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Reportaje

La mujer en los medios, historias que moldean la percepción de lo femenino

Si bien la objetivación de la mujer y los arquetipos femeninos tradicionales siguen dominando en gran medida la televisión, la publicidad, la música, etcétera, poco a poco se abren paso nuevas narrativas que se enfrentan a esos estereotipos.

Ilustración por Martín Herrera

Ilustración por Martín Herrera

ANA SOFÍA MENDOZA DÍAZ

El Super Bowl experimentó un aumento considerable en su audiencia con respecto al año anterior. De hecho, se estima que la NFL, como marca, incrementó su valor en 331 millones de dólares, de acuerdo a los cálculos de Front Office Sports y de Apex Marketing Group. Este hecho no se explica con los equipos que se enfrentaron en la edición LVIII del evento el pasado 11 de febrero, ni por el show de medio tiempo, sino que se le atribuye a una mujer: Taylor Swift, considerada la estrella pop más mediática del mundo, quien desde el año pasado inició un noviazgo con el ala cerrada de los Chiefs de Kansas City, Travis Kelce.

Esto da cuenta del poder de tracción que tiene la cantante. El revuelo que causa entre sus fanáticos, en su mayoría mujeres jóvenes, puede compararse con la beatlemanía de los años sesenta, también protagonizada por ese sector poblacional. Es interesante, sin embargo, que tal cantidad de chicas no suspire ya por hombres con quienes fantasean estar. No se trata de querer ser la novia de un rockstar, sino de admirar a una mujer a quien se percibe como un modelo a seguir.

Las nuevas generaciones de mujeres no parecen aspirar a existir respecto a un hombre, aunque todavía sea algo que se difunde comúnmente en los medios. Cómo olvidar, por ejemplo, cuando el comentarista deportivo Enrique Rojas se refirió a la reconocida cantautora Shakira como “esposa de Piqué” cuando se presentó en el medio tiempo del Super Bowl en 2020.

Las swifties, sin embargo, han volteado esa narrativa. El éxito de Taylor ha forzado a los reporteros a hacer preguntas a Kelce como: “¿Habrá otro anillo además del anillo de Super Bowl si ganas?” (refiriéndose al de compromiso), pues saben que la mención de la cantante atraerá la atención del público.

Este fenómeno prueba una cuestión: que cuando alguien se considera “más importante” en una pareja, suele hacerse referencia a esa persona en momentos que atañen a la otra. Ese otro individuo, históricamente, casi siempre ha sido la mujer, salvo sus contadas y recientes excepciones, como la ya mencionada. Los medios, por supuesto, tienen un papel importante al momento de perpetuar conductas de este tipo.

Dejar de relegar a la mujer a un segundo plano no significa, sin embargo, comenzar a menospreciar a personalidades masculinas como Travis Kelce, sino limitarse a reconocer los logros y la identidad de cada individuo, sin desviar los reflectores a otras personas —o a la vida personal— cuando no es momento de hacerlo. Pero los periodistas sin preparación siempre han hecho preguntas tontas e incómodas y tal vez lo sigan haciendo hasta el final de los tiempos, así que, por ahora, podría decirse que el hecho de que se hayan “volteado los papeles”, al menos en un caso, es reflejo de cómo las mujeres se han abierto camino en los medios. La forma en que son representadas ha cambiado, un hecho importante porque la televisión, el cine y el Internet pueden moldear las expectativas socioculturales.

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Taylor Swift y Travis Kelce. Imagen: EFE/ John G. Mabanglo

OBJETO DE DESEO

“Mis tetas me abrieron todas las puertas, pero sigo dentro porque no temo al riesgo y trabajo como nadie”, dijo la modelo y actriz Sofía Vergara en una entrevista para El País. Dicha afirmación pone en evidencia el nivel de sexualización de la mujer en la industria del entretenimiento. Antes que sus capacidades, lo que se tomó en cuenta para catapultarla a la fama fue su apariencia. Por otra parte, es común que otras actrices cuenten historias sobre cómo, especialmente al inicio de su carrera, su talento fue pasado por alto al no cumplir con ciertos estándares de belleza. Incluso Meryl Streep llegó a perder papeles, como el de Dawn en King Kong (1976), por no ser considerada suficientemente atractiva.

Eso se traduce en que es mucho más difícil para una mujer aparecer en pantalla si no es excepcionalmente bella, lo cual no aplica en igual medida a los hombres. Además de representar una dificultad para las aspirantes a actrices, esta realidad tiene repercusiones entre el público, pues a la larga puede derivar en problemas de autoestima entre las mujeres, sobre todo entre las más jóvenes.

