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El humor punzante de Maurizio Cattelan

Es uno de los artistas contemporáneos que más polémica ha causado en los últimos años. Donde el mundo del arte favorece a quienes se esfuerzan por vender su obra a las élites, el italiano opta por no tomarse tan en serio a sí mismo.

El humor punzante de Maurizio Cattelan

El humor punzante de Maurizio Cattelan

ANA SOFÍA MENDOZA

Un plátano fue el protagonista de la feria Art Basel 2019 —celebrada en Miami, Estados Unidos—, evento donde las más recientes obras de numerosos artistas contemporáneos se presentan ante coleccionistas, críticos, medios masivos y público general. El día de la inauguración, largas filas confluyeron en el stand de la galería Perrotin, donde dicha fruta se encontraba pegada a la pared con una cinta plateada. Seguramente la simplicidad de la instalación, titulada Comediante, fue lo que llamó la atención en un inicio; pero el revuelo a su alrededor terminó de consolidarse cuando se vendieron tres “ejemplares”: dos en 120 mil dólares y el último en 150 mil. ¿Cómo es que un pedazo de cinta y un alimento tan fácil de conseguir pueden alcanzar ese valor? Cualquiera podría preguntarse con justa razón si se trata de una broma, y la verdad es que de cierta forma sí lo es.

Para comprender mejor este fenómeno, cabe aclarar que se trata de arte conceptual, corriente en que la idea que sustenta a una obra importa más que la maestría técnica con que se realiza. En este caso, la simpleza de la instalación remite a la simpleza de los elementos que pueden encontrarse en la buena comedia. No olvidemos que, después de todo, el primer resbalón en pantalla con una cáscara de banana vino de uno de los más grandes (y críticos) comediantes de la historia, Charles Chaplin, y que a partir de entonces fue un acto recurrente en más películas, dibujos animados, videojuegos y hasta memes de Internet.

Pero hay otro factor quizá más importante que permitió que los costos de Comediante se hayan elevado de esa manera: el funcionamiento del mercado del arte. El autor de la instalación, Maurizio Cattelan, ya estaba bien posicionado cuando esta se exhibió en Art Basel. Era, además, la primera obra que presentaba en una feria de arte en 15 años, lo que generó más expectativa en el público, sobre todo entre quienes estaban ansiosos por adquirir una pieza original del maestro italiano.

Entre los coleccionistas suele interesar más el renombre del artista que la obra en sí, la cual generalmente es comprada como una inversión económica y un símbolo de estatus, más allá del poco o mucho gusto que pueda tenerse por el arte. El que Cattelan haya logrado que tres miembros de la élite hayan pagado tanto por una fruta y una cinta es un señalamiento al mercado del arte mismo.

La compra de la obra en la feria, por supuesto, vino con su certificado de autenticidad e instrucciones precisas sobre su correcto montaje: debe estar en cierta posición, pegada a 1.75 metros del suelo y cambiarse cada 7 a 10 días. Si alguien más cumple al pie de la letra esas indicaciones, la instalación no valdría gran cosa porque se trata de una copia sin nada que respalde que la idea fue debidamente adquirida a Cattelan. Estas condiciones no fueron impuestas por el artista, sino que son las que imperan en el mercado del arte. Así, Comediante se vuelve un señalamiento a lo absurdo que puede llegar a ser ese mundo.

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HUMOR CRÍTICO

Maurizio Cattelan es conocido por el agudo humor que utiliza en sus obras, muchas de las cuales poseen un virtuosismo técnico digno de admirarse, sobre todo por tratarse de alguien autodidacta que en su juventud se dedicaba a diseñar muebles.

La Nona Ora (La novena hora, 1999), por ejemplo, es una escultura hiperrealista que retrata el momento en que al papa Juan Pablo II le cae un meteorito encima. El título de la pieza alude al momento en que Jesús dice “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Dios no ha evitado el fatal destino del pontífice, su representante en la Tierra. En el mejor de los casos, es indiferente a los efectos de las fuerzas de la naturaleza sobre los seres que creó a su imagen y semejanza; en el peor, es simplemente cruel.

