El humor desde una perspectiva feminista
Imaginemos un escenario vacío en un teatro a reventar. Lentamente el cotilleo de los espectadores disminuye a la par que se anuncia la tercera llamada. De pronto, una luz resplandeciente enfoca el espacio que se encuentra justo en el centro. Aparece una mujer en escena sosteniendo un micrófono, camina lentamente hacia el resplandor hasta que queda iluminada de pies a cabeza. Usted no puede escucharla pero sí a los asistentes en el recinto.
¿Qué imagina que dirá? ¿De qué podría hablar, sola, frente a cientos de personas? ¿Será acaso una charla motivacional? ¿Un taller sobre maquillaje? ¿Hablará acerca del hogar y los malabares que hay que realizar para mantenerlo a flote? Usted no logra percibir ningún sonido que emana de su boca, pero sí el del público, y éste comienza a reír a carcajadas. Parece que al final ni “échale ganas”, ni lista de cosméticos, ni hablar sobre cómo quitar el cochambre del horno. O tal vez sí, tal vez la mujer menciona todo eso mientras se queja de la pila interminable de trastes que todos en su casa piensan que desaparece mágicamente y se burla de cómo se espera que no se ría de todo aquello que la atraviesa.
¿LAS MUJERES TIENEN HUMOR?
La premisa de la carencia de humor en el sexo femenino no es nueva. La percepción que se tiene sobre la comedia influye directamente en dicha aseveración. El antropólogo Mahadev Apte expone en su libro Humor y risa: una aproximación antropológica que el humor podría considerarse una herramienta de violencia. Asimismo, explica que uno de los objetivos de la risa consiste en ser un refuerzo personal a través de la humillación (tanto física como psicológica) ante los demás.
Siguiendo tal línea discursiva, se podría asumir al acto de provocar la risa como un proceso violento y hostil, adjetivos que quedan lejos del estereotipo que a lo largo de los años se le ha atribuido a la mujer: sumisa, delicada e inofensiva. ¿Que se burle de la incapacidad de su esposo para atinarle al cesto de la ropa sucia? ¡Jamás! ¿Que hable acerca de lo cansado que es cuidar a sus hijos sin la máscara de madre abnegada? ¡Imperdonable!
La lingüista y feminista Robin Lakoff, quien dedica gran parte de su trabajo a exponer la desigualdad de la mujer frente al hombre desde el enfoque de la lengua, sostiene que “la educación femenina ad hoc mantiene que no es correcto contar chistes delante de los hombres, lo que obliga al sexo femenino a aplacar su labia humorística”. La mujer educada no debe ni puede reírse en voz alta porque, como dirían quienes no saben, calladita se ve más bonita.
“Prohibido burlarse del hombre” parece ser la condición permanente a la que se enfrenta la mujer día tras día. Por tal motivo, suena lógico que también la comedia sea una de las vertientes en las que su papel es relegado frente a la voz masculina. Incluso, el hecho de no reírse ante los chistes machistas que todavía abundan en la actualidad, reafirma erróneamente la supuesta carencia humorística femenina.
¿Por qué no sería divertido escuchar una y otra vez cómo los hombres se ríen de la “prisión” que es el matrimonio? ¿O sobre la visión de la cocina como único espacio en donde la mujer debería existir? Suena sumamente disfrutable perpetuar los prejuicios y estereotipos que conforman el sistema patriarcal, ¿cierto?
En el artículo El humor como estrategia feminista en la obra de escritoras contemporáneas de América Latina, la autora Marcia Espinoza-Vera explica que tradicionalmente las mujeres son catalogadas como amables y “la escritura cómica requiere agresividad, sátira y ridículo, no amabilidad”. Esto no quiere decir que exista una falta de agresión en el trabajo humorístico femenino, sino que el humor es ejercido de una manera más indirecta.
La doctora Linda Naranjo-Huebl, citada en el artículo ¿Tienen las mujeres sentido del humor?, destaca que diversos estudios manifiestan que los hombres suelen expresar hostilidad y agresión en sus chistes, mientras que “las mujeres prefieren las bromas, los juegos de palabras y las anécdotas. Tienden a evitar la burla habitual del humor masculino a favor de la sutileza, la ironía y reírse de sí mismas”.
HUMOR FEMINISTA
“¡No lo llamo por mis arrugas Doctor, lo que quiero que me opere es el espíritu de sacrificio!” exclama la señora retratada en una viñeta de la humorista gráfica Diana Raznovich. Al fondo, una pila de ropa doblada y una plancha la esperan. La artista centra su trabajo en poner a la mujer como protagonista y cuestionar al machismo que la rodea.
