Gabo y los amores contrariados
Cierto día en una reunión, un entrañable amigo, hastiado de vivir con su esposa por más años de los que su entendimiento y paciencia creyeron soportar, me hizo una confesión al calor de las copas: “Estoy terriblemente enamorado de otra mujer. Esto no fue una sorpresa para nadie; sus amigos cercanos lo sospechábamos, mas nunca nos atrevimos a preguntarle. Las actitudes de ambos, cargadas de odio e indiferencia, los delataban. Entonces tenían dos hijos y otro más que venía en camino. La monotonía y la falta de interés los estaban acabando. El amor de los primeros años se esfumaba con el paso del tiempo.
—¿Qué puedo hacer?, me preguntó, agobiado. ¿Cómo decírselo a ella? ¿Cómo no dañar lo que tengo ni dañarme a mí mismo? ¿Cómo engañar a mi corazón para que no sienta?
Como respuesta le di un abrazo. No supe qué más hacer ni decir. En algún momento de nuestras vidas todos hemos sido víctimas de los amores contrariados.
Amor y cólera
En uno de sus artículos escritos para un periódico, Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927) asegura que el amor es una enfermedad que proviene del hígado, producto de una ingesta elevada en grasas y proteínas. El enfermo cursa con un cuadro crónico que suele irse por los escenarios de la tragedia y el melodrama. Si no se encuentra la cura adecuada, la cual consiste únicamente en el olvido, el padecimiento llega a tener consecuencias funestas, desde volverse loco hasta producir deseos de atentar contra la vida propia.
Así ocurre en la Barranquilla de Gabriel García Márquez, mágicamente dibujada en El amor en los tiempos del cólera (1985), donde la gente se suicida a causa del desamor. La excepción a la regla la cumple el fotógrafo Jeremiah de Saint-Amour, primer suicidio que el doctor Juvenal Urbino recuerda no haber sido consecuencia de los amores contrariados; el fotógrafo emplea un salmuero de cianuro por la simple razón de no padecer el suplicio de llegar a viejo.
Ese mismo día, la muerte toca los hombros del propio doctor Juvenal Urbino, al tratar de rescatar un loro blasfemo que escapa de su jaula y que canta vítores al partido liberal desde lo alto de un árbol. El añoso doctor, con tal de callarlo, sube a una escalera y en el cuarto peldaño resbala, sufriendo un duro golpe en la cabeza que le arrebata la vida. Fermina Daza, su esposa, alcanza a llegar al lugar de los hechos, donde el doctor Urbino, malherido de muerte, aguanta la última exhalación de su pecho para alcanzarle a decir: “sólo Dios sabe cuánto te quise”.
Mientras el pueblo vela y llora al finado médico, Ariza, un viejo y calvo florentino se presenta ante los pies de Fermina Daza, la viuda, para declararle su amor. Un amor de adolescentes que, por situaciones del destino, no fue posible consumar en su momento. Un amor que sigue latiendo en los corazones de ambos, a pesar de haber transcurrido 51 años, nueve meses y cuatro días desde que Fermina Daza lo rechazara categóricamente. Un amor sobreviviente al tiempo, a la distancia, a los amoríos de ambos y al cólera, una fatal enfermedad cuyos síntomas asemejan al enamoramiento, profundo y necio de los protagonistas, del cual no logran salir indemnes.
La trama de la novela más personal de Gabriel García Márquez, escrita tras recibir el Premio Nobel de literatura, sorprende por su brillante y sólida estructura, así como por su lirismo mágico. El libro se consolida como una de las más grandes historias de amor jamás contadas y como un clásico instantáneo dentro de la narrativa contemporánea a nivel mundial.
Amor e incesto
Aunque la soledad es uno de los temas principales en Cien años de soledad (1967), el amor contrariado hace su aparición a lo largo de las siete generaciones de la familia Buendía. La historia, que va desde la fundación del pueblo de Macondo hasta el final del linaje familiar, transita entre guerras, magia, calamidades y los amores de la familia Buendía. Algunos de estos amores son, sin embargo, de carácter incestuoso. Esto se ve fomentado por la falta de afecto en un Macondo gobernado por la mezquindad, el calor y la peste de la ignorancia, donde muchas de las cosas carecen de nombre y para identificarlas tienen que ser señaladas con el dedo.
La novela comienza detallando la relación entre dos primos: José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, fundadores de Macondo y ejes de la familia, enamorados bajo presagios y maldiciones. La pareja procrea tres hijos, con el estigma de que las relaciones incestuosas pueden causar que uno de ellos nazca con cola de cerdo, aunque esto no ocurre en las primeras generaciones. Conforme la familia y Macondo florecen, el delirio de los amores contrariados se repite entre algunos de sus integrantes: José Arcadio, hijo del patriarca, se casa con Rebeca, su hermana adoptiva. Años después, Aureliano José, uno de los nietos de José Arcadio Buendía, se enamora de su tía Amaranta, aunque ella rechaza sus propuestas para unirse en matrimonio. Al final de la novela, en el declive del linaje, Aureliano Babilonia y Amaranta Úrsula, últimos descendientes de la familia Buendía, se enamoran desconociendo que eran parientes cercanos y engendran, cumpliendo los presagios, a un niño con cola de cerdo. El último y único de los Buendía concebido con amor verdadero tiene un final trágico, al ser devorado por las hormigas. Con ello, la estirpe de siete generaciones queda condenada a la soledad, sin una segunda oportunidad de quedar sobre la tierra.
En uno de sus múltiples discursos, Gabriel García Márquez cita una de las frases que más apego tendría a la que es considerada la más grande de sus obras: “La fuerza invencible que ha impulsado al mundo no son los amores felices, sino los amores contrariados”.
Amor, sangre y muerte
A través del amor, quizá el sentimiento más humano y eterno, García Márquez tejió sus historias más grandiosas. Este motor mágico fue un elemento primordial. Un amor que traspasaba más allá de la sociedad, la enfermedad y la muerte. Como en el caso del senador Onésimo Sánchez, personaje principal del cuento Muerte constante más allá del amor quien, gracias a Laura Farina, su amante, su esperanza de vida se prolonga tras ser diagnosticado con una enfermedad terminal. El cuento, incluido en el libro La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada (1972), retrata un amor prohibido y repudiado por la sociedad que sirve a la vez como paliativo a un trastorno sin cura. La muerte, tres meses después de lo pronosticado por sus médicos, encuentra al senador en los brazos de su amada, en medio de una reconfortante paz ajena a los temores.
Otro caso ocurre en El rastro de tu sangre en la nieve, incluido en su libro Extraños peregrinos: doce cuentos (1992). Billy Sánchez y Nena Daconte, una pareja acomodada pero atípica, deciden casarse, aún con el rechazo de ambas familias, y pasar la luna de miel en París. Durante el viaje, Billy Sánchez le compra un ramo de rosas y ella se pincha un dedo con una espina, provocándole una herida. El dedo no para de sangrar, dejando un rastro sobre la blanquísima nieve de la Francia invernal por donde transitan. El sangrado progresa, al grado de que Nena Daconte amerita ser hospitalizada. Billy Sánchez, sin saber una palabra de francés, solo entiende que no debe estar dentro del hospital, así que renta una habitación en los alrededores. Los días pasan, en los que Billy se dedica a vagar y conocer París, sin que tenga noticias de su mujer. Cansado, Billy decide burlar la seguridad el hospital y se topa con la noticia de que Nena Daconte había muerto días antes. Las autoridades trataron de localizarlo por todas partes, incluso a través del radio y la televisión, sin conseguirlo. Billy Sánchez vivía ajeno a cualquier situación mientras dormía en una pequeña habitación a escasos metros de su amada.
La amargura del desenlace de El rastro de tu sangre en la nieve nos permite recordar que la superficialidad de la vida cotidiana nubla, en muchas ocasiones, las situaciones verdaderamente importantes. El cuento, inmerso en el realismo mágico, es una crítica a las decisiones tomadas por el amor fugaz y contrariado, a la desidia y a la frivolidad de la condición humana.