Y es que mientras los varones pueden ver a alguien como Adam Sandler enamorando a mujeres despampanantes e inteligentes con su carisma, las adolescentes ven repetirse un sinfín de historias en que sólo las que se consideran bonitas tienen cabida; peor aún, donde ellas sólo resultan atractivas cuando se presentan de forma sexualizada. Por ello, la Asociación Americana de Psicología, basándose en el resultado de numerosos estudios que se han publicado al respecto, concluye que esa sexualización “perpetúa estereotipos de género y lleva a muchas niñas a experimentar varios problemas de salud física y mental. Algunos de los más comunes —enumera— son baja autoestima, ansiedad, desórdenes alimenticios, depresión, autolesiones y pensamientos suicidas”. Asimismo, propaga lo que se conoce como “cultura de la violación”, es decir, una actitud colectiva que suele trivializar el acoso y el abuso sexual a través de programas televisivos, bromas, música, películas y, básicamente, cualquier manifestación cultural.

Un sinfín de canciones de todos los géneros cabe en esta categoría. Por ejemplo, “El tóxico” (2020), de Grupo Firme, que dice: “Y me vas a pagar hasta los suspiros que me arrebataste / y tu corazoncito / y, de paso, hasta el perro voy a envenenarte / y no te imaginas qué alacrán te echaste. / En tu perra vida vas a hallar la calma”. La letra deja claro que si el hombre ama a una mujer, ella no tiene derecho a decidir que ya no quiere estar con él. El despecho, en este caso, se usa como justificación para llegar al punto del hostigamiento. Este tipo de mensajes no son propios sólo de nuestra época. Con palabras menos altisonantes se difundían en décadas pasadas: “Te vas porque yo quiero que te vayas, / a la hora que yo quiera te detengo. / Yo sé que mi cariño te hace falta / porque quieras o no, yo soy tu dueño.”, cantaba José Alfredo Jiménez en 1961.

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En medios visuales es más fácil objetivar a la mujer. Imagen: IMDb

En medios visuales es más fácil objetivar a la mujer, es decir, convertir su cuerpo en su único atributo valioso, en la medida en que puede producir satisfacción sexual. Un estudio publicado en 2011 por la Universidad de Buffalo encontró que alrededor del 83 por ciento de las mujeres están sexualizadas en medios impresos, contra el 17 por ciento de los hombres. Si bien en ambos géneros la objetivación ha aumentado a lo largo de las décadas, en el caso del femenino el incremento es mucho más marcado tanto en cantidad como en intensidad, incluso al grado de ser “pornificado”.

“No creemos necesariamente que sea problemático que las mujeres sean retratadas como sexys. Pero sí creemos que es problemático cuando casi todas las imágenes las muestran no sólo como mujeres sensuales, sino como objetos pasivos para el placer sexual de alguien más”, señalan los autores de la investigación.

Hay casos en que este fenómeno es sumamente notable, como los animes, donde es común que los hombres muestren abiertamente su deseo lascivo por las mujeres que se cruzan, todas ellas por lo general exageradamente voluptuosas y algunas sin la menor molestia por ser vistas como un pedazo de carne. Incluso las jóvenes en edad escolar son hipersexualizadas, alimentando la fantasía masculina de colegialas sensuales. Muchos videojuegos también presentan personajes femeninos de cuerpo irreal y con poca ropa, sin importar si esa apariencia no tiene lógica en su contexto.

Un estudio de 2015, publicado en la revista académica Psychology of Women Quarterly, concluye que la exposición a avatares hipersexualizados de mujeres en videojuegos tiende a incrementar la aceptación de mitos sobre la violación entre estudiantes universitarios. Estos mitos se refieren a creencias sin fundamento en torno a la violencia sexual, como que las víctimas tienen la culpa de provocar el abuso o que los hombres que no se ven evidentemente trastornados no pueden ser violadores.

CONTRA LA OBJETIVACIÓN

En los últimos años ha habido intentos por revertir esa hipersexualización en los medios. Ante las demandas de colectivos feministas y de las propias gamers, los creadores de videojuegos han optado por diseños de mujeres con proporciones corporales menos exageradas y con vestimenta más adecuada a su rol en el juego, es decir, no necesariamente reveladora.

