Siglo Nuevo

Nuestro Mundo

Acción más que palabra

Era frecuente, tiempo atrás, que los pactos comerciales se cerraran con la palabra empeñada, que era más que suficiente para honrar el compromiso. Hoy en día eso es impensable porque la confianza se perdió en el camino.

Acción más que palabra

Acción más que palabra

MARCELA PÁMANES

Si hay algo que las nuevas generaciones se cuestionan, es el tema del compromiso. ¿Hay crisis? Seguramente sí, sus circunstancias (construidas por quienes les precedieron) han significado navegar en un mar de incertidumbre, donde no hay claridad respecto a su presente y futuro, además de que los nuevos modelos sociales implican retos nunca antes vistos.

Comprometerse es una capacidad, pero también es un valor. Hay quienes dicen que significa con-promesa, y promesa viene del latín promittere, que significa a su vez “decir una cosa antes de hacerla”. Era frecuente, tiempo atrás, que los pactos comerciales se cerraran con la palabra empeñada, que era más que suficiente para honrar el compromiso. Hoy en día eso es impensable porque la confianza se perdió en el camino.

Comprometerse lleva implícita una carga de responsabilidad, que a su vez significa hacerse cargo, y eso es justamente lo que cuesta más trabajo.

Los niveles de compromiso suelen ser distintos, por ejemplo, el que asume un cargo de poder debe saber que sus acciones derivarán en consecuencias no solo para su persona, sino para muchos otros; por lo tanto, sus decisiones deben ser aún más pensadas. De hecho, todas las interacciones de los seres humanos traen consigo una buena dosis de compromiso, ya sea con sus propios valores, convicciones o creencias, con otra persona, con un grupo o con la sociedad.

Una persona que no quiere comprometerse suele tener miedo, por lo que es común que presente inestabilidad, inmadurez o egoísmo.

Las relaciones familiares, de trabajo y de pareja demandan responsabilidad y compromiso. Es ahí donde podemos explicarnos por qué los jóvenes no se atan a los trabajos. En cuanto consideran que sus expectativas, peticiones o sueños no empatan con lo que reciben de las empresas, no se tocan el corazón para dejar aquello que empezaban a construir.

Esto también ocurre en las relaciones sentimentales. Los frees (que significa “libres”) son lo de hoy. Sí, quieren estar, pero al mismo tiempo no quieren perder su libertad. ¿Esto cómo repercute en la salud emocional? Provoca ansiedad, incide en la autoestima y en la proyección de la vida a largo plazo, o bien, si de manera consciente no significa nada, habría que pensar en que quien así pudiera tener rasgos de alguna patología conductual.

También existen los “casi algo”, que son parejas que se comportan como novios, pero no lo son. No se reconoce una relación formal; por lo tanto, no se nombra, y entonces no hay que hacer nada para que se sostenga. Este es un tipo de relación que también le da la vuelta al compromiso franco y derecho.

Las parejas abiertas ya tienen algo de historia en la evolución romántica. En 1983, Darío Fo y su mujer Franca Rame escribieron a la par la obra de teatro Pareja abierta, que analiza la vida conyugal en momentos donde la crisis del sinsentido se presenta y la rutina agobia, pero también la necesidad de no perderse mutuamente, por lo que se establece un pacto de “libertad sexual” para luego caer en cuenta que el único que la disfruta es el hombre. La pregunta sería: en una relación así, ¿hay compromiso? ¿O lo único que importa es sacar a flote la unión sin importar el cómo?

Estos ejemplos valen para darnos cuenta de que el ser humano navega en aguas turbulentas que para sobrevivir a ellas se debe tener muy claro el propósito de vida, eso que llaman los japoneses ikigai, ¿qué amas?, ¿qué te hace sentir bien?, ¿cuál es tu misión?, ¿cuál es tu pasión?, ¿cuál es tu vocación?, solo respondiendo con sinceridad, podremos alcanzar un cierto grado de claridad en la decisión de comprometernos en la tarea de darle sentido a la existencia.

Haz tu declaración de compromisos, pégala donde puedas verla todos los días, estoy segura de que hay mucho que dejamos de lado porque nos ganan los afanes del momento, así al tenerla presente podremos valorar si avanzamos en nuestros propósitos y si cumplimos a cabalidad con lo planteado. La palabra convence, el ejemplo arrastra, seamos para las nuevas generaciones, aliento y no decepción, de tal manera que no le tengan miedo al compromiso.

Decía Jean-Paul Sartre: El compromiso es una acción, no una palabra.

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en: Marcela Pámanes compromisos actualidad

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Acción más que palabra

Clasificados

ID: 2317302

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx