La comedia y lo profano, sociedad normada frente al desorden humorístico
El humor es algo que nos hace humanos y también es parte ineludible de nuestra vida. Vivimos en países donde pasan cosas absurdas y las calles están llenas de personajes extraños que, en ocasiones, son bastante graciosos o generan miedo.
Las redes, como extensión del espacio público, no serían lo mismo sin el humor. La mayoría del contenido que realizamos se debe completamente al humor, en cualquiera de sus variantes. Hay comedia de situación en video, hay comedia absurda hecha con animaciones pobremente renderizadas. Todo el humor imaginable está ahí, listo para verlo, y nosotros estamos inmersos en él.
Pero, ¿qué tanto se relaciona el humor con nuestro lado oscuro? El humor se puede emplear agresivamente, en forma de burla, puede utilizar la desgracia del otro y de uno mismo. La parte profana, la reprimida, puede aparecer también revestida de humor.
Frenta al absurdo
El humor nos sirve para reírnos de nuestras desgracias. Los propósitos de año nuevo no realizados, los conflictos familiares y de pareja, e incluso la burbuja inmobiliaria, pueden ser el centro de una comedia imaginada y realizada rápidamente o de forma compleja.
La risa ha tenido una connotación doble a lo largo de la historia. Con ella se siente placer y felicidad, pero también con ella se libera una tensión acumulada ante el caos y lo incomprensible del mundo.
Para el psicoanalista Sigmund Freud, tanto el sueño como el chiste son formaciones del inconsciente y tienen la misma vía de descarga. Básicamente, desplazan y condensan material que tenemos reprimidos en la mente y lo transforman con mecanismos de encubrimiento. Es decir, lo que hacemos chiste, tiene algo de verdad que no aceptamos y que relegamos a la parte oscura de nuestra consciencia. Pero así como empleamos fuerza para olvidar ese tipo de cosas, también liberamos esa información de forma más sana, encubriéndola como chiste.
Por otro lado, el psicoanalista Jaques Lacan, en el seminario Las formaciones del inconsciente (1994), apunta que el chiste es una agudeza, y se distingue del lapsus, de los errores que cometemos y que dicen mucho de nosotros. Es necesario que los demás codifiquen el chiste, que lo interpreten como chiste. Para Lacan, el chiste es contrario a los lapsus o actos fallidos, porque es más complejo. El chiste no es una mera fuga de lo inconsciente, sino que lo elaboramos como un producto, utilizando el placer del juego y anulando el displacer.
Para los psicoanalistas, tenemos un flujo de energía corriendo por nuestra consciencia y nuestro cuerpo, que no están separadas. Y es esa misma energía la que puede quedarse estancada, si existe un conflicto. Es mediante el chiste que nuestra mente puede relajarse y generar una liberación de energía, incluso corporal, que produce la risa.
En Psicología del humor (1983), el especialista en educación Jesús Garanto, define al humor como un estado de ánimo más o menos persistente, que capacita al individuo para que, tomando una distancia conveniente, pueda hacer una “relativización crítica”, una especie de mirada analítica con la que puede suavizar situaciones. Lo que nos pasa, se convierte en experiencias afectivas porque causan emociones en nosotros, muchas causan displacer, por lo que el mecanismo del humor nos puede servir para convertir estas experiencias en situaciones eufóricas.
Lo docto frente a lo humorístico
Existe una solemnidad inamovible alrededor del arte. Los museos son espacios silenciosos donde apenas se murmura. Esta solemnidad funciona para tomarse lo que se presenta desde una perspectiva diferente, menos coloquial, para interesarse por la obra e intentar analizarla. Sin embargo, también funciona como forma de manipulación. Si todo en el arte debe ser visto con solemnidad, entonces no es posible dudar de lo presentado, no es posible plantear la posibilidad de que lo que está enfrente de nosotros es algo cómico o hasta ridículo.
Lo importante para las sociedades, por lo menos las occidentalizadas, debe ser tomado en serio. La seriedad es algo impuesto, pero la razón de esta imposición puede ser algo mucho más arbitrario de lo que podríamos sospechar. Básicamente, la razón es que la cultura docta no había hablado sobre el tema lo suficiente, o perdió un texto que pudo haber sido de gran trascendencia, si hubiera sido rescatado y estudiado.
La poética de Aristóteles es una obra que reflexiona sobre la estética a través de la descripción de la tragedia. Compuesta de un primer libro sobre la tragedia y la epopeya, se mantiene incompleta. Su segundo libro, que trataba sobre la comedia y la poesía yámbica, presuntamente se perdió durante la Edad Media y no se conoce nada sobre él.
Es decir, que si Aristóteles no le dijo a la cultura docta de la época cómo tratar la comedia, entonces esta debía mantenerse solemne y caracterizada por una gran seriedad.