Sin embargo, la sexualización está tan arraigada que muchos jugadores han expresado su molestia en foros y redes sociales porque las mujeres en los videojuegos occidentales ahora son “feas”. Incluso han propagado el lema de “Occidente odia a las mujeres”, calificando estos diseños de “poco empoderantes” y asegurando que “arruinan” la experiencia del juego. Al parecer, dan por hecho que si un personaje femenino es importante, necesariamente debe ajustarse a ciertos estándares de belleza, pues sus demás cualidades no son suficientes.

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Las campañas de Dove están enfocadas en la autoaceptación e incluyen a modelos de diversas etnias, edades y complexiones, sin sexualizarlas. Imagen: brissweet.wordpress.com

Otro cambio incipiente está sucediendo en el mundo de la publicidad. Organizaciones como Shequal buscan promover la no-sexualización de la mujer en los anuncios. Parece tarea imposible, porque es de conocimiento popular que “el sexo vende”, pero la realidad es que tal vez esto no sea tan cierto como se creía.

De acuerdo al reporte Advertising (In)Equality, la mayoría de las personas que ven anuncios que hacen uso del sex appeal para vender, sólo recuerdan las imágenes sensuales, pero no el producto. Además, el estudio encontró que a las mujeres no les agrada la publicidad donde se sexualiza a su género. Considerando que el 70 por ciento de las decisiones de compra son tomadas por el sexo femenino, no resulta económicamente viable mostrarlas de forma erótica. No estaría de más reevaluar, para variar, qué es lo que a ellas les gustaría ver —particularmente sobre sí mismas—, en los anuncios publicitarios.

Las campañas de Dove, marca de productos de higiene personal, son ejemplo de cómo una empresa puede adaptar su discurso hacia las mujeres exitosamente. Sus campañas están enfocadas en la autoaceptación e incluyen a modelos de diversas etnias, edades y complexiones, como una celebración de la belleza femenina más allá de los estándares exagerados que marcan los medios.

ARQUETIPOS FEMENINOS

Como ya se mencionó, a lo largo de la historia las mujeres han sido presentadas, en las más diversas narrativas, como estereotipos que existen en relación al hombre. Es verdad que los arquetipos sirven como una guía para construir ficciones, pero los femeninos se han presentado por mucho tiempo con menor profundidad que su contraparte masculina. Sin embargo, esto ha ido cambiando en tiempos recientes en todos los medios, aunque quizás el cine es uno en que la representación de las mujeres ha tenido mayores transformaciones. Desde las jóvenes delicadas de décadas pasadas hasta la Barbie empoderada de 2023, el séptimo arte ha explorado facetas bastante variadas de lo femenino.

El cine clásico generalmente se ceñía a arquetipos tradicionales como la damisela en apuros, que cumplía cabalmente con lo que se esperaba de una mujer en la época, como ser frágil, bella, amable y recatada, como Marion Crane en Psycho (1960), interpretada por Janet Leigh. Su lado opuesto era la femme fatale, que no se ajustaba a las expectativas y, por lo tanto, casi siempre representaba un peligro para los héroes, es decir, para hacer el bien. Eran aquellas que tenían seguridad en sí mismas y no temían mostrar su sensualidad, como Phyllis Dietrichson en Pacto de sangre (1946), interpretada por Barbara Stanwyck, quien usa sus encantos para convencer a un hombre de negocios de hacer un dudoso pacto. La actriz mexicana María Félix también llegó a hacer papeles icónicos de este tipo, como el de Doña Bárbara (1943) o La malquerida (1949).

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María Félix en su papel de femme fatale en "Doña Bárbara" (1943).

Tanto las damiselas en apuros como las femmes fatales eran un premio o un obstáculo para el héroe, respectivamente. Además el resto de las mujeres, si es que las había, solían tener mucha menos participación que los hombres en papeles secundarios.

Mención aparte merece el rol de madre, que se presentaba como una figura respetable que proveía guía y cuidados a los demás. Es precisamente lo que se esperaría de una mamá en la vida real, sobre todo en ese entonces. Por ello, cuando Luis Buñuel se atrevió a desafiar ese arquetipo en Los olvidados (1950), generó un inmenso revuelo. En su estreno en México, la película escandalizó al público tanto por su crudo retrato de la pobreza en el país, como por la madre “desnaturalizada” que presentaba. En el filme, esta mujer (Stella Inde) se muestra poco cariñosa con su hijo, al ser no deseado, y es seducida por un amigo mayor de él. La polémica fue tal que la cinta dejó de proyectarse en cines casi de inmediato. Sin embargo, no se trata de una apología al desamor por los hijos, sino de un retrato realista de lo que a veces es posible encontrar en los barrios marginales, los cuales fueron profundamente analizados por el director para poder desarrollar su obra.

Con el pasar de los años, dichos roles se han vuelto menos recurrentes. El que está más en desuso es quizás el de damisela en apuros, aunque eso no significa que los estereotipos de la mujer como interés amoroso hayan desaparecido, sino que más bien han evolucionado. Ahora hay “chicas de al lado” y “manic pixie dream girls”, por ejemplo. Las primeras encarnan una feminidad sutilmente idealizada: chicas sin pretensiones y sin cualidades extremas, pero que tienen los pies en la tierra y ofrecen un trato naturalmente cálido, como Mary Jane en la saga de Spider-Man dirigida por Sam Reimi. Las segundas representan un ideal más alternativo: jóvenes un tanto excéntricas, al grado de tal vez desafiar las convenciones sociales; por ejemplo, Ramona Flowers en Scott Pilgrim vs the World (2010) o Summer en 500 días con ella (2009).

Estas últimas han recibido críticas porque, si bien muestran ser independientes, generalmente existen en la trama para, con su conducta espontánea, insertar una disrupción en la cotidianidad de un hombre y acompañarlo en un viaje interno que lo llevará a transformar su visión de vida. De este modo, el personaje que se explora a profundidad es el de él, mientras que ella queda relegada a ser una herramienta de crecimiento, sin que se den a conocer sus aspiraciones y dilemas propios.

Conforme los personajes femeninos han ido adquiriendo más matices, han surgido más arquetipos. Ahora hay en la pantalla mujeres rebeldes que desafían a la autoridad, místicas que poseen conocimientos mágicos y poderes sobrenaturales, profesionistas que dan prioridad a su carrera o heroínas que deben salvar a su comunidad.

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"La princesa Mononoke", de Hayao Miyazaki.

Las mujeres de las producciones del estudio Ghibli destacan por su complejidad. “Muchas de mis películas tienen protagonistas femeninas fuertes, valientes, autónomas, que no lo piensan dos veces antes de luchar por aquello en lo que creen con todo su corazón. Necesitan un amigo o un apoyo, pero nunca un salvador. Cualquier mujer es tan capaz de ser un héroe como cualquier hombre”, detalla Hayao Miyazaki, fundador de la casa animadora, en una entrevista con The Guardian.

Así, por ejemplo, la princesa Mononoke, protagonista del filme homónimo, es una guerrera fuerte que fue criada por una diosa loba al ser abandonada en el bosque. Su corazón, al contrario de la mayoría de los héroes de películas, está lleno de odio hacia todos los humanos, pues ha sido testigo de cómo el desarrollo industrial amenaza la supervivencia de los espíritus del bosque. Sin embargo, conoce a Ashitaka, el príncipe de una aldea que ha comenzado a sufrir las consecuencias de la destrucción del ecosistema. La princesa entonces se da cuenta de que también los humanos se ven afectados por quienes ostentan el poder de explotar la naturaleza, y su sed de venganza se concentra en Lady Eboshi, una antagonista femenina también poco común. Su actuar no tiene que ver con superar a otra mujer ni con capacidades mágicas para someter a los demás, sino que es una simple mortal con mucho poder; es una empresaria que únicamente busca obtener más ganancias y acaparar todos los recursos que pueda, algo que sería más propio de un villano masculino.

Por su proceso creativo tan detallado y su compromiso con escribir personajes complejos, Miyazaki ha dado a luz a figuras que son difíciles de encasillar. Además, su logro no sólo está en las cualidades individuales de estos humanos y criaturas, sino en la interacción que tienen entre sí, pues es íntima y rica en sutilezas. Este hecho sirve como punto de partida para hablar sobre algo que muchas veces pasa por alto cuando se trata de la representación femenina en los medios: la relación entre las mujeres de una obra.

TEST DE BECHDEL

Sucede que hay personajes femeninos multidimensionales y bien escritos en alguna película; sin embargo, por ese buen desarrollo individual el espectador puede pasar por alto una realidad en el guion: esas mujeres, extrañamente, no interactúan entre sí.

