
‘Las reglas están para romperse’, dice una conocida frase, atribuida a Douglas MacArthur. La aseveración no significa que las normas sólo existan para ir en contra de ellas, más bien se refiere a que es importante entender y conocer reglamentos y directrices para saber cuándo es momento de cuestionarlos, debatirlos, refutarlos, reajustarlos, actualizarlos o desecharlos, a partir no sólo de códigos éticos sino también de convicciones personales y cánones sociales.
Los piratas no son precisamente ejemplo de honradez y honestidad, como marineros que se dedican a saquear y robar embarcaciones atacando y, a veces, matando tripulaciones enteras. Sus actos de violencia son criminales y no responden a ningún gobierno o ley, rompen reglas porque quieren; sin embargo, a veces también porque es necesario hacerlo, lo que es significativo, dado que como colectivo los piratas se rigen bajo un reglamento excepcional, uno que curiosamente refleja un sentido de honor y lealtad que es importante reconocer y que la película de Disney, Piratas del Caribe: La maldición del Perla Negra (EUA, 2003) recalca con determinación alrededor de su narrativa.
Dirigida por Gore Verbinski, escrita por Ted Elliott y Terry Rossio, y protagonizada por Johnny Depp, Orlando Bloom, Keira Knightley, Geoffrey Rush, Jack Davenport y Jonathan Pryce, entre otros; la historia se ambienta en el siglo XVIII y se centra principalmente en las aventuras del capitán Jack Sparrow, un excéntrico, astuto y hábil pirata que se une al apacible Will Turner, un joven herrero de profesión que vive secretamente enamorado de Elizabeth Swann, la hija del gobernador de Port Royal, en ese entonces sede del gobierno británico en Jamaica, quien ha sido secuestrada por la tripulación del Perla Negra, un legendario barco pirata liderado por el capitán Barbossa.
Will quiere salvar a Elizabeth porque su bienestar es su mayor prioridad, como joven enamorado que lo daría todo por la mujer que ama. Elizabeth a su vez intenta sobrevivir dando un nombre falso para que no sepan que es hija del gobernador, pues asume que ésta es la razón por la que fue secuestrada, para que su padre pague un rescate. Por su parte, Barbossa y su tripulación se llevaron a Elizabeth porque creen que ella es la clave para poner fin a una maldición sobrenatural que los persigue. Y Jack Sparrow sólo quiere recuperar la capitanía del Perla Negra, que considera es suya por derecho, pues le fue arrebatada a partir de un motín.
En este elaborado entretejido cada personaje tiene su propio objetivo o meta; la pregunta es cuál es el mejor camino para conseguir lo que quieren: ¿siguiendo las reglas o rompiéndolas? Es por eso que, a lo largo del relato, las traiciones se nivelan con las lealtades, la individualidad se ve cara a cara con la solidaridad y el sentido del honor juega un papel importante cuando se trata de seguir o no las normas. Por qué, para qué, en beneficio de quién o para afectar en qué grado a los demás. ¿Se quiebra el orden para aprovecharse del caos? ¿O tal vez porque lo establecido no está funcionando y es necesario cambiarlo?
Los piratas, al menos en esta historia, siguen sus instintos y responden sólo a sus propios intereses; sin embargo, hay algo que respetan y guía su camino: el código pirata, una serie de lineamientos que salvaguardan el orden y las relaciones entre capitanes y sus tripulaciones, repartiendo tesoros por partes iguales, por ejemplo, o ayudando al de junto porque se le considera un compañero o camarada, un aliado en lugar de un competidor o enemigo.
Hay honor entre ellos y ese honor importa; si se rompe el código se rompe el sentido del orden y la armonía, ya que implica que esa lealtad desdibujada y sobreentendida se ha perdido; y si no pueden confiar el uno en el otro, como piratas que recelan de los demás porque los demás les temen y marginan, entonces no podrán subsistir. Es una analogía importante hacia el mundo real; la sociedad funciona porque hay reglas, éstas idealmente deben respetarse como existen para dar orden y salvaguardar a los individuos. Si no se cree en ellas, si no funcionan o si ya no están vigentes tienen que cambiarse, no obstante, no pueden desaparecer por completo, porque las personas tienen que sostenerse en algo, tienen que guiarse bajo lineamientos que orienten su actuar.
Rebelarse ante el orden o el poder estructural no es lo mismo que caer en la anarquía; los piratas pueden negarse a las leyes sociales establecidas, porque no les ayudan ni les benefician, incluso los condenan, pero eso no quiere decir que no exista una ley propia que dictamine su proceder.
