Después de la conquista del campeonato del Clausura 2024 por parte de las Águilas del América; que, por cierto, se convirtió en tricampeón al ganarlo por tercera vez de manera consecutiva, se despertaron los más diversos comentarios: que si los de Coapa son ya un equipo de época; que si lo merecían o no, por su manera de enfrentar la liguilla; que si son el mejor equipo de la historia; etcétera, etcétera.
Pero el que tal vez más veneno lleva por dentro, es el que hace alusión a la supuesta ayuda que recibe el América de los árbitros, y no por simpatía de algunos de ellos hacía el cuadro crema, sino por supuestos arreglos a su favor en los más altos niveles de la Femexfut, acusación que además de temeraria; a mí, por los menos, me resulta infundada.
Porque, la verdad sea dicha, nunca nadie ha probado nada a ese respecto, a pesar de que es bastante recurrente; y no solo con el América, pues en su momento otros conjuntos de nuestro futbol también han sido señalados del mismo pecado; el Atlas, por ejemplo, como cuando consiguió su bicampeonato, bajo la suposición de que sus directivos arreglaron lo necesario para que obtuviera sus títulos.
Pero mientras se sigan haciendo acusaciones de este tipo, sin ningún sustento que pruebe su veracidad, habrá que hacer caso omiso de ellas, por más que algunas veces provengan hasta de personajes de la prensa, que pareciera que lo que buscan es un momento de fama o más rating, pasando por encima de la ética que debe regir su labor periodística, lo que es denigrante para su profesión y un insulto a la inteligencia del público.
Pero si bien, lo anterior puede poner a salvo la integridad de nuestro futbol, no salva al arbitraje mexicano de las críticas de aficionados, directivos, técnicos, jugadores y periodistas, que sí coinciden en cuestionar al arbitraje azteca por su más que manifiesta incapacidad.
Personalmente creo en la honestidad del arbitraje mexicano mientras no se compruebe lo contrario, pero estoy bien convencido de su rampante mediocridad, pues salvo contadas excepciones, los nazarenos mexicanos son bastante malitos, y nos regalan semana a semana verdaderas joyas de su mal desempeño.
La incapacidad de los árbitros mexicanos no pasa por desconocer el reglamento, seguramente se lo saben hasta de memoria, creo que tampoco por su condición física, pues se supone que pasan pruebas de aptitud en este sentido, aunque luego algunos se descuidan y terminan los partidos con la lengua de fuera.
Pasa más bien por la disparidad de criterios que muestran, incluso en un mismo partido; pero sobre todo por falta de ciertas habilidades de tipo personal, como son: la toma de decisiones rápida y precisa; mantener control del juego; uso atinado de tarjetas; ejercicio de autoridad y liderazgo; saber soportar la presión; respeto y buena comunicación con jugadores y técnicos; trabajo en equipo con asistentes; etc.
En síntesis, a muchos silbantes aztecas les falta una personalidad que oriente sus emociones y conducta, y que garantice partidos justos, seguros y emocionantes en este futbol nuestro de cada día.