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José Agustín y el rock & roll

Esta corriente musical fue clave para el pensamiento del autor mexicano

José Agustín (ESPECIAL)

José Agustín (ESPECIAL)

SAÚL RODRÍGUEZ.-

Hay que imaginarse a un joven girando la perilla de la radio a finales de 1955. El Hot 10 o el Hit Parade de la estación Radio Mil se le presentaba en sus oídos. Sonaba Rock around the clock, de Bill Haley & His Comets; Sixteen Tons, de Tennesee Ernie Ford. La figura de Elvis Presley estaba a punto de conquistar el parnaso musical con sus primeros dos discos de oro y en ese aparato también vivían Chuck Berry, Little Richard, Fast Domino y Jerry Lee Lewis.

Años más tarde, ese joven iría con Juan José Arreola a presentarle una novela llama La tumba, la cual había escrito a sus tempranos 16 años de edad y publicó a los 20. En ella, Gabriel, un adolescente estudiante de preparatoria, vive en el seno de una familia acomodada y posee tendencias rebeldes, con una visión cínica y desencantada de la vida. Aquí la música es imprescindible. Durante la narración, las menciones a la ópera Lohengrin de Richard Wagner aparecen constantemente. En 1975, el compositor beat Tom Waits empleó una sección de esta ópera en su pieza Better Off Without a Life.

Así como el rock irrumpió en la escena musical en la segunda parte del siglo XX, la aparición de José Agustín causó una revolución en la literatura mexicana. Su narrativa honesta, carente de ornamentos y percibida como ventana del lenguaje coloquial, obtuvo el aprecio de algunos y el rechazo de otros. El autor dice en El rock de la cárcel (1986), su libro de tinte autobiográfico, que su propuesta tomó una posición distinta: buscaba fundir la alta cultura y la cultura popular, legitimar el lenguaje coloquial, aunque a sus detractores la consideraran pura incoherencia.

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La tumba (ESPECIAL)

José Agustín realizó una visita a Torreón el viernes 8 de junio de 1979. A las 20:00 horas su figura apareció en el Teatro Mayrán (hoy Teatro Alfonso Garibay) para impartir la conferencia El rock en la cultura. Entonces habló sobre la música rock de los sesenta y su asociación con los movimientos sociales de esa época. El evento fue organizado por el Consejo Municipal de Arte y Cultura de Torreón, en coordinación con el Taller Literario de La Laguna de las Casas de la Cultura de Torreón y Gómez Palacio.

¿Qué veía el escritor en el rock? La respuesta habita en La nueva música clásica (1968): una oportunidad para demostrar que los jóvenes no necesitaban llegar a cierta edad para expresarse artísticamente y lograr una obra. Atrás habían quedado los Frank Sinatra, los Al Jolson, los Pedro Infante. Los tiempos cambiaban. Un joven por fin podía tener un intérprete de su edad con el cual identificarse, afilar la iniciativa para poner en marcha el músculo del pensamiento.

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El rock de la cárcel (ESPECIAL)

Además, el maestro logró identificar que varias bandas de rock tomaban estructuras de la música de concierto realizada por los grandes compositores. Por ejemplo, Strawberry Fields Forever, de The Beatles, tiene rasgos barrocos del Concierto de Branderburgo No. 3, de Johann Sebastian Bach. Mothers of Invention y Frank Zappa mostraban sobre el escenario la influencia de Edgar Varèse. Más adelante, a través de Alan Parsons, Pink Floyd emplearía las técnicas de música concreta de Pierre Schaeffer para crear el álbum Dark Side of the Moon (1973).

Susan C. Schaeffer, de la Universidad de California, entrevistó a José Agustín en los años ochenta. El escritor laboraba entonces como profesor en la Universidad de Albuquerque, auspiciado por la Fundación Fulbright. Una de las preguntas apuntó hacia la influencia del rock en su literatura.

“En mi literatura hasta cierto punto he seguido una carrera rocanrolera. Me interesa mucho cotejar las evoluciones que yo he tenido con las evoluciones del rock”, respondió.

El rock no sólo le llamaba la atención por su sonoridad, sino también por su poesía. Para él había letras que canciones que ostentaban gran belleza y complejidad filosófica, que le ayudaron para aprender el idioma inglés sin proponérselo. Ejemplo de ello fue la obra de Bob Dylan.

DYLAN, EL CAMINO

Tanto en La nueva música clásica, como en El rock de la cárcel, Bob Dylan tiene un lugar especial en el pensamiento de José Agustín, quien consideraba al compositor estadounidense a la altura de los más grandes poetas. Quizá el eco de esa y otras posturas similares llegó hasta la Academia Sueca, que en 2016 le concedió el Premio Nobel de Literatura al autor de Blowin’ in the Wind.

En La nueva música clásica, José Agustín escribe sobre Dylan que si bien su música puede parecer sencilla, sus construcciones poéticas son todo lo contrario. Puede o no usar versos largos, pero sus rimas poseen un sentido lúdico de niveles a los que catalogaba como “increíbles”. Por ejemplo, Dylan puede repetir una rima durante ocho versos y combinarla con rimas internas.

“Creo, sinceramente, que sólo se podrá comprender a Dylan hasta dentro de algunos años: por el momento se halla muy por delante de todos”.

Por eso, cuando en El rock de la cárcel habla sobre sus inicios como escritor, sabía que estaba dotado para la literatura, pero era consciente de que su desarrollo apenas comenzaba. Si la suerte y la fortuna le sonreían, lo disfrutaba. Jamás tuvo deparo en aceptar cualquier cosa que sirviera para la promoción de sus libros. En eso sintetizaba una frase de Bob Dylan: “Para vivir fuera de la ley hay que ser honesto”.

Con esa filosofía dylanesca hay que trasladarse al inicio de este milenio. Aquel joven que escuchaba rock & roll en la radio se ha convertido en un consagrado escritor. Está en su casa, hundido en un sillón y rodeado por su colección de discos. Al exceso lo llama “gula musical” y no duda en saciarla: consigue material en El Chopo, en Mix-up y Tower Records, incluso sus hijos le auxilian para conseguir más tesoros de 12 pulgadas y otros formatos. En ese intercambio aparecen dos personajes coahuilenses: Pedro Moreno y Antonio Jáquez.

Otro coahuilense, el escritor José Luis Aguirre, acuñó para la revista Siglo Nuevo que empezar a leer a José Agustín es adentrarse en el lado oscuro de la luna (en alusión al clásico álbum de Pink Floyd). La música, como la vida, es un viaje. El autor falleció el pasado 16 de enero y como si se tratase de una composición de Bob Dylan, sus letras siguen soplando en el viento.

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