Amor y rabia
Un perro rabioso vaga suelto por las calles de una Cartagena de Indias en tiempos de la Colonia. El can, con toda la ira de su enfermedad, muerde a Sierva María de Todos los Santos, una pequeña de trece años, hija de aristócratas, quien solo piensa en cómo será el sabor de su primer beso. La niña contrae la rabia y sus síntomas de locura son confundidos por la severa iglesia inquisitoria del siglo XVIII con una posesión demoniaca. La niña es encerrada en un convento para ser exorcizada. Ahí, Sierva María de Todos los Santos encuentra al amor de su vida, el padre Cayetano, su exorcista, quien lejos de expulsar sus demonios se pierde en sus ojos y en su inmaculada mirada de amor.
Esta es la premisa para Del amor y otros demonios, novela publicada en 1994. Gabriel García Márquez toma como elemento principal el amor, jovial y sin mancha, que va más allá de creencias, juramentos, edades y condiciones sociales. La rabia, como una posesión demoniaca o como un mal de amor contrariado, exhibe síntomas similares: alteraciones de la conciencia, lenguaje obsceno, palpitaciones cardiacas, aumento de la temperatura corporal y evidentes cambios en la conducta. Estos síntomas, presentados por los personajes de Sierva María y el padre Cayetano, confluyen formando una comunión de los cuerpos y de las almas, una entidad etérea desbordante de pasión divina, inseparable a pesar de la distancia o la inevitable muerte. Del amor y otros demonios es la novena novela de García Márquez, texto breve en extensión pero con asomos de largo aliento, sumergida en el amor contrariado y en el realismo mágico característico del autor.
Amor y senilidad.
Tras una década de silencio y en el ocaso de su trayectoria como escritor, Gabriel García Márquez publicó una obra que ya nadie esperaba: Memoria de mis putas tristes (2004). La novela se centra en un solitario periodista, un anciano de noventa años, enfrascado en la aventura de encontrar el amor en adolescente virgen. Aunque fue prohibida en varios países por su supuesta apología a la pedofilia y censurada en México por varias organizaciones no gubernamentales, la obra, inspirada en La casa de las bellas durmientes del también premio Nobel, Yasunari Kawabata, es una reflexión profunda sobre el declive de la vida, los infortunios de una vejez solitaria y de la práctica del sexo llevado con amor en las edades mayores, a veces lo único que puede otorgarle un sentido final a la vida.
Memoria de mis putas tristes fue la última novela de Gabriel García Márquez. Una obra enmarcada por el desencanto de la senilidad, como una carta premonitoria de su muerte. Quizá sea su obra más polémica, a la vez que la más desgarradora. Una historia sobre el amor contrariado e imposible, aunado a la inminente melancolía de volverse viejo.
Amor contrariado.
Meses después, volví a encontrar a mi amigo en uno de los días más cálidos de agosto. Iba paseando por la plaza, bajo la sombra de los almendros. Caminaba con su esposa, a quien llevaba sostenida del brazo. Ellos decidieron continuar, mas esta resolución, evidentemente, lo había afectado. El rostro de mi amigo colgaba en una mueca de congoja. Su cabello, antes negro, ahora lucía múltiples canas. Llevaba las ropas arrugadas y su andar era cansado. En cambio, ella se apreciaba rejuvenecida a sus casi cuarenta: se veía fresca, sonriente y radiante. La enfermedad, aunque padecida por ambos, dejó huellas desiguales en cada una de las partes.
Después de saludarnos y platicar los pormenores de los últimos días, mi amigo sacó un objeto de su bolso; era un libro.
—Ten, me dijo, te lo quiero regalar. Recién lo termino. Al leerlo, continuó mi amigo, comprendí demasiadas cosas que traía en mi cabeza. Entendí que el amor no lo decido yo; el amor, como una enfermedad, se atraviesa en nuestro destino cuando uno menos lo espera. Aunque parezca lo contrario, estoy tranquilo y feliz por mi decisión. La esperanza de estar con ella (la otra mujer) es lo último que me queda y estoy dispuesto a amarla en silencio, aunque ello pueda llevarme una vida.
El libro, de forros en blanco y con la imagen de un querubín a orillas de un río, llevaba el título de El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez.
Agradecí por el libro y nos despedimos con la promesa de vernos en los días siguientes para comentarlo. Desde lo lejos, su esposa agitó la mano y me sonrió. Ella llevaba un vestido estampado con mariposas amarillas que parecía bailar con el aire.