Cada sociedad o grupo tiene su forma particular de organizarse, pero su habilidad para sobrevivir recae más que nada en su capacidad para adaptarse. Es decir, el orden de las cosas importa, en cualquier cultura o colectivo, porque sin normas no hay estructura y, sin ésta, todo se desmorona. Que es lo que en su momento le sucedió a Jack Sparrow cuando su propia tripulación se amotinó aliándose con Barbossa, traicionándolo para quedarse con el Perla Negra.
En general los piratas dan la espalda a la autoridad y deambulan entre la ilegalidad, porque eso es lo que les permite tener éxito, sea saquear, robar o engañar. Pero en este caso lo que la tripulación del Perla Negra hace es ignorar su propio código de conducta, algo que, en contraste, Sparrow nunca hace, porque asimismo se trata de un código de supervivencia. Él podrá eludir y burlarse de las reglas que el gobierno británico tiene sobre la región, podrá también enredar y manipular las cosas para que se acomoden a su conveniencia, pero nunca va a darle la espalda a esas directrices que sirven como insignia de honor. Viéndose más como un forajido que como un maleante, lo que queda claro es que Jack quiere divertirse con sus aventuras, mientras Barbossa sólo quiere enriquecerse y derrotar.
La forma para sacar a Jack de la jugada es una deslealtad. La pregunta es: ¿qué tanto esto refleja la naturaleza de personas como éstas, siempre en busca de un beneficio o ganancia? ¿Acaso burlar o eludir cualquier tipo de reglamento o ley a conveniencia, romper normas sociales, incluso sus propias convicciones y ética con tal de salirse con la suya, no constituye a una persona gandalla, convenenciera o abusiva? Igual recordemos que ser individualista, narcisista o egoísta es algo común en la sociedad colonialista británica en que se desenvuelve esta historia, tanto incluso como en la sociedad contemporánea. En contraste, ¿acaso no hay integridad en alguien que, como Sparrow, desafía el orden sólo hasta el límite necesario, evitando confrontación con quienes no tiene ningún conflicto? ¿Cuándo y cómo el fanfarrón se convierte en canalla o el bravucón en abusador?
En perspectiva, no todo acuerdo sucede a conveniencia ni toda alianza se ve como una oportunidad de embaucar; no siempre tiene que haber un intercambio mutuo de favores. Cuando Will y Jack inicialmente colaboran es por lo que uno puede ofrecer y ganar a favor de ayudar al otro, pero en un punto las cosas cambian, la camaradería eventualmente sobrepasa la conveniencia y comienza a apoyarse en la lealtad que surge entre ellos. Esa es la clave de todo; se corresponde con respeto al que respeto muestra, se es solidario cuando hay solidaridad de vuelta y así sucesivamente.
¿Qué tiene que pasar para que alguien actúe desinteresadamente? ¿Qué significa solidaridad en un mundo donde parece que todo acuerdo, relación o dinámica implica transacción, utilidad, beneficio o ganancia? ¿Es que el individuo siempre busca un beneficio en toda relación, intercambio o acuerdo del que forma parte? ¿Hay honradez en no esconder intenciones adyacentes detrás de un halo de solidaridad? Y aquellos que actúan fraternal y abnegadamente, ¿qué les motiva y cómo se diferencian de los demás?
Jack prefiere ser directo en su discurso para evitar que crean que se esconde entre mentiras y farsas. Juega a parecer despistado para sorprender; astuto, pero no falso; directo, pero no grosero. Sus mañas no hieren, sólo engañan, porque no es cruel y destructor, como se le pinta al pirata más tradicional que conocemos. No es aquel criminal sanguinario de los que se conocen en el mundo real; la película más bien presenta a un personaje hábil y sagaz que sabe adelantarse a los hechos y los engaños de otros como medio principal de supervivencia.
En corto, el capitán Sparrow no es malo, pues, aunque siempre busque favorecerse, eso no significa que no vele por los intereses de aquellos a su alrededor. Aunque robe y persiga tesoros, nunca toma más de lo que necesita, no hiere inocentes, no cruza los principales principios éticos que establece la sociedad. Rompe reglas, pero también tiene claro cuando no debe hacerlo. ¿Se puede ser un ladrón pero no un villano? ¿Alguien que a veces se equivoca pero que aun así es capaz de ser heroico?
En esencia Jack Sparrow es el perfecto antihéroe, definido como un personaje complejo e imperfecto, que no tiene las mismas cualidades que el héroe habitual ni sus virtudes morales, sin embargo, tampoco es un villano en toda la extensión de la palabra. No hace las cosas conforme a la norma, sino construye sus propios parámetros, rechaza los convencionalismos y, por ende, es rechazado por sus métodos poco ortodoxos. Así que no hace lo que hace porque lo considere correcto, sino porque obtiene una recompensa. Puede ser deshonesto y manipulador, su brújula ética no siempre empata con los parámetros establecidos por el colectivo y es desvergonzada e irreverentemente transparente, de una forma cínica respecto a sus actos deshonestos.
El personaje funciona porque refleja con tino la definición de antihéroe, quien, a pesar de ser un pirata que se dedica a cometer fraudes y robos, no procede con maldad sino con ingenio y picardía. Más de una vez decide ayudar en lugar de comportarse con egoísmo absoluto y suele evitar conflicto y violencia zafándose de un problema negociando o intercambiando información y favores. Sus excentricidades lo hacen peculiar y divertido, muy alejado de esa imagen que la cultura popular tiene del pirata, convencionalmente descrito como mal encarado, cruel, violento, desagradable, despreciable y, en general, alguien malo que hace cosas con fines perversos.
Carismático pero accesible, con fallas, pero también virtudes, es lo que hace al antihéroe tan atractivo, narrativamente hablando. Hay espacio para empatizar con su actitud y proceder, a diferencia del héroe que a veces resulta demasiado íntegro como para ser verdad, por ende, distante y ajeno como para seguir su ejemplo. Jack es imperfecto, tropieza, se equivoca, a veces le gana la cobardía y no le interesa infundir miedo a partir de la imposición de la violencia. Estos matices permiten empatizar con él, incluso reconocerse en él; es decir, puede resultar difícil sentirse a la altura de un héroe idealmente correcto en todo lo que hace, en cambio, no suena imposible identificarse con alguien con buenas intenciones, faltas casi inocentes, tropiezos inesperados e imperfecciones humanas, tal como el antihéroe.
Esto es lo interesante de Jack Sparrow: es peculiar, simpático, irreverente, bonachón y alegre incluso cuando se encuentra entre la espada y la pared; un pirata de quien no se cuentan sus ilegalidades o acciones incorrectas, sino sus aventuras emocionantes, prácticamente romantizadas para ser aún más llamativas. Su estrategia perspicaz y astuta para tener éxito funciona incluso en el mundo real; como él, hay muchas personas que actúan con una pizca de encanto entre bromas y adulación para obtener lo que quieren, aprovechando carisma e ingenio para bajar las defensas del de enfrente, no para causar daño sino para conseguir, persuasiva e ingeniosamente lo que quieren. ¿Engaño estratégico o táctica efectiva de socialización y convencimiento?
“Es un pirata”, reclama el padre de Elizabeth cuando Will ayuda a Sparrow a escapar. “Y un buen hombre”, añade Turner. Jack no es un héroe ni quiere serlo, porque tiene vicios y no quiere dejarlos, sin embargo, entiende de solidaridad, sacrificio y amistad. En contraste, por ejemplo, con Barbossa, quien es todo lo contrario. Ambos piratas, ambos capitanes, ambos en busca de tesoros y a la altura del oponente si la ocasión demanda un enfrentamiento, pero con ideales muy distintos respecto a lo que hacen.
Para Barbossa, él es primero; lidera el levantamiento para hacerse con el Perla Negra, alegando que Jack es demasiado solidario como para cubrir el papel de temible y despiadado capitán, que es como cree que un líder debe ser; su tripulación sólo es un medio para conseguir lo que quiere, sin lealtades ni apegos, hombres que acatan órdenes, en lugar de camaradas en las buenas y en las malas, que es como el código pirata dictar que deben verse, como iguales, incluyendo a su capitán.
Elizabeth nunca es la damisela que no hace más que esperar a ser rescatada. Will no es un simple herrero que se limita a las habilidades de su profesión. Y Jack no es un pirata tradicional que cumple una función delictiva, desestabilizando los mercados de comercio, desafiando la ley para robar, secuestrar o saquear. Así como los personajes, la película plantea la importancia de ver las cosas desde una perspectiva fuera del convencionalismo y, a propósito, reflexiona: “Quizá en ciertas raras ocasiones si el hacer lo correcto exige un acto de piratería, la piratería en sí puede ser la acción correcta”. Ello, por cierto, no quiere decir ni que la piratería ni la ilegalidad sean lo correcto, sino que a veces seguir las reglas no es lo mejor, sino cuestionarlas bajo tu propia ética.
Ficha técnica: Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra - Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl