¨Trampas del Ego¨ 

German de la Cruz Carrizales
German de la Cruz Carrizales

Recuerda…

Me comentaba uno de mis maestros que cuando decidió abandonar el hogar paterno y se fue a vivir a otra ciudad, donde consiguió un trabajo que le permitiera satisfacer sus necesidades básicas, y después de varias semanas que había vivido la experiencia de valerse por sí mismo en el aspecto económico, decidió ir a visitar a sus padres – que vivían en una ciudad del norte de la república- y para que se dieran cuenta que le estaba yendo bien, se compró zapatos nuevos.

Cuando llegó a su casa, su hermano se dio cuenta que traía zapatos nuevos, por lo que le pregunto: ¿Qué bonitos zapatos, son Canadá? En ese tiempo estaban de moda esa marca de zapatos. No!!! -le contestó- ¡No son Canadá! Su papá que estaba presente dijo –No cualquiera se puede poner Canadá- Y ahí, su subconsciente, grabo una necesidad psicológica, que de ahí en adelante se empezó a manejar de una manera compulsiva. “Te voy a demostrar que sí puedo ponerme Canadá” Te voy a demostrar, y de ahí en adelante fue un constante demostrar y demostrar que sí era capaz. Esos zapatos Canadá se empezaron a convertir en muchas cosas en su vida.

Y así a sus 21 años de edad, se convirtió en gerente de sucursal de una empresa donde prestaba sus servicios en una ciudad del norte del país donde se instaló dicha empresa, y donde había empezado desde simple cobrador. Solo que cuando ya fue gerente de sucursal, ya no fue suficiente mérito y ahora quería ser gerente general, así que no pasó mucho tiempo sin que hiciera un movimiento fiscal y se creó una nueva sociedad, donde fue nombrado gerente general con amplios poderes en el negocio.

Cuando ya fue gerente general, de nuevo se volvió a manejar la necesidad de demostrar que era capaz de logar cosas más importantes, por lo tanto ahora quería ser el dueño del negocio. Sin tener el capital suficiente, ni el apoyo necesario, se separó de la empresa para formar su propia compañía, porque él tenía  que demostrar (que sí podía ponerse Canadá) que cualquier cosa que se propusiera logar, lo podía hacer.

Adquirió (a crédito, que después no pudo cumplir), un automóvil impala del año y cada mes o mes y medio hacía el viaje a la ciudad de sus padres, según él para visitarlos, pero la realidad que iba solo para demostrarles a su padre que no tan solo se podía poner zapatos Canadá, sino que podía tener un automóvil del año.

Cuando hubo necesidad de regresar el carro a la agencia, porque no le fue posible seguir pagándolo, y se compró un auto compacto usado, se acabaron los viajes a la casa de sus padres.

Su ego no le permitía hacer patente su incapacidad de “usar Canadá”. También en el aspecto social lo manejo esa necesidad psicológica de “demostrar” y así a los 22 años de edad, ocupó la presidencia de un club de servicio a la que pertenece y donde llegó a ocupar puestos a nivel nacional, hasta llegar a ser secretario nacional de dicha agrupación, y otros puestos de suma relevancia y que han marcado una etapa definitiva en la organización nacional, como la creación de un fondo de defunción.

A los 23 años fue también presidente de la Asociación de Ejecutivos de Ventas y Mercadotecnia ocupando posteriormente la Dirección de área de la zona norte y todo esto lo hacía sin tener la capacidad intelectual y económica, solo para demostrar que sí podía logara objetivos relevantes en su vida, que consiguieran satisfacer su necesidad psicológica.

Afortunadamente, y según me decía a muy buen tiempo pudo concientizar la trampa en que se había metido y aun cuando tal vez, ahora siga actuando de la misma manera y siga haciendo lo mismo, la diferencia es que ahora –comenta- ya no se angustia ni le lastima o inquieta cuando no logra obtener las cosas que a veces quisiera, pues ahora tiene el control de su vida.

En un caso de alcoholismo, que me tocó tratar, encontramos que la razón por la que esta persona no puede dejar de tomar, es precisamente, una “necesidad psicológica”.

Cuando él estaba pequeño, su padre por razones económicas, siempre estaba fuera de la casa pues se trasladaba a otras ciudades en busca de mejores oportunidades, por lo que al niño nunca le prestó atención.

Conforme fue pasando el tiempo, el joven empezó a tener más edad y más conciencia de las cosas, un día aprovechando que había tomado unas copas, fue a visitar a su padre y al calor del alcohol le reclamó su anterior proceder.

