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La transformación

JORGE VOLPI

na mañana, al despertar de un sueño intranquilo, Gregor Samsa se descubrió transformado en un monstruoso bicho". Debemos imaginar que, cuando a AMLO se le ocurrió bautizar a su régimen como Cuarta Transformación, no pensaba en la novela breve de Kafka -cuyo centenario de muerte se celebra este año-, la cual se ha traducido de manera habitual como La metamorfosis, pero cuyo título correcto sería La transformación (1915), tal como aparece, por ejemplo, en la más reciente edición de los cuentos completos traducida por Alberto Gordo. Y, sin embargo, acaso lo más trágico que le ha ocurrido a la 4T es la transformación que ha sufrido durante su ejercicio del poder, la cual en varios sentidos la ha convertido en su reverso.

El movimiento que llegó al poder con una agenda de izquierda, con la promesa de alterar las anquilosadas e injustas estructuras políticas heredadas del "periodo neoliberal", se ha transmutado en un engendro que en muchos ámbitos copia o excede el pensamiento reaccionario y conservador que se aprestaba a combatir. Decenas de medidas tomadas por AMLO durante estos años no podrían identificarse sino con la derecha más cerril: la militarización a ultranza, el desdén a los defensores de derechos humanos o al movimiento feminista, el cobijo a los más ricos, la nociva disminución de la capacidad de acción del Estado -en lo que él llama "austeridad republicana"- o los recortes a la ciencia y la cultura.

Esta mutación también parece haberse operado en varias de sus figuras emblemáticas, como hemos atestiguado en estas agitadas semanas. Arturo Zaldívar, quien se comportó como un valeroso contrapeso a los excesos del poder durante el sexenio de Felipe Calderón -el Presidente que lo propuso como ministro de la Corte-, y que demostró su independencia en casos como los de la Guardería ABC o la liberación de Florence Cassez, se ha transformado en el desaforado propagandista de un poder similar, dispuesto a arrebatarles toda sombra de autonomía a sus antiguos colegas. Víctima de una hybris inaudita -un orgullo desmedido, siempre castigado por los dioses-, Zaldívar se presenta como víctima de una conspiración y no parece tener empacho en enlodar la candidatura de Claudia Sheinbaum, a quien en teoría apoya, con tal de ocupar un permanente primer plano que le sirva de altavoz y escudo.

Algo semejante ha ocurrido con Luisa María Alcalde: de operar la que acaso sea la política pública más relevante y atinada de la 4T -el alza continua de los salarios mínimos-, y que como secretaria del Trabajo ofreció un perfil dialogante y conciliador, esta semana se ha presentado en la conferencia mañanera del Presidente para defender, sin el menor empacho, la violación sistemática de los derechos humanos. ¿Qué tiene que ocurrir para que una eficaz militante y funcionaria de izquierda se atreva a defender una medida que en otras partes solo aprobaría la derecha más autoritaria como la prisión preventiva oficiosa? ¿No se da cuenta de que, luego de empeñarse brillantemente en procurar una mejora de vida para los más pobres -la prioridad absoluta de la 4T, al menos según su discurso-, ahora actúa sobre todo en contra de ellos?

La prisión preventiva oficiosa -no dejaré de repetirlo- representa una de las más graves violaciones a los derechos humanos que vulnera toda presunción de inocencia. Valiéndose de un power-point para alertar sobre el falso peligro de que miles de delincuentes salgan de la cárcel -una estrategia más propia de Bukele-, la secretaria de Gobernación no quiere darse cuenta de que la mayor parte de esos miles de detenidos pertenecen a las clases más desfavorecidas y que sufren condiciones infrahumanas sin haber sido sentenciados. Añadir que la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que condenó a México por esta figura, es una ominosa intervención extranjera es un argumento que solo usaría un gobierno autoritario. La realidad es otra: como la 4T no se interesó en reformar nuestro inútil sistema de justicia, no tiene otra herramienta para garantizar la seguridad de la población que violando los derechos humanos. Una transformación sin duda monstruosa.

@jvolpi

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