Este tipo de cuestionamientos puede tocar fibras sensibles. Cuando La Nona Ora fue exhibida en Polonia, un grupo de espectadores removió el meteorito e intentó poner de pie a Juan Pablo II. “Me gusta la idea de alguien tratando de salvar al papa, como un milagro al revés que no viene del cielo sino de la Tierra”, comentó el artista ante el hecho, mostrando una visión mucho más positiva de las personas de fe que de los dogmas religiosos.

La Iglesia católica, que históricamente ha gozado de una posición de poder en su país natal, también fue señalada por Cattelan en su instalación Ave María (2007), donde tres brazos haciendo un saludo fascista sobresalen de la pared, indicando cómo la Iglesia estuvo coludida en la instauración del régimen autoritario en Italia.

El artista también se ríe de sí mismo: ha hecho una serie de autorretratos escultóricos con rasgos caricaturizados y en situaciones ridículas. El italiano parece tomarse menos en serio de lo que se lo toman sus críticos. De hecho, en una entrevista para The Guardian se calificó como un “flojo” que no hacía nada (aunque evidentemente es una falsedad). Lejos de defender su trabajo como si se tratase de una cuestión de honor, reconoce que él lo aborda más como un juego, lo cual no significa que no mueva a la reflexión sobre temas relevantes.

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ARTE Y JUEGO

L.O.V.E. (2010) es uno de sus “juegos” más defendidos por el público. Se trata de una escultura de mármol de Carrara (el mismo que usaba Miguel Ángel) que representa a una mano extendida (cual saludo fascista) cuyos dedos han sido amputados, excepto el de en medio, resultando en un gesto ofensivo. Lo más significativo de la pieza es su ubicación: el centro de la plaza Affari, justo frente a la sede de la Bolsa de Milán, entendiéndose como un gran “jódanse” a quienes manejan las finanzas a partir de una especulación muchas veces irresponsable. Otro detalle importante es que ese edificio fue construido durante la dictadura de Mussolini.

La obra, que atrajo muchos visitantes al lugar, no hizo gracia a los ejecutivos de la Bolsa, quienes pidieron que fuera removida a pesar de que sorprendentemente había sido instalada con toda legalidad: Cattelan había prometido al ayuntamiento donar una escultura a la ciudad con la única condición de que se colocara en la plaza Affari. Sin embargo, cuando fue retirada del sitio, muchas personas mostraron su inconformidad y reunieron firmas para solicitar su retorno. A partir de entonces, permanece ahí expresando el sentir de la población hacia quienes están en las altas esferas de las finanzas.

Otra instalación que atrajo mucho la atención fue América (2016), un inodoro de oro completamente funcional que fue colocado en los baños del Museo Guggenheim de Nueva York. Los visitantes hacían filas para verlo (y usarlo) y compartir fotos en redes sociales con la controvertida obra, cuyo valor estimado era de cuatro millones de dólares. En 2019, cuando fue instalada en el Palacio de Blenheim, Inglaterra, fue robada.

Si algo caracteriza al trabajo de Maurizio Cattelan es que moviliza al público, ya sea para tomarse fotos con su arte, hacer memes referenciándolo, modificarlo, removerlo, usarlo, robarlo o evadirlo, como el consejero delegado de la Bolsa de Milán, que se cambió de despacho para no tener que ver L.O.V.E. desde su ventana.El italiano convierte museos y galerías en espacios que invitan a la gente a reír con sus juegos y participar de ellos, como un estudiante que decidió comer el plátano de Comediante en una exhibición en Corea del Sur. El artista, fiel a su filosofía de no tomarse en serio a sí mismo, dijo que no había ningún problema y simplemente dejó que la fruta fuera sustituida. Siempre que haya espacio para la risa, Cattelan estará ahí para probar los límites del humor en el arte.

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