Tiene razón la presidenta Sheinbaum al reclamar que no se consignen fuentes especificas de la afirmación mediática de que hubo línea desde "La Chingada", Palenque, para que Rosario Piedra Ibarra fuera reelecta al frente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
Pero como en política lo que parece es, según dice el viejo librito, este asunto ya fue leído y aceptado como una imposición más del expresidente López Obrador al gobierno de Claudia Sheinbaum.
Percepción que se refuerza con hechos como el papelón de Morena y aliados en el Senado, al otorgar la mayoría calificada a la candidata peor evaluada entre las aspirantes al cargo, después de que un buen número de sus legisladores ya habían hecho público su rechazo a la reelección de Piedra Ibarra, pero que acabaron sometidos tras el jalón de riendas con el que Adán Augusto López hizo valer su papel de capataz de la facción guinda en la cámara alta.
Es paradójico que la primera luchadora social que llegó al frente de la CNDH hace cinco años en un proceso senatorial igualmente opaco y manipulado, sea la que haya desempeñado hasta ahora el papel más gris entre las ocho personas que la han presidido.
Rosario Piedra Ibarra se sumó a la lucha en favor de los derechos humanos en el Comité Eureka, organización que fundó su madre doña Rosario Ibarra de Piedra en 1977 luego de que el hermano e hijo de estas dos mujeres fuera víctima de desaparición forzada en Nuevo León, siendo integrante de la Liga Comunista 23 de septiembre.
Para darle cauce institucional y menos contestatario a una lucha que escalaba, el expresidente Carlos Salinas de Gortari promovió en junio de 1990 la creación de la CNDH. Desde entonces hasta la fecha ha sido encabezada por cinco funcionarios vinculados a los aparatos policiacos y de seguridad del Estado, disfrazados de defensores de los derechos humanos, pero al servicio del régimen; por dos abogados corporativos y solamente por una luchadora social.
El primero en presidirla fue Jorge Carpizo McGregor, quien posteriormente se convirtió en procurador general y años después, ya como secretario de Gobernación, se reunió en la nunciatura apostólica de la CDMX -según confesó él mismo- con los hermanos Arellano Félix, capos entonces del cártel de Tijuana.
Siguió a Carpizo uno de sus alumnos más cercanos, Jorge Madrazo Cuéllar, quien de ahí pasó a la PGR; después José Luis Ramos Rivera, quien posteriormente fue nombrado subprocurador general; y le siguió Mireille Roccatti, quien venía de la Fiscalía Especial para Feminicidios de Ciudad Juárez.
La CNDH fue encabezada posteriormente por dos abogados corporativos en línea con los gobiernos panistas de Fox y Calderón: primero José Luis Soberanes y luego Raúl Plasencia Villanueva. A éste le sucedió Luis Raúl González Pérez, quien fuera subprocurador especial para la investigación del homicidio de Luis Donaldo Colosio en la PGR y que le dejó el cargo a Rosario Piedra Ibarra en 2019.
La CNDH, como se ve, jamás ha roto lanzas abiertamente con los gobernantes en turno. Ni entonces ni ahora.
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