Ese fenómeno es más común de lo que parece. De hecho, hay una manera muy simple de evaluar la representación femenina en una película, el llamado test de Bechdel, que se compone de tres condiciones: que haya más de dos mujeres con nombre en el filme, que hablen entre sí y que el tema de conversación no sea un hombre. Esa serie de requisitos aparecieron por primera vez en un cómic de Alison Bechdel, quien a su vez se basó en un ensayo de Virginia Woolf donde la escritora señala cómo, hasta antes de Jane Austen, las mujeres en la literatura sólo existían en relación a un personaje masculino.

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"Pobres criaturas" es una de las películas nominadas al Oscar que cumple con la prueba de Bechdel.

Resulta extraño cómo tantos largometrajes no cumplen ni siquiera dos de las sencillas condiciones de la prueba. Clásicos de todos los géneros como 2001: Odisea en el espacio, El padrino, Toy story 1 y 2, Amores perros, Harry Potter y el cáliz de fuego o Los Avengers, a pesar de contar con personajes femeninos (algunos de ellos hasta memorables), pasaron por alto que estos podían relacionarse entre sí sin ningún hombre de por medio. De las películas que pasan el test, muchas de ellas lo hacen de forma mínima, incluso si retratan a varias mujeres de carácter independiente.

Entre las diez cintas nominadas al Oscar este año como Mejor Película, sólo la mitad —Barbie, Anatomía de una caída, Vidas pasadas, Poor things y La zona de interés— pasan la prueba de Bechdel, lo que evidencia que todavía hay bastante camino por recorrer cuando se trata de balancear la representación de ambos géneros en la ficción. Pero el que tres de los cinco largometrajes mencionados sean dirigidos por una mujer demuestra otro punto importante: tal vez el camino no sea presionar a los hombres cineastas para que muestren en pantalla más facetas femeninas, como lo hace Hayao Miyazaki, sino abrir espacio para que las mujeres sean quienes cuenten sus propias historias.

PRODUCCIÓN FEMENINA

Las mujeres se han abierto paso en los medios desde décadas pasadas. Uno de los casos en que se notó primero su presencia fue en la industria del cómic, a pesar de que ha sido dominada por hombres y suele asociarse a un público masculino.

A inicios del siglo XX, Rose O’Neill fue la primera ilustradora y caricaturista en alcanzar un reconocimiento tan grande como sus pares varones, teniendo como audiencia a las mujeres. Formó parte del movimiento sufragista y su personaje Kewpie se convirtió en uno de los primeros juguetes producidos en masa en Estados Unidos.

Más adelante, a inicios de los años cuarenta, la creadora de cómics June Tarpé Mills dio vida a Miss Fury, la primera heroína de acción creada por una mujer, después de participar como escritora e ilustradora en proyectos de Marvel. Ramona Fradon, por su parte, hizo un trabajo destacable en DC Cómics siendo una de las poquísimas mujeres en el lado más comercial de la industria durante la llamada Edad de Oro de los cómics. Otra de ellas fue Barbara Kessel, quien escribió para La leyenda de la Mujer Maravilla. El personaje, originalmente creado por hombres, ahora gozaba de una perspectiva femenina desde su concepción, por parte de una persona que luchó por derribar las brechas de género en su campo.

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De agradables excepciones como las mencionadas se llegó, afortunadamente, al surgimiento de más espacios para dar voz a las mujeres en este medio tan popular. Actualmente, el movimiento feminista en los cómics aboga no sólo por la aparición de personajes femeninos no estereotipados en las narrativas, sino por la incorporación de más creadoras en el proceso de producción, la eliminación de discriminación de género en la industria y la difusión de historias bien escritas con las que pueda relacionarse todo el público, incluyendo a mujeres de diversos orígenes y culturas.

Kelly Sue DeConnick es una de las pioneras de este movimiento contemporáneo, con cómics como Bitch planet, que cuenta las experiencias de las mujeres en un mundo posapocalíptico donde son exiliadas a un planeta-cárcel cuando desobedecen las reglas de la sociedad en que viven.

Las novelistas gráficas Marjane Satrapi y Raina Telgemeier también son figuras importantes, sobre todo entre el público más joven. Ambas hacen uso del recurso autobiográfico para compartir sus experiencias. En Persépolis, por ejemplo, Satrapi expone cómo es para una niña rebelde crecer en una cultura machista de fundamentalismo religioso.

En el cine, el recorrido de las mujeres ha sido similar. Directoras como Agnés Varda y Chantal Ackerman fueron excepciones puntuales en un momento en que la industria cinematográfica estaba dominada por hombres casi en su totalidad. Con su visión, ambas abogaron por que se mostraran en pantalla más perspectivas femeninas.