Tal vez el padre comprendió su error y en ese instante le concedió la razón al hijo, el cual condicionó su mente: - Para que mi padre me atienda, “necesito” estar borracho -. De ahí en adelante, cada vez que el joven se embriaga, el papá se dedica a seguirlo de cantina en cantina y cuidarlo de cualquier situación negativa, por lo que el condicionamiento se seguía consolidando: “La atención de mi padre se logra estando borracho”. 

El tiempo ha pasado, y ahora el lugar del padre lo suplen la esposa, los hijos o los amigos, quienes son ahora los que tienen que presentarle la atención.

Cuando pasan los días, el deja de tomar, se pone a trabajar normalmente, las personas que lo rodean se dedican solo a sus cosas personales y se desentienden de él, le viene la “necesidad” de llamar la atención, empieza a beber día y noche, hasta que tienen que llevarlo al hospital para evitar una congestión alcohólica y todo el mundo deja sus actividades para atenderlo; la esposa no puede hacer el trabajo doméstico, los hijos no van a la escuela, los amigos hacen ante sala en el hospital para saber de su estado físico, etc., etc., es decir, su “necesidad de atención” queda satisfecha por algún tiempo, en el que parece que se regenera, no prueba el licor por una larga temporada y todo vuelve otra vez a la normalidad, hasta que el condicionamiento lo vuelve a manejar y otra vez el mismo jueguito.

Claro que conforme pasa el tiempo y la edad es cada vez mayor, también las consecuencias físicas son tan graves, por lo que si no llega a concientizar la trampa en que está metido, los resultados finales serán catastróficos.

Así que, mucha atención a sus desequilibrios, pues a no dudarlo, son producto de una necesidad neurótica en su subconsciente. Por lo tanto debemos reconocer que para ser felices realmente “No necesitamos de nadie”.

Dice el Dr. Wayne W. Dyer en su libro “Evite ser utilizado”, acerca del concepto de la soledad existencial: “Además de tener conciencia de que usted es único en este mundo, debe aceptar también que está siempre solo” ¡Sí, solo!

Pues nadie puede experimentar las sensaciones que usted experimente, así lo rodeen centenares de miles de personas, como si está haciendo el amor con su pareja, o está a solas en un lavabo. Su inevitable “soledad existencial” significa sencillamente que su existencia humana esta inevitablemente afirmada sobre su ser y nada más, con sus propios sentimientos y pensamientos únicos.

Y yo digo: Si cuando venimos a este mundo, llegamos sin nada encima y cuando nos vayamos, también lo haremos absolutamente solos, ¿Por qué en el transcurso de nuestra vida, que muchas veces es pura hipocresía, pura fantasía, tenemos que depender de cosas o personas para poder disfrutar la vida?

La realidad es que cuando podemos comprender nuestra existencia, cuando encontramos un camino definido en la vida, cuando sabemos para qué estamos en esta vida, empezamos a apreciar a nuestros semejantes, los disfrutamos libremente, pues ni estamos atados a ellos, ni los queremos atados a nosotros.

Este es el problema de muchas parejas, que a lo largo de la vida conyugal empiezan a crear lazos psicológicos que cada vez se estrechan más y más en torno a si mismos, hasta que se ahogan uno al otro.

Cuando cada uno de los conyugues experimenta y disfruta su libertad con responsabilidad, se aprecian más como humanos, como amigos y desde luego como esposos (hablando de libertad y no de libertinaje, que es otra cosa). Pero cuando la esposa no tiene la facilidad de determinar por sí misma si puede o no asistir a una reunión, si para todo tiene que depender del permiso o la aprobación del esposo, aun cuando se trate de cosas sin importancia, eso será un caldo de cultivo donde se empiezan a desarrollar los gérmenes de la infelicidad, de las frustraciones, de los resentimientos y las venganzas, que a no dudarlo pronto se harán presentes en la pareja.

-Ni a regar el césped de la calle puedo salir, si no le pido permiso a mi esposo- se quejaba una joven esposa. Pues se le figura que salgo para que me vea el vecino.

-No me puedo comprar el vestido que yo quiero, si mi esposo no me acompaña para que le dé el visto bueno- se quejaba amargamente otra de las asistentes al curso. Y así puedo contarles, infinidad de anécdotas o testimonios de personas que manejadas por ciertas situaciones, han hecho de su vida una desgracia, pues, a veces, teniendo todo para ser felices, no aprecian, se angustian, se inquietan y comenten las tonterías más grandes que se les viene a la mente y después solo les queda quejarse de su “mala suerte”.