Es justo de esos ingredientes de los cuales se nutre una corriente de la comedia que busca alejarse del enfoque racista, misógino y clasista que por años ha prevalecido en los escenarios humorísticos.
El humor feminista es la firme valentía de demostrarle al mundo que las mujeres tienen mucho por decir, y por reír también. Si bien es una clasificación actualmente necesaria para fomentar espacios donde el micrófono no sea exclusivamente para la voz masculina, es también un ejemplo de a dónde debería dirigirse la comedia: un lugar seguro para relajarse, divertirse y, también, cuestionar el porqué de las cosas.
Un ejemplo de dicha búsqueda es el show StandUperras, colectivo de mexicanas feministas. Presentándose por primera vez en el Festival Internacional de Cabaret en 2017, el proyecto liderado por Cynthia Híjar —y actualmente conformado por cinco humoristas— cuestiona al sistema mundial, al patriarcado y al capitalismo en un performance que se aleja de lo establecido para apropiarse de las vivencias de las comediantes sin caer en la burla al otro. El discurso se enfoca en las relaciones de pareja, aborto, menstruación, salir del clóset, etcétera.
“Todas somos feministas interseccionales, por lo tanto nos parece muy importante no caer en el clasismo, racismo, homofobia o lesbofobia durante nuestras rutinas”, comenta Tamara de Anda, integrante de StandUperras, en una entrevista para Time Out México.
Desde 1998, un grupo de cuatro mujeres mexicanas se unió para crear la compañía Las Reinas Chulas. A través del teatro cabaret, Ana Francis Mor, Cecilia Sotres, Marisol Gasé y Nora Huerta logran ser una fuente de reflexión sobre temas de actualidad.
Empleando la sátira, la farsa y la música generan una crítica política y social que defiende los derechos humanos y, particularmente, los derechos de las mujeres. Las Reinas Chulas, quienes también fungen como talleristas de las próximas generaciones de artistas, perciben en el humor una posibilidad de lucha contra la violencia de género.
CONTRA LA VIOLENCIA
La comedia podría ser también una forma de enseñanza colectiva: sanar como individuo para aportar positivamente a la sociedad. Un estudio presentado por investigadores del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento de la Universidad de Granada propone al humor feminista como una vía para combatir la desigualdad.
Un artículo publicado en 2020, en la revista Sex Roles, señala las repercusiones del humor feminista (al que llaman humor subversivo) en acciones colectivas en favor de la equidad. Los resultados demostraron que la exposición a este tipo de comedia provocaba que aquellas personas con menores puntuaciones en identidad feminista se implicaran más en actos grupales.
Es así que esta corriente humorística no únicamente le proporciona un espacio seguro a las mujeres y minorías, sino que también es una herramienta para combatir los prejuicios patriarcales, priorizando la ironía mientras se señalan y critican los estereotipos y la discriminació.
REÍRSE DE LOS PREJUICIOS
Comunicarse a través del humor es una de las premisas de Lola Vendetta, un personaje creado por la ilustradora española Raquel Riba Rossy.
Una mujer embarazada, otra sosteniendo a un bebé recién parido y otra menstruando bajo el título Sexo débil los cojones se convirtió en la obra estandarte de Lola. Mediante sus viñetas, Riba Rossy busca alzar la voz frente a las injusticias que envuelven a la mujer en la actualidad. Se burla de las etiquetas, de la carga de tener que cumplir siempre con las expectativas sociales y de la vergüenza que provoca el cuerpo femenino, generando empoderamiento.
Las mujeres humoristas existen y resisten para demostrar que una comedia lejos de la violencia es posible. No solamente como ejercicio de empatía y solidaridad, sino como un reflejo del hartazgo y un cuestionamiento hacia las jerarquías de poder. Ellas llenan el espacio con su voz y deciden de qué, cómo y por qué se carcajean.
Ya lo decía la novelista y poeta mexicana Rosario Castellanos en su ensayo Mujer que sabe latín: “Ante esto yo sugeriría una campaña; no arremeter contra las costumbres con la espada flamígera de la indignación ni con el trémolo lamentable del llanto, sino poner en evidencia lo que tienen de ridículas, de obsoletas, de cursis y de imbéciles. Les aseguro que tenemos un material inagotable para la risa”.