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Gente así: entre la verdad y la ficción

¿Qué es realidad y qué no lo es en estas líneas apuntaladas en el mundo por medio de personajes como Julio Scherer, José Emilio Pacheco y Gael García Bernal?

Gente así: entre la verdad y la ficción

Gente así: entre la verdad y la ficción

VICENTE ALFONSO

Gente así, volumen de relatos publicado por Vicente Leñero en 2007, abre una serie a la que seguirán Más gente así (2013) y Mucho más gente así (2017). Desde el volumen inicial queda muy clara la variedad de temas que obsesionan a su autor. En sus páginas habitan albañiles, sacerdotes, escritores, obreros, periodistas y jugadores de beisbol. El libro arranca con “La cordillera”, cuento en el que un joven estudiante de letras copia el estilo de Rulfo y acaba la novela inconclusa del autor de Pedro Páramo. Destaca en primer lugar lo atractivo de las diecisiete historias, que se leen de un tirón y atrapan a los lectores. En ambientes descritos con precisión y eficacia se mueve una turba de personajes que habitan en distintos momentos y latitudes, pero que se arrastran hacia finales fatídicos movidos por el rencor o por el sentimiento de culpa. Diálogos escritos con un oído bien temperado que reproducen con envidiable naturalidad las formas de hablar, y que fluyen con una sencillez lograda a base de trabajo.

Además de aplicar las herramientas de la narrativa, Leñero enriquece su narrativa con elementos del teatro, del periodismo, del cine y hasta del ajedrez. El autor desafía el carácter ficcional de la literatura: las historias que contiene están construidas a caballo entre la realidad y la fantasía. Como lo había hecho en trabajos previos como Sentimiento de culpa y La vida que se va, Leñero mezcla personajes que él crea y nombres de la realidad para hacer una suerte de ilusionismo literario que mete en la jugada hasta al más escéptico de sus lectores. ¿Qué es realidad y qué no lo es en estas líneas apuntaladas en el mundo por medio de personajes como Julio Scherer, José Emilio Pacheco y Gael García Bernal? 

Lo mismo sirven para construir este catálogo una librería de la Condesa que la fortaleza de Pedro y Pablo en el helado y lejano San Petersburgo habitado por un joven ruso aspirante a novelista; lo mismo el convulso Culiacán bajo el yugo del narco que la Inglaterra de Shakespeare o la Feria del Libro de Guadalajara. La clave de este juego la proporcionan quizá las reflexiones de Benjamín —uno de los protagonistas del cuento que abre el libro— mientras recuerda los consejos de Gerardo de la Torre: “Cuando se parte de una realidad se vuelve más sencillo el trabajo porque se reducen las exigencias de la imaginación y se despierta la fantasía gracias al imperativo de ir desarrollando, por aquí o por allá, cada personaje, cada trama, cada nueva historia imprevista. El escribir impulsa a escribir”. 

En Leñero ese impulso por narrar siempre fue tan poderoso que además de motor para escribir ha resultado muchas veces el tema de lo escrito. Así ocurrió desde su primera novela, La voz adolorida, donde el personaje-narrador hace la reconstrucción de su vida a fuerza de palabras, y en El garabato, protagonizada por el escritor ficticio Pablo H. Mejía. 

No es extraño entonces que varios de los cuentos de Gente así sean protagonizados por escritores: “La cordillera”, “Resentimiento”, “A la manera de O’Henry”, “Los cuatrocientos años de Hamlet”, “La apertura Topalov”, “Cajón de Alfonso Sastre”, “La novela del joven Dostoievski”… Al maestro Vicente Leñero podría aplicarse la descripción que, de Fiódor, hace el narrador de este último relato: “Escribía a todas horas encerrado en la vivienda: cuando no su novela tachoneada y corregida de continuo en el borrador […] apuntes para cuentos. En ocasiones, por la mañana, cuando su frenesí se empantanaba, salía a recorrer los barrios [San Pedro de los Pinos] para sumergirse en las tramas secundarias de los vecinos de sus protagonistas. Nada necesitaba inventar. Todo estaba allí: en las oficinas, en los mercados, en los rincones de las casuchas”. 

Sí, todo estaba allí, pero alguien tenía que escribirlo. Gente así resulta entonces no sólo un excelente libro de cuentos, también una cátedra sobre el oficio de narrar.

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