Dice también Jorge Bucay, respecto de la auto dependencia: “Tu eres el protagonista de tu propia vida”. Puede ser que todavía no lo sepas, que nunca lo hayas pensado, que aún no te hayas dado cuenta, pero eres el protagonista de tu propia vida. Es cierto, no eres el único autor, la historia sería demasiado aburrida si lo fuera. Pero eres el protagonista, el director de la trama, aquel de quien dependen en última instancia todas tus cosas. Aunque no eres autosuficiente, aunque no te bastas a ti mismo, eres responsable de todo lo que sucede contigo en más o en menos, eres el responsable para siempre de tu propia vida.

Auto depender significa dejar de colgarte del cuello de otros, claro que necesitarás de la ayuda de aquellos en algún momento, pero mientras tu tengas la llave, esté la puerta cerrada o abierta, mientras tu tengas la llave, nunca, nunca estarás encerrado.

Auto depender, significa hacerte cargo de ti mismo, significa contestarse las tres preguntas existenciales básicas: ¿Quién soy?, ¿A dónde voy? Y ¿Con quién? Pero contestarlas en ese orden. Cuidado con  tratar de decidir  a donde voy, según con quien estoy. Cuidado con definir quién soy a partir de quien me acompaña. 

No puedo definir mi camino, desde ver el tuyo y no debo definirme a mí por el camino que estoy recorriendo. Voy a tener que darme cuenta, soy yo el que debe definir primero, ¿Quién soy?

No puedo definir mi camino, desde ver el tuyo y no debo definirme a mí por el camino que estoy recorriendo. Voy a tener que darme cuenta, que soy yo el que debe definir primero, ¿Quién soy? 

Eres tú, quien definirá primero, “quien eres”, eres tú quien definirá primero, cuál es tu camino. Entonces podrás preguntarte “quien te acompaña”. Será hora de preguntarse “qué haces” para no perder el rumbo. Será hora de que empieces a preguntarte hacía donde te diriges, será hora de que decidas que harás para que otros encuentren su propio camino.

Dice el poeta León Felipe “¿Quién soy?, he ahí una buena pregunta para hacérsela al hombre por la tarde” ¿Quién soy? Y no solemos hacernos esa pregunta y vivimos preguntándole a otros quienes somos, si estamos bien vestidos, si nos queda aquel color, si se nos ve bien aquel peinado, si estuvo bien aquello que dijimos, si fue apropiado aquello que callamos, estamos demasiado acostumbrados a cederle nuestros ojos a los demás, para que los demás nos vean y nos digan cual es nuestro propio criterio, como si todavía fuéramos niños. Quizás sea porque de alguna manera lo somos.

Jhon Brad Show trabajó muchísimos años tratando de enseñarnos qué existe en nosotros aquel niño que alguna vez fuimos, nos enseñó de la mano de una argentina, Inés Barredo en un libro que se llama “Crecer jugando”, nos enseñó que cuando cumplimos diez años, no dejamos de tener nueve y ocho, y siete y seis. Que cuando cumplimos quince, seguimos teniendo también catorce y ocho y seis. Que cuando cumplimos cuarenta, seguimos teniendo quince y ocho y seis. 

Como no conservar actitudes de aquello que fuimos, si en realidad esos niños siguen viviendo dentro de nosotros. 

Seguimos siendo los adolescentes que fuimos, los niños que fuimos, los bebes que fuimos. Anidan en nosotros los niños que alguna vez fuimos, pero estos niños pueden hacernos dependientes. Este niño aparece y se adueña de mi personalidad, por qué estoy asustado, porque algo me pasa, porque tengo una preocupación, porque tengo miedo, porque me perdí de mi vida.

Y cuando esto sucede la única solución es que un adulto, un verdadero adulto se haga cargo de ese niño, se haga cargo de ti. Por eso no creo en la independencia, porque no podemos negar ese niño que hay en nosotros, porque no creo en verdad que ese niño se pueda hacer cargo de si mismo, pero creo que es hora de descubrir que hay en cada uno de nosotros un adulto y ese adulto es el que debe hacerse cargo del niño que hay en nosotros. Y eso es autodependencia, “ser conscientes de lo que estoy haciendo, diciendo, oyendo o sintiendo”.

Autodepender es no mentirme nunca más, es enfrentar la verdad con coraje, es declárame capaz de aceptar la realidad tal como es. Dice Antonio Porquia en su libro “Voces”: Han dejado de engañarte, no de quererte y sufres como si hubiesen dejado de quererte. 

