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Vindicación de Malinche

Malinche debió estar muchas veces en el fragor de las batallas, dado que le resultaba imprescindible a Cortés no sólo para negociar con sus adversarios, sino también para impartir órdenes a su propio ejército.

Vindicación de Malinche

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VICENTE ALFONSO

En La vida del héroe, exhaustiva biografía de Miguel Hidalgo y Costilla, Luis Castillo Ledón lanza una advertencia sobre los peligros de juzgar a los personajes históricos con criterios fuera de su época. No obstante, Castillo también señala que algunos de ellos, los más excepcionales, pasan la prueba de ser examinados con la lente de cualquier etapa. He recordado este pasaje al leer Malinche y la conquista de México, volumen de ensayos de Saúl Rosales publicado hace unas semanas por la Universidad Autónoma de Coahuila. El punto de partida de este trabajo es el ciclo de tres años comprendido entre 2019 y 2021, marcado por el quinto centenario de una serie de acontecimientos que comenzaron con la llegada de Hernán Cortés a lo que hoy es México, y que culminó con la caída de México-Tenochtitlan. En esa cadena de hechos destaca un personaje que durante siglos ha sido una referencia dentro de las historias que nos dan identidad. Llamada Marina por algunos, y por otros Malitzin o Malinche, se trata de la mujer que actuó como traductora, intermediaria y consejera personal de Hernán Cortés ante las comunidades nativas del continente americano.

Rosales dedica las primeras páginas a enumerar las distintas teorías respecto al origen del término Malinche: mientras algunas fuentes (entre ellas Bernal Díaz del Castillo) sugieren que el vocablo se usaba inicialmente para nombrar a Cortés, y de allí saltó a su intérprete y consejera, otros documentos sostienen que el término fue construyéndose con el uso a partir de las diferentes maneras en que se referían a ella: primero habría sido llamada Marina por los españoles, después Malina y más tarde Malintzin por los nativos, pues el sufijo “tzin” era aplicado a personas de especial dignidad. Al no decantarse por ninguna de las posibilidades, pero consignándolas todas, Rosales da cátedra de cómo debe proceder un investigador. Además, propone otorgar una nueva carga a los vocablos Malinche e indio: “La convencionalidad de la lengua, así como los ensució, les puede dar lustre”. Así, el autor de Autorretrato con Rulfo desempeña con sencilla erudición su tarea como académico correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.

No menos empeño pone Rosales en despejar dudas y disolver prejuicios en torno a la persona y la figura histórica que Malinche encarna. Lo primero que hace es poner los puntos sobre las íes respecto a su supuesta traición. Tajante aclara que Malinche no pertenecía al pueblo de aquellos a quienes ayudó a combatir. En otras palabras, no era mexica. Tras un enfrentamiento con el ejército de Cortés, los vencidos de Centla (hoy Tabasco) la habían regalado a los extranjeros como parte de un grupo de veinte mujeres. El segundo punto que Rosales destaca es la gran inteligencia y el hambre de conocimiento que debieron caracterizar a la intérprete: basta decir que cuando se encontró con los europeos tenía 19 años y hablaba ya cuatro lenguas (náhuatl, popoluca y dos variantes del maya). El tercer rasgo es que además de entendida era valiente, pues de los testimonios de la época se desprende que Malinche debió estar muchas veces en el fragor de las batallas, dado que le resultaba imprescindible a Cortés no sólo para negociar con sus adversarios, sino también para impartir órdenes a su propio ejército. Malinche era la voz de Cortés.

De Malinche sabemos también que se casó con un hombre llamado Juan Jaramillo, con quien tuvo una hija llamada María, y que les fueron otorgadas tierras cercanas a lo que hoy es el Bosque de Chapultepec. Y que al morir tenía menos de treinta años.

Tras la lectura de estos ensayos emerge una Malinche admirable, muy distinta al turbio retrato con el que durante tanto tiempo se le ha denostado. Por el rigor con que ha sido investigado, por la claridad con que se exponen los argumentos y el cuidado con que está escrito, Malinche y la conquista de México merece ser incluido en los planes de estudio de la Universidad.

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