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Que todo es posible

"Olga Lavanderos se posiciona frente a la realidad atrincherada en lo único que sabe hacer: un periodismo orientado en dar voz a los subalternos".

Que todo es posible

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VICENTE ALFONSO

El concepto de novela negra en América Latina ha variado con el tiempo. Si bien los precursores del género en Latinoamérica (Antonio Helú, Paul Groussac, Alberto Edwards) recurrieron a la construcción de enigmas de cuarto cerrado (donde un investigador resuelve crímenes que dejan tras de sí un misterio), el camino ha sido similar al recorrido por nuestros colegas norteamericanos. Desde que en 1927 Dashiell Hammett publicó Cosecha roja, los relatos negros comenzaron a mutar: de divertimentos ajenos a la realidad se han convertido en historias que retratan la lucha por el poder, la violencia y la falta de estado de Derecho.

“Me llamo Olga Lavanderos, soy periodista, tengo 23 años y nunca votaré por el PRI”, declara la protagonista del díptico formado por las novelas Sintiendo que el campo de batalla (1989) y Que todo es imposible (1995). Ambas novelas, escritas por Paco Ignacio Taibo II, son una declaración de amor y de odio al entonces llamado Distrito Federal, ese laberinto siempre cambiante, fuente inagotable de historias y por lo tanto, un auténtico paraíso para cualquier autor de novelas policiales. Desde su forma de presentarse, Olga se posiciona frente a la realidad atrincherada en lo único que sabe hacer: periodismo. Pero no cualquier clase de periodismo, sino una de las variantes más difíciles y más peligrosas: aquella orientada a dar voz a los subalternos. En ese sentido, Olga no duda en confesarse heredera de reporteros como Gunther Wallrraff, quien pasó dos años haciéndose pasar por un inmigrante turco para exhibir los abusos a los que son sometidos los trabajadores indocumentados en Europa. En su panteón periodístico están también Rodolfo Walsh, Tomás Eloy Martínez y Tom Wolfe.

Sintiendo que el campo de batalla ocurre a mediados de los ochenta. Recién salida de la universidad, Olga escribe en la sección de espectáculos del diario La Capital. Y aunque no le compete, se mete a investigar un asesinato múltiple: en el Gran Canal aparecen cinco cadáveres con marcas de tortura y tan desfigurados que es imposible identificarlos. Las pesquisas de la aprendiz, no obstante, permiten establecer que se trata de cinco personas que dos semanas atrás habían desaparecido misteriosamente al final de una fiesta en la colonia Roma. Olga indaga aquí y allá, dicta notas para la fuente policial, y cuando éstas se publican los otros periódicos empiezan a seguir su agenda. Pero no todo saldrá a pedir de boca.

Para la segunda entrega, Que todo es imposible (1995) la joven periodista no trabaja ya en La Capital: su nuevo trabajo consiste en cotejar los contenidos de una agencia noticiosa. Es lo que en el argot del oficio llaman bajacables. Y sin embargo, una vez más termina involucrada en la investigación de una serie de asesinatos que parecen cometidos en serie, pues todas las víctimas tienen las manos pintadas con tinta verde. A la aventura se suma el abuelo de Olga, empeñado en desarticular un complot maquinado entre el Vaticano y oscuros personajes de la política mexicana.

Así, las novelas de Olga Lavanderos son una reflexión sobre el papel del periodismo en el México del siglo XX. En ese sentido, más allá de lo anecdótico proponen una serie de preguntas al lector: ¿Para qué sirve el periodismo? ¿A quién le sirve el periodismo? No puede ser casualidad que Lavanderos —reportera novata e idealista, con apenas unos meses de practicar el oficio— utilice lo que en otros tiempos se conocía como “lenguaje altisonante”. En una sociedad que cuida las formas, Lavanderos es una profesional de la palabra para quien no hay frases prohibidas: no sólo emplea con soltura todas las maldiciones e insultos del catálogo del México de los ochenta, con frecuencia inventa irrespetuosos neologismos. Porque al mismo tiempo Olga cree en la palabra como la única herramienta para combatir la corrupción en México. La palabra que salva es aquella que sirve para revelar lo que otros pretenden ocultar.

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Escrito en: Paco Ignacio Taibo II

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