleva hacia el cielo, se posan dos guacamayas azules, especie en extinción. A esta pieza central la complementan cuatro maquetas en miniatura construidas sobre algunos de los escombros que dejó una serie de manifestaciones masivas en el país.

La instalación conjuga dos cuestiones: los movimientos sociales y la crisis medioambiental. “Tiene que ver con nuestra sociedad que hemos creado y de la cual tenemos que modificar mucho, muchas cosas, porque, cuando tengamos hijos o nietos, ¿qué vamos a dejar?”, comparte Maza para El Mostrador. La iluminación, los contrastes visuales, los materiales, la monumentalidad y el espacio en que se ubican sus obras, construyen atmósferas envolventes que invitan a reflexionar en torno a temas que conciernen a todos.

ARTE QUE INCOMODA

Y es que el arte de Maza no es personal, sino social en su trasfondo y colectivo en su realización. Él mismo reconoce que sus obras no serían posibles si no contara con un equipo de escenógrafos, carpinteros, iluminadores y demás creativos capaces de echar adelante cada proyecto.

Respecto al discurso que emana de sus instalaciones, para el artista es imprescindible que sea crítico, pues considera que el arte debe fungir como una herramienta de denuncia, aunque sin convertirse en un panfleto. Lo importante es cuestionar el status quo de modo que haya espacio para el diálogo con el espectador; de otra forma se cae en el adoctrinamiento del que ha adolecido el arte en distintas etapas de la Historia, por ejemplo, cuando ha sido utilizado por la Iglesia para evangelizar o por dirigentes políticos para atraer seguidores.

Esa invitación a dudar de lo establecido, sin embargo, ha bastado para que Norton Maza esté vetado de ciertos espacios culturales que mantienen la etiqueta de no abordar temas que generen fricciones. El artista, por supuesto, prefiere tomar el riesgo de no ser recibido. “Si no puedo hablar de religión, de política, o no puede haber un desnudo… de qué mierda voy a hablar”, señala.

Mientras la humanidad siga viéndose afectada por las desigualdades y las estructuras de poder, Norton Maza seguirá abriendo conversación para mostrar al mundo las contrariedades y el absurdo de la sociedad contemporánea.

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