Hojas de plátano reciben diferentes guisos antes de experimentar un baño de masa. La mezcla se envuelve en las hojas y se cubre con el arropo del papel aluminio. El proceso es rápido, parece sencillo, pero si se hace un mal pliegue el guiso puede escurrirse; hacer tamales es ejemplo de arte culinario.
Más de 300 de estos tamales son vendidos a diario en una esquina de la colonia Las Etnias. A partir de las siete de la tarde, el aroma a masa y guisos bien cocidos atrae a conductores y transeúntes. Nace el deseo de sentir su sabor, de desbaratar su textura en el paladar.
A unos cuantos metros se encuentra el laboratorio gastronómico, donde doña Sirila encabeza la confección de este alimento. Aunque los laguneros han bautizado a estos tamales como "oaxaqueños", la receta de doña Siri registra sus raíces en Veracruz.
"El Pital (su pueblo) está muy chiquito, está como a dos horas de Veracruz, son pueblitos pequeños, como aquí Matamoros, así. Yo nací allí, mi mamá era de ahí también. El tamal de allá es en pieza, la carne no es deshebrada: ponen su pedazo, su huesito de lo que sea y ya. Pero son más chicos, aquí los hice más grandes. Quise hacer lo mismo que en Veracruz, pero la gente decía que era puro hueso y dije no pues voy a deshebrar la carne. Así empecé y a la gente que me compraba la tenía contenta".
Comenzó a hacer tamales en Torreón entre los años 1999 y 2000, en la calle 24 de esta ciudad. Allí se gestó el negocio gracias a lo aprendido en su infancia, pues desde pequeña observaba cómo su madre preparaba y cocinaba los tamales de hoja de plátano.
Tras la muerte de su esposo, el negocio se trasladó a Las Etnias en 2008, en una casa acondicionada para dedicarse a la producción. Allí la rutina arranca desde temprana hora. Doña Siri se levanta a las siete de la mañana dispuesta a poner en práctica toda su experiencia. Cocina guisos de rojo, verde, chicharrón prensado, rajas y frijoles con queso. La emoción se dibuja tras sus lentes cada que habla de su oficio.
"La comida es mi vida. Yo me emociono, me levanto temprano y ¡órale! ¡Tan, tan, tan, tan! Sola. Así me la aviento yo. Antes me levantaba más temprano, pero ahora un poquito más tarde, a las siete. Ponemos a cocer temprano la carne, se desmenuza. Si es pollo, lo mismo. Así hemos trabajado".
Doña Siri legó sus conocimientos gastronómicos a su hija María Estela. También sus nietas participan en la tradición y su yerno es pilar fundamental en el equipo. Actualmente emplea a más personal. Cuando se le pregunta sobre si piensa que la tradición seguirá vigente, responde: "Sí, y sí va a seguir, porque hay nietos y nietas que les gusta. Lo ven".
Mientras tanto, María Estela explica el proceso de los tamales en vísperas del Día de la Candelaria. Indica que las hojas de plátano vienen desde Veracruz. Un camión las transporta en rollos de 100 hojas. Enseguida son metidas al refrigerador, pues el clima de La Laguna puede echarlas a perder, las seca. Antes de usarse en los tamales, son lavadas en agua hirviendo. Tras escurrirse, están listas. Doña Siri añade que emplear hoja de plátano añade un sabor singular a los tamales.
"Allá (en Veracruz) no batallamos, allá están los platanares. Si se rompe una hoja ponemos otra y así nos la llevamos. Y aquí no, aquí tenemos que cuidarlas. Imagínese el transporte de allá. Son cinco días de camino para que llegue a aquí".
Los tamales son cocidos durante cuatro horas. Al caer el sol se llevan al estacionamiento de una tienda de conveniencia. Generalmente el producto se acaba en dos horas, por lo que se debe llegar temprano para disfrutar su sabor.
Doña Siri y su equipo también venden tamales hechos con hoja de maíz, cuya producción es similar, de aproximadamente 300 piezas al día y cuentan con el mismo sello y amor de esta casa.
Doña Siri legó sus conocimientos gastronómicos a su hija María Estela. También sus nietas y su yerno participan en la tradición.