La historia de las poéticas está marcada por esta pérdida. Sólo se conserva la definición y los capítulos sobre la tragedia. Aristóteles define la tragedia como una acción que es desarrollada por personajes que son mejores que nosotros. Esta función es retórica, pero también es ética. Si los personajes son mejores que el espectador y aun así pueden cometer errores y pecar, es una tragedia que tengan consecuencias y que se arrepientan.
Pero si los personajes son peores que nosotros, es una comedia. La comedia, al igual que la tragedia, produce un proceso llamado metabolé, que en griego significa cambio o transformación. Como un proceso metabólico, hace que se genere un cambio de la dicha a la desdicha, o al revés como es en el caso de la comedia. Y no sólo produce emociones, sino que nos reconocemos en los personajes mediante lo que llama anagnórisis, y gracias a eso se produce una purga de las emociones, del temor y la compasión, una catarsis mediante la cual nos liberamos. Para el filósofo, no hay gran diferencia entre lo que se genera en la tragedia y en la comedia, pero sí en cómo nos liberamos. Para la tragedia tenemos el llanto, y en la comedia es la risa la que nos libera. Es muy parecido a lo que dice Freud al respecto, incluso el teórico utiliza el término catarsis.
Platón, otro de los grandes filósofos de la antigüedad, trataba el humor mediante la llamada teoría de la superioridad, en la que veía los chistes como una mera manera de burlarse del otro, de agredir. Dicho postulado sobre el humor se mantuvo hasta el siglo XVIII. El filósofo inglés Thomas Hobbes, habla del humor como forma de poder, del fuerte frente al inferior.
Por esta y otras razones, el humor queda rezagado en la historia, convenientemente, a la cultura popular, donde no puede hacer daño a los valores establecidos por las clases dominantes. Así, se exige y evalúa la prudencia ante temas como la religión, la moral y factores más tangibles como las instituciones o el arte. Vistos como monolíticos e inamovibles, los pilares de una sociedad que no sabe reír, no pueden tambalearse y tampoco transformarse. O por lo menos eso ocurre hasta que la modernidad deslava esos grandes relatos y “verdades”.
La risa y lo profano
La biblia, el libro más impreso y menos leído, es un compendio sagrado en el que no se ríe casi ningún personaje. Abraham, el primero de los tres patriarcas del judaísmo, cuya historia es contada en los textos sagrados de algunas de las religiones más importantes del mundo, las abrahámicas, es el único personaje que ríe.
El hijo de Abraham, Isaac, nace de Sara, una mujer a la que su avanzada edad le haría imposible concebir. “Se postró sobre su rostro y se rio, y dijo en su corazón: ‘¿A un hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de dar a luz?’” Se podría pensar que el milagro causa la felicidad de Abraham, pero si se analiza el texto, esta risa hace notorio su carácter ambivalente. Abraham parecer reír ante el absurdo e incluso se puede interpretar cierta incredulidad al respecto.
La risa es también liberación de tensión y nada es fácil para los personajes bíblicos. Isaac, cuyo nombre significa “reirá” o “reír”, se convierte después en el centro de una prueba del todopoderoso, quien pide su vida en sacrificio. Esta broma pesada de Dios, esta prueba de la fe de Abraham, no terminó con la vida de Isaac, pero sí con la risa de su padre.
A lo largo de la historia, la risa ha pertenecido al lado oscuro de la estética, se ha asociado con lo feo, con la otredad, con los bárbaros y los infieles. Como la risa es una especie de desmesura, el cristiano guarda la compostura, se comporta y se apega a un papel rígido. El poeta y ensayista francés Charles Baudelaire, señala que el cristiano cuando ríe, también tiembla por dentro. “La risa es satánica, luego es profundamente humana. En el hombre se encuentra el resultado de la idea de su propia superioridad; y, en efecto, así como la risa es esencialmente humana, es esencialmente contradictoria.”, menciona en su ensayo, Lo cómico y la caricatura (1855).
En La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento (1974), el historiador ruso Mijaíl Bajtín, señala que el carnaval es un fenómeno cultural que subvierte los valores de la clase dominante. Siendo un evento sin límite espacial, realizado para todo el pueblo, no es en sí un lugar donde acontece, a puertas cerradas, la fiesta y el desenfreno, sino que por primera vez es este descontrol el que toma las calles, el espacio público, no se esconde ni se confina.
El carnaval se celebra en fechas relacionadas con festejos religiosos como la Navidad o la Pascua que, en sí, tienen un trasfondo pagano, una carga festiva de la antigüedad cargada de magia y folclore que no ha podido ser suplantada por completo por el cristianismo. Su carga pagana se cuela por todo