El huracán Otis azotó Acapulco y la Costa Grande de Guerrero como categoría 5. (FOTOS: ANGÉLICA SANDOVAL)
Otis fue devastador y convirtió en pocas horas a la costa Grande de Guerrero en “tierra de nadie, en una zona de guerra”. Para residentes y turistas, el fenómeno meteorológico fue una pesadilla; han sido días de angustia, de conmoción, temor y asombro. La ciudad más grande de Guerrero, tiene una población mayor a los 779 mil habitantes y justo esta semana, era sede de la XXXV Convención Internacional de Minería por lo que la gran mayoría de los hoteles estaban repletos. Tan solo en ese evento masivo, se había contabilizado una afluencia de unas diez mil personas nacionales y extranjeras; más de 200 provenientes de la Comarca Lagunera de Coahuila y Durango.
La inauguración de la convención se estaba desarrollando el martes después de las 7 de la noche. Antes de ello, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador alertó en sus redes sociales a la población guerrerense. Según dijo, el huracán entraría al territorio con categoría 5 -la máxima en la escala de huracanes de Saffir-Simpson- entre 4 y 6 de la mañana y ya se había activado el Plan DN-III-E y el Plan Marina en coordinación con el estado.
En el evento minero realizado en el Centro de Convenciones de Mundo Imperial, estuvo el secretario general de gobierno de Guerrero, Ludwig Marcial Reynoso Núñez. En su discurso, previo a la declaratoria inaugural nunca alertó a los asistentes sobre la peligrosidad del huracán ni tampoco sobre si había necesidad de trasladarse a albergues para protegerse del fenómeno. Disculpó a la gobernadora del estado, de extracción morenista, Evelyn Salgado Pineda, por no poder asistir ya que se encontraba atendiendo la entrada del huracán Otis a la costa del Pacífico Mexicano. “Un huracán que ya es categoría 4, que se prevé pueda llegar a categoría 5 y en un estado con una fragilidad como el nuestro donde estos fenómenos meteorológicos causan estos grandes estragos, es muy importante que la señora gobernadora esté encabezando los esfuerzos como lo ha hecho a través de estos eventos para dar tranquilidad a la ciudadanía, a la gente del estado, no obstante, me ha pedido que les transmita a ustedes un saludo y el agradecimiento por haber elegido a nuestro estado, a nuestro querido Acapulco como sede para su convención…”.
La inauguración siguió desarrollándose de forma normal, motivo por el cual, turistas vivieron momentos de terror pues no alcanzaron a llegar a sus hoteles y el huracán los impactó en los autobuses, en el trayecto. Cuentan que se tomaron de las manos, empezaron a rezar y se tiraron a los pasillos de los camiones mientras escuchaban el crujir de las ventanas y la caída de los cristales. Los autobuses se tambaleaban y los choferes maniobraban para evitar que sobre ellos cayeran ramas de gran tamaño, postes y estructuras metálicas o de concreto. “Nosotros venimos en el autobús y ya no alcanzamos a llegar al hotel. Quienes ya llegaron al hotel métanse al baño, aléjense de las ventanas, ya no hay luz, no habrá comunicación pero primero Dios todo va a estar bien, quédense en el sitio donde se sientan seguros”, fue un mensaje que se envió por WhatsApp en un grupo de personas que regresaban del evento minero.
En muy pocas horas, Otis pasó de ser una tormenta tropical a un huracán de categoría 5 que tocó tierra con gran intensidad después de la medianoche del miércoles, con fuertes vientos de 270km/h, rachas de 330 km/h y oleaje de hasta 10 metros de altura. Golpeó todo lo que encontró a su paso. Destrozó habitaciones de hoteles. Por los pasillos y ventanales volaban vidrios, ramas, maletas, colchones, televisiones y toda clase de objetos. A lo lejos, se escuchaban gritos de “auxilio, se quebraron los vidrios de mi cuarto, sáquenme de aquí”.
El viento arrancó árboles con raíces profundas y postes de servicios públicos y en las calles, había vehículos volcados, cables, televisiones y cientos de vidrios esparcidos en la carpeta asfáltica.
En el hotel Princess Mundo Imperial, con arquitectura de estilo azteca, Otis desplazó una camioneta en color blanco desde el estacionamiento hasta el lobby donde también cayeron esculturas. El recinto se ubica frente al mar, justo en la avenida Costera de las Palmas en el fraccionamiento Granjas del Marqués.
Este hotel fue uno de los más afectados. Había muros desgajados, plafones caídos, mobiliario destrozado, goteras, palmas caídas, láminas, señaléticas donde se ofrecían taxis seguros en la Riviera Diamante desprendidas, ventiladores desechos al igual que sábanas y cámaras de videovigilancia.