La prestigiosa revista Sight and Sound colocó a Jeanne Dielman, 23 Quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975), de Chantal Ackerman, como la mejor película de la historia en el conteo que realiza cada diez años. El filme fue el primero en mostrar —y además de forma sumamente realista— el abatimiento que puede generar la rutina que socialmente se le asigna a las mujeres y explora la falta de oportunidades de independencia económica para ellas. La cinta muestra tres días en la vida de la protagonista, una viuda cuya vida se balancea entre las labores domésticas y la prostitución. De forma sutil, va perdiendo el control de la rigidez que domina su existencia.

Ahora, si bien la industria cinematográfica sigue teniendo mayor presencia masculina en puestos clave, evidentemente hay más historias de mujeres abriéndose paso en la pantalla. Poco a poco, además, van siendo reconocidas tanto por la crítica como por el público general.

En 2021 y en 2022, Chloe Zhao y Jane Campion ganaron el Oscar a Mejor Dirección, respectivamente. Antes de ellas, sólo Kathryn Bigelow había obtenido ese premio, así que en 95 ediciones de los Premios de la Academia van tres mujeres reconocidas de tal forma. En la celebración de este año, Greta Gerwig es una gran ausente en las nominaciones, a pesar de que su película Barbie está nominada a Mejor Película. Sin embargo, eso no le quita haber sido el primer filme bajo dirección femenina en ser el más taquillero del año de su estreno. Esto demuestra que la audiencia ya tiene la apertura de consumir contenido producido y protagonizado por mujeres, siempre y cuando le resulte interesante. Es increíble la cantidad de décadas que ha tomado llegar a este punto, sobre todo considerando que estamos hablando de la mitad de la población mundial.

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Se le conoce como Efecto Scully al fenómeno por el cual se disparó el número de mujeres que decidieron estudiar ciencias forenses después de que la serie X-Files alcanzara el éxito.

LA IMPORTANCIA DE LA REPRESENTACIÓN EN MEDIOS

Es ilógico pensar que los medios de comunicación, por sí solos, pueden solucionar problemas sociales como la desigualdad de género. Para eso se requiere de la intervención de políticas públicas, del sistema educativo, de la participación del sector privado y muchos otros factores más, todos ellos de gran peso. Podría decirse que los medios, por otra parte, no son sino un simple reflejo de la sociedad. Si esta es machista, el contenido que se produzca también lo será. Si es más equitativa, quedará de manifiesto en películas, cómics, música, publicidad, revistas, literatura, etcétera. En ese sentido, al estar tan al alcance de la mayoría de las personas, los medios son un buen parámetro para juzgar qué tanto le falta a una comunidad para alcanzar ciertos objetivos, como dejar de lado la objetivación de la mujer o brindarle más espacios para escuchar su voz. Sin embargo, éstos no sólo son una herramienta de medición, sino que también pueden ser agentes de cambio.

Entre las décadas de los sesenta y setenta, los comunicólogos George Gerbner y Larry Gross desarrollaron la teoría del cultivo al realizar investigaciones extensivas sobre los efectos de la televisión en ese periodo. Llegaron a la conclusión de que el contenido al que está expuesto un individuo realmente puede “cultivar”, moldear, su percepción del mundo. Si alguien consume determinados temas y mensajes de forma constante y prolongada, a largo plazo estos pueden influir en su sistema de creencias, así como en su comportamiento. La teoría sigue vigente hoy en día y ha servido como base para estudios posteriores respecto a la influencia de los medios en la población.

En el caso de la representación femenina, distintos estudios apuntan al impacto en la percepción corporal, la autoestima, los roles de género y las expectativas sociales, derivando incluso en problemas de salud mental. Así, cuando las mujeres se representan de formas más variadas y complejas que lo tradicional, pueden irse normalizando ciertas actitudes menos dañinas y más igualitarias, que liberen a ambos sexos de los prejuicios que les han sido impuestos. Para una niña que ve en la pantalla a mujeres que luchan por lo que creen y no se rinden ante los obstáculos, y que además se apoyan entre sí, será mucho más natural desarrollar una personalidad autónoma y no ver a sus compañeras como enemigas.

A fin de cuentas los seres humanos estamos hechos de historias; es la manera en que interpretamos la realidad, la abordamos y nos colocamos en ella desde que las personas vivían en cavernas. Es momento de que las mujeres generen sus propias historias para situarse donde realmente desean estar en el mundo.

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