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Dificultades para ponerse de acuerdo

En su artículo "La comisión de Babel", García Márquez recuerda que corrían los tiempos de la Guerra Fría, y en los extremos del dilema que representaba aquella incomunicación se encontraban los colegas de Estados Unidos y de la Unión Soviética.

Dificultades para ponerse de acuerdo

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VICENTE ALFONSO

En 1974, Amadou-Mahtar M’Bow, director general de la UNESCO, impulsó la creación de una comisión para realizar “un estudio a fondo sobre la comunicación y la información en el mundo contemporáneo”. Durante los siguientes dos años, dieciséis personas trabajaron para elaborar el estudio bajo el liderazgo de Sean MacBride, exministro de Relaciones Exteriores de Irlanda, que en ese año había sido distinguido con el Premio Nobel de la Paz. Si bien el grupo de trabajo recibió el nombre de Comisión Internacional para el Estudio de los Problemas de la Comunicación, es mucho más conocido como Comisión MacBride. Entre los integrantes estaban Elia Abel (decano de la escuela de periodismo de Columbia University, por muchos considerada la mejor del mundo, y la que otorga el premio Pulitzer), y el soviético Sergei A. Losev, director de la agencia soviética TASS. Sólo había dos latinoamericanos: el chileno Juan Somavía y el colombiano Gabriel García Márquez. Los miembros se reunieron ocho veces: cuatro en París, una en Estocolmo, una en Dubrovnik, una en Nueva Delhi y una en Acapulco. 

“Lo único en que todos estuvimos de acuerdo desde el principio fue en la certidumbre de que el flujo de la información de este mundo circula en un solo sentido: de los más fuertes hacia los más débiles”, escribiría García Márquez en un artículo periodístico publicado cuatro años después, titulado La comisión de Babel. “La mayoría pensábamos —y yo lo sigo pensando— que la información y la comunicación se han convertido en instrumentos de dominio de los países ricos sobre los países pobres, y esto causa otra desigualdad universal que es necesario corregir”. 

En efecto, que la información fluye de los países fuertes hacia los débiles fue una de las primeras conclusiones de la comisión. Uno de los documentos preparatorios del Seminario Internacional sobre la Recolección y Diseminación de Noticias, organizado por la propia Comisión y realizado en Estocolmo en 1978, sostenía: “las actuales redes noticiosas reproducen en gran medida los lazos establecidos en períodos coloniales, así como también las relaciones económicas de hoy y las afinidades culturales e idiomáticas. EI flujo de noticias tiende a circular solo en la dirección norte-sur y coarta el desarrollo de los prácticamente inexistentes intercambios entre los países del Tercer Mundo”. 

El resultado de los trabajos de la Comisión era aún más preciso. Titulado Un solo mundo, voces múltiples fue publicado a fines de 1980, y el artículo antes mencionado fue calificado por García Márquez como “el mejor informe posible sobre el drama de la comunicación sin regreso”. El informe advertía que cinco agencias —Agence France Presse (Francia), United Press International y Associated Press (Estados Unidos), Reuters (Reino Unido) y TASS (URSS)— “tienen instalaciones técnicas de tan alta calidad y pueden utilizar una red de corresponsales tan vasta que literalmente dominan el escenario de las noticias internacionales”. Un informe de la UNESCO estimaba el flujo diario de AP, UPI, Reuters y AFP en 32.9 millones de palabras diarias. De entonces a hoy, las capacidades técnicas y el alcance de aquellas cuatro agencias ha crecido hasta niveles inimaginables. No obstante, el reto sigue siendo el mismo: no comunicarse más, sino comunicarse mejor. 

En su artículo, García Márquez recuerda que corrían los tiempos de la Guerra Fría, y en los extremos del dilema que representaba aquella incomunicación se encontraban los colegas de Estados Unidos y de la Unión Soviética. Para el norteamericano, Elie Abel, era imposible concebir cualquier intento de intervención estatal en la información; para Losev, en cambio, lo descabellado era pensar en cualquier posible intervención privada. Ante ello, el novelista colombiano comenta: “el jamón de este sándwich éramos los nativos del Tercer Mundo. Unos y otros parecíamos convencidos de la urgencia de democratizar la información pero era evidente que, alrededor de la mesa, había dieciséis maneras distintas de entender la democracia”.

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