Cuando el fenómeno meteorológico impactó fuertemente, varios turistas corrieron a esconderse al sótano del hotel que también sufrió inundaciones. Los sanitarios de las habitaciones quedaron a la intemperie, había puertas arrancadas de las bisagras, cayeron espejos en las tinas de baño y el restaurante Condesa y otros sitios de esparcimiento quedaron irreconocibles. “Esto es una zona de guerra, es una película de terror, ya no encontré mis maletas, Otis se llevó todo pero gracia a Dios estoy con bien, con vida”, dijo Daniela, una turista que se había hospedado en ese lugar. Caminaba entre los escombros, atónita por lo sucedido.
La zona diamante parecía una isla solitaria y caída la noche, había mucho terror, no había energía eléctrica, agua potable ni telefonía. Quien aún tenía batería, encendía la lámpara de su teléfono celular para sacar algún objeto de valor de su mochila o bolso o bien, para beber agua o comer algo.
Era imposible salir alguna tienda de autoservicio, farmacia o centro comercial. No se sabía lo que estaba ocurriendo en las colonias populares, en el aeropuerto o en los hospitales. La calle Simón Bolívar para llegar al bulevar de las Naciones, uno de los principales, quedó intransitable; asemejaba un pantano.
“MADRE, ESTOY BIEN”
En la zona hotelera, había cientos de turistas formados en un único módulo de wifi público buscando comunicarse con sus familiares. En un minuto, debían enviar un mensaje por whatsApp. “¡No llamadas, no videos, no fotografías!, por favor sólo avisen que están bien, vayan escribiendo su mensaje antes de conectarse porque hay mucha gente que también quiere usar el servicio. ¡Desconéctense por favor!, o vamos a tener que retirar el internet”, decía el hombre que se encargaba de colocar una contraseña en los teléfonos celulares para poder recibir la señal. “Madre, estoy bien, no me preguntes más porque no tengo tiempo, cuando pueda me vuelvo a comunicar, te amo”, dijo un joven entre lágrimas mientras se cubría con una toalla a las afueras del Hotel Princess. En este sitio de hospedaje, los recepcionistas huyeron y fueron los propios turistas quienes tomaron el área para empezar a hacer listados de personas localizadas y no localizadas. Había una planta de energía por lo cual también se controló la conexión de los teléfonos a las tomas de corrientes. El Princess fue de alguna manera el sitio de concentración y comunicación de turistas de otros hoteles cercanos que también quedaron devastados.
En el Hotel Pierre, hubo cuantiosos daños; había escombro, ramas, habitaciones inundadas que quedaron “al aire libre”, sin cristales, y albercas llenas de basura y agua sucia. El hotel, dio alimentación a los huéspedes, mañana, tarde y noche. Se entregaban porciones limitadas de pescado, cereal, arroz blanco, frijoles, lentejas y medias manzanas o guayabas. De tomar, medio vaso de leche, agua embotellada y agua de sabores. También adecuaron una zona del hotel como albergue. Llevaron colchonetas y los huéspedes sacaron almohadas y cobijas de los cuartos. Por la falta de agua potable, de una fuente que captó agua de lluvia, algunos turistas se asearon y usaron el líquido para los sanitarios o para lavar la ropa que traían puesta o que consiguieron prestada ya que Otis arrasó con su equipaje.
GRACIAS A DIOS YA PASÓ TODA LA PESADILLA
Don Feliciano Morales tiene 68 años y es playero en la costa acapulqueña desde hace unas cinco décadas. El martes 24 de octubre por la noche estaba terminando sus labores, cerca de un restaurante. Cuando empezó la lluvia no le tomó mucha importancia pues pensó que no sería “tan fatal” y que pasaría, como en cualquier temporada de precipitaciones. Sin embargo, después de las 11:30 de la noche, se percató de que algo no andaba bien y atemorizado corrió a buscar un refugio pero no alcanzó. Pasada la medianoche, una lámina que salió proyectada del restaurante le cayó encima. Trató de levantarse mientras veía como se desprendían las puertas y caían las palmas pero el viento lo volvió a tirar. Como pudo, se refugió en un área cercana a la zona diamante. Tenía fiebre y mucho dolor, producto de lesiones de consideración que sufrió en sus piernas. Pasado el huracán Otis fue auxiliado por los turistas y por un muchacho que se había resguardado en una oficina. Antier, no había acudido ninguna autoridad a brindarle atención médica. Dos mujeres que se encontraban hospedadas en la zona diamante gritaban “por favor, ayuden al señor, llamen al Ejército, necesita ayuda, nosotras lo curamos como pudimos pero necesita ir a un hospital”.
Varias personas improvisaron una camilla en uno de los camastros de la playa, tomaron sábanas y almohadas de las habitaciones y sacaron a don Feliciano para buscar trasladarlo a algún hospital.
“Ya me daba por muerto, sentía que era el último día de mi vida, porque en el momento en el que me chingué el pie ya no pude caminar, y me quedé refugiado en unas maderas, gracias a Dios ya pasó toda la pesadilla, le doy gracias a Dios porque me puso a toda esta gente que me ayudó. Toda mi vida he estado aquí en la playa y nunca me había tocado algo así”, expresó don Feliciano y después rompió en llanto. El señor de la tercera edad dijo que su hogar está en Villa Madero, una pequeña localidad en la que viven poco más de 1,400 personas; la mayoría de las familias operan en el comercio minorista. Desde el paso de Otis, no se había comunicado con su esposa y con su madre. Como don Feliciano, en la zona diamante, El Siglo de Torreón pudo documentar casos de personas con lesiones no graves en la cabeza, en las piernas, cuello y manos, con crisis nerviosas y trastornos de estrés postraumáticos. Habían pasado más de 30 horas y el temor crecía, sobre todo porque en la zona hotelera estaban escaseando los alimentos, no había recurso hídrico, empezaban a proliferar mosquitos y la información por parte de las autoridades locales era nula.
‘PINCH…GOBIERNO NO TIENE MADRE’
Mariana estaba hospedada en La Perla y llegó al puerto de Acapulco en su vehículo particular que fue pérdida total. “Todo el hotel está hecho caca, ¿por qué la pinch…gobernadora no canceló la inauguración de los eventos que había en Acapulco?. Nos hubiera dicho ‘señores, todos a sus lugares, si se pueden ir, váyanse, tienen cuatro horas para desalojar, era huracán 5, sí tenían esa información porque el gobierno federal la hizo pública esa información antes, pinch…gobierno no tiene madre, estoy bien furiosa por eso, si la zona diamante está hecha madre, no quiero imaginarme cómo quedaron las viviendas de la gente”, dijo la mujer mientras buscaba un autobús para trasladarse a la Ciudad de México, su lugar de origen.
Después de un día y medio en completo aislamiento, El Siglo de Torreón pudo salir de la zona diamante hacia el bulevar Las Naciones donde miles de personas corrían entre los automóviles con carros de supermercado llenos de mercancía que habían saqueado de centros comerciales y tiendas de autoservicio. Otros pobladores llevan sus camionetas repletas de electrodomésticos, ropa, zapatos, motocicletas, abarrotes y alimentos perecederos, entre otros. Además de personas adultas, en los actos de rapiña, había niños y niñas. En otros tramos de dicha vialidad, grupos de jóvenes desmantelaron vehículos, principalmente retiraban neumáticos, a unos metros de donde se encontraban elementos policiacos. No pasa nada y algunas mujeres comenzaban a ejercer violencia. “Es tierra de nadie, es increíble lo que estamos viviendo, no hay autoridad, no hay información, no sé qué va a pasar con nosotros”, dijo la señora María, una mujer de la tercera edad que se encontraba en un departamento de renta ubicado por ese sector que quedó destrozado.Según pobladores, desde el huracán Paulina, ocurrido en 1997, no habían presenciado un hecho tan catastrófico por lo que consideran que “hay que tener mucho respeto por la naturaleza”
MINEROS APOYAN
Industrias Peñoles fue una de las primeras empresas que comenzó a brindar auxilio a cientos de turistas. Enviaron autobuses para trasladar al turismo desde Acapulco a la Ciudad de México, dando prioridad a personas con discapacidad, lesionadas, mujeres, niñas y niños. Por su parte, la Asociación de Ingenieros de Minas Metalurgistas y Geólogos de México A.C. informó que se habían movilizado camiones y camionetas para trasladar a las personas que habían asistido a la Convención Internacional Minera a la Ciudad de México. Pidieron paciencia y prudencia.
MUERTOS Y DESAPARECIDOS
Luis Cresencio Sandoval, titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), informó que ante la devastación que dejó el huracán Otis en Acapulco, son 13 mil 700 elementos de las Fuerzas Armadas y Guardia Nacional los que realizan labores de auxilio en el puerto. En la conferencia mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador de ayer viernes 27 de octubre en Palacio Nacional, el general Sandoval indicó que se mantiene la cifra de 27 personas muertas y cuatro desaparecidas.
Después de la 1 de la tarde de ayer jueves, El Siglo de Torreón observó a elementos de la Guardia Nacional, ambulancias y autobuses que estaban arribando al puerto de Acapulco.
Imágenes exclusivas, tomadas por El Siglo de Torreón, sobre la zona afectada por el impacto del huracán Otis en Acapulco y la Costa Grande de Guerrero.
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