
“Todo vuelve, y el mismo instante se repite eternamente.”
Friedrich Nietzsche
Para Ana Antillanca
Te encuentras en Luxor, antigua Tebas, un sitio con vestigios de hace 5000 años. Hoy caminarás todo el día; como siempre, cargas con una mochila y una botella con agua, trazas la ruta general, aunque sabes que al final tus pasos seguirán las señales que te vaya mostrando el camino.
Pasas por una casa donde anuncian masajes; te gustan, experimentar que manos desconocidas exploren tu cuerpo y busquen aliviar las tensiones acumuladas es placentero. El hombre que te recibe lo hace con mucha familiaridad, te comienza a hablar en árabe, idioma que no entiendes; se lo dices, él gesticula e insiste. Cuando se da cuenta de que en verdad no le entiendes, como puede, entre inglés, italiano y español, te dice que te conoce; le dices que es tu primer viaje a Egipto, que te debe estar confundiendo con alguien más.
Te sientes bien, renovado, energizado; la música, el incienso y el trabajo sobre tu cuerpo ha sido magnífico, agradeces.
Sales del cuarto y el sol te deslumbra. Sigues tu camino, quieres visitar uno de los imponentes templos que ofrece esta ciudad, lo ubicas en el Google Maps, está a 20 minutos; la aplicación marca una ruta a través de un barrio popular, decides entrar, hay mucha gente a la puerta de sus casas, todos te voltean a ver, entiendes que pocos extranjeros se animan a entrar por estas calles, son casas humildes, las calles están sucias. Un niño de más o menos siete años te sigue, intenta interactuar contigo, pero la diferencia de idioma es una barrera; le regalas un dulce que traes contigo y es ahí donde se vuelve tu amigo.
El barrio es laberíntico, derecha, izquierda, calles cerradas de las que tienes que regresar, gente, vendedores, tu fiel compañero te sigue, un metro detrás de ti, revisas el teléfono y cada cuadra que avanzas parece recalcular una nueva ruta; es como si la geolocalización estuviera fallando, derecha, izquierda; si trajeras una brújula, sería como si el campo magnético de la tierra estuviera en continuo movimiento, derecha, izquierda; es raro.
Ya llevas dos horas caminando; la promesa del templo a 20 minutos resultó falsa.
Cansado, te sientas en unos escalones que están al pie de una casa, abres tu botella de agua y das algunos tragos; el calor está fuerte, aunque has vivido en el desierto del norte de México, sientes el rigor. La pañoleta que utilizas está caliente; te la quitas y la mojas. Al volverla a poner sobre tu cabeza, sientes un alivio casi mágico; tus sensores craneales llevan esa sensación a tu centro neural, el bienestar es inmediato. El niño que está a tu lado te observa con curiosidad; le ofreces agua y otro dulce.
Revisas tu teléfono de nueva cuenta; aparentemente te encuentras en una zona sin señal. Por fortuna, el mapa sigue cargado y parece que el GPS está funcionando; la bandera del templo ha desaparecido; sin embargo, el ícono de tu destino se muestra tres cuadras más adelante; lo admites, estás perdido, así que decides seguir lo que el mapa te señala, aunque no sabes adónde te lleve.
Derecha, izquierda, llegas al destino que marca tu teléfono, el niño se adelanta y entra con familiaridad a una casa que tiene la puerta abierta, lo sigues, una mujer al verte grita fuerte, sorprendida, le dices que no tema, que no le vas a hacer daño pero ella corre hacia ti, te abraza, te besa mientras las lágrimas lavan su rostro cubierto discretamente por su hiyab, detrás de ella, aparece otra mujer, mas vieja, pudiera ser tu madre que también reacciona parecido, corre hacia ti, gritando, llorando, balbuceando palabras que percibes amorosas pero que no entiendes, estás confundido, es como si hubieras llegado a casa después de un largo viaje, es como si al haber cruzado el umbral de la casa, hubieras cambiado tu pasado y tu destino, es como si este fuera tu lugar mientras el anterior se desvanece y mientras miras a tu alrededor comenzaras a recordar otra vida, una vieja vida, a tus padres, a tu mujer, a tus hijos, el niño que te acompañó todo el camino también se acerca, te abraza y sonriendo, te pide otro dulce, entiendes lo que te dice, te das cuenta que se parece a ti.