¿La poesía habita en el poeta o es el poeta quien habita la poesía? El autor Sergio Pérez Torres (Monterrey, 1986) intenta no ser grandilocuente, pero le parece que la poesía habita en el exterior. Indica que es el poeta quien debe tener sensibilidad para captarla, para atraparla. “Pienso que, por un breve instante, la poesía puede habitar al poeta”.
Pérez Torres se enlaza virtualmente desde Mérida en una mañana de enero. Sus versos han encontrado hogar en su nuevo poemario titulado ‘Éxodo a ningún lugar’, el cual resultó ganador del XVIII Premio Nacional de Poesía Dr. Enrique Peña Gutiérrez y ha sido publicado en edición bilingüe por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), con traducción de Colin Carberry.
El autor sitúa el origen de esta obra en el año 2015, con raíces distintas atravesando el suelo poético y creativo. En este terreno de relieves versados, ‘Éxodo a ningún lugar’ se divide en dos partes. La primera, titulada ‘Esta es mi casa’, se relaciona con lo propio, lo familiar, con la cuna. Se nutre de poemas largos, conectados con la tierra, con la pertenencia, con la creencia, con la unión, con símbolos que el poeta reconoce propios.
“Fue una cosa bastante casual, esto no nació con la idea de formar un libro, sino como una expresión bastante natural y quizá como una deuda hacia mis padres, y a la tierra de mis ancestros”.
Menciona que su familia paterna es originaria de Los Ramones, localidad enclavada en el corazón del estado de Nuevo León. Mientras que el poeta creció en el área metropolitana de Monterrey, en esa densa urbe rodeada por las montañas.
“Sin embargo, cuando mi padre se jubila, compra una casa de campo en un terreno que originalmente era el sembradío de mi abuelo. Eso fue significativo, porque era reconocer una casa que de alguna manera es propia, sin embargo, nunca nadie había vivido ahí”.
Cuando Sergio Pérez Torres visitaba el lugar, captaba los versos que se le presentaban y los imprimía en borradores de poemas. Tal como lo comentó, empleaba su sensibilidad para percibir eso que existe más allá de la palabra y la imagen.
En la segunda parte, titulada ‘La canción del extranjero’, se refleja la estancia que el autor tuvo en Londres, ciudad a la que odió por su clima, sus precios elevados y el carácter de sus transeúntes. Fue un lugar del que deseó irse, pero a la vez se vio limitado a no hacerlo.
“Y en el diario de viaje que registré, empezaron todos estos flachazos, estos otros poemas muy cortos, pero que sumaban en número acerca de lo ajeno, lo distinto, el choque entre culturas, el frío”.
Al darse cuenta de que ambas partes opuestas sostenían un diálogo, como las dos caras de una misma moneda, Sergio Pérez Torres pudo entrever que se asomaba la conformación de un libro.
La luz y el viento son elementos sobresalientes en sus versos. El común denominador es que ambos son intangibles: elementos que pueden verse, sentirse, pero que se niegan a ser apresados. El autor indica que el sentido de la luz suele aparecer de una manera violenta, como algo que se revela y permite a los seres humanos a ir más allá de ellos mismos.
Por otra parte, considera al viento como un espíritu, un ímpetu de movimiento, de cambio y de comunicación, que a fin de cuentas le habla de su propia naturaleza.
“Es algo que siempre está cambiando y que, a pesar de que pueda parar y habitar en un lugar, no pertenece a ningún lado y al mismo tiempo está en todos”.
Cabe señalar que ‘Éxodo a ningún lugar’ está prologado por el maestro Ernesto Lumbreras, cuya trayectoria en la poesía ha sido ardua y reconocida. En sus palabras, Lumbreras indica que Sergio Pérez Torres sabe “que la morada de la infancia perdida en el recóndito pasado —esa superchería del tiempo—, es una ilusión titilante entre vientos inhóspitos, una trampa de la memoria más entrañable”.
Y es que, tal como lo mencionan los versos de Pérez Torres: “Hay un cielo estrellado para nadar en cada lágrima / por la sangre de los que jamás serán hallados”.
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