Me encantaría que la gente que yo quiero me quiera, pero si esa gente no me quiere, entonces me encantaría que me lo diga, y que después de decírmelo se vaya si así lo desea, pero que no me mienta, no quiero estar al lado de alguien que no quiera estar conmigo, es muy doloroso, pero siempre es mejor que si te quedaras engañándome.

Autodepender es elegir tu compañía, pero no forzarte a que permanezcas conmigo. Autodepender es dejar la puerta abierta para tener la certeza de que estas aquí a mi lado, porque quieres, pero sobretodo es tener la certeza de que estoy aquí a tu lado porque yo quiero.

Esto implica ser auténticamente quien soy, actuar como actúo, sentir lo que siento, correr los riesgos que quiera correr, hacerme responsable de todo eso. Nada de dejar que los riesgos los corran otros para hacer lo que yo quiero. Nada de correr riesgos que otros quieren que corra, nada de delegar la responsabilidad sobre lo que hago. Esto determina que sea una persona. Esto es lo que irremediablemente me compromete a defender mi propia libertad y también la tuya y la de todos.

Para poder ayudarte, pedirte, ofrecerte, para poder darte lo que tengo para darte y poder recibir lo que tu tengas para darme, primero voy a tener que conquistar este lugar, el lugar de la autodependencia.

El lugar de ser de una persona en el mundo. ¿Saben? No se nace persona, se nace ser humano y después de nacer cada uno de nosotros conquista un espacio único, irrepetible, se ha vuelto un individuo, pero ser un individuo no es todavía ser una persona, porque ser una persona implica ser capaz de concederse por lo menos cinco libertades, que Virginia Satir llama las libertades de la autoestima y que podríamos llamar libertades imprescindibles en proceso de convertirse en persona:

1.- Me concedo a  mí mismo el permiso de estar y de ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar que otro determine donde debería de estar o como debería ser.

2.- Me concedo a  mí mismo el permiso de sentir lo que siento en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.  

3.- Me concedo a  mí mismo el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo si quiero o de callármelo si es que así me conviene.

4.- Me concedo a  mí mismo el permiso de correr los riesgos que yo decida correr con la única condición de aceptar pagar yo mismo los precios de esos riesgos  

5.- Me concedo a  mí mismo el permiso de buscar lo que yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar que alguien más me conceda el permiso para obtenerlo.

Y así conquisto esta libertad, la libertad de ser autentico, condición imprescindible para ser autodependiente, condición necesaria para que ese adulto se haga cargo de mí y dejar de exigirme ser el que los demás quieren que sea, ser el que quiere mi jefe, el que quiere mi esposa, ser el que prefieren mis amigos, el que quieren mis hijos. Ser persona es darme a mí mismo la libertad de ser, este que soy.

¿Para qué queremos algunos ser dependientes? A veces porque cuando nos sentimos débiles, pensamos que estar bajo el ala de alguien más calificado, eso nos va a proteger. Otras veces para poder echarles la culpa a los demás. Otras veces de verdad creemos que tenemos que pedir permiso, ni nos auto engañan ni nos falta coraje, ni estamos enfermos, lo único que pasa es que no hemos llegado a ser personas. Es un tema de evolución, a veces no llegamos a ser personas porque nos da miedo, otras porque no hemos sido enseñados, algunas veces porque alguien nos ha oprimido mucho y otras finalmente porque no sabemos, simplemente no sabemos nada de esto.

Despertar…es, es el libro que tiene como propósito, vivir una vida autentica, ese es el fin último que un servidor desea, que usted encuentre y ojala se cumpla ese propósito, si usted quiere.

Agradezco siempre los comentarios recibidos y los casos compartidos con nosotros, en México y desde otras partes del mundo (vía Internet pmger@hotmail.com). Espero vernos pronto y platicar personalmente… Dios te bendice y te acoge!!!

Despertar…es

“La esperanza es algo bueno, tal vez lo mejor. Y lo bueno nunca muere. Estaré deseando que estas palabras te encuentren, y te encuentren bien”. A la luz de nuestras familias, decía Jesús, “No me digas que me amas, dime como vives”. “La familia que ora unida, permanece unida”. INICIATIVA LAGUNA un proyecto de valor y de valores para los laguneros y el MUNDO!!! Estoy a sus órdenes en la dirección electrónica: despertar_es@live.com. A través de Twitter: @Germandelacruzc Lo invito a visitar mi blog con más de 760 artículos de su interés: https://www.elsiglodetorreon.com.mx/blogs/familia

 

“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”
Germán de la Cruz Carrizales
                                                                          TORREON, COAH. MÉXICO

                                                                                         MMXXIV

Fotos más vistas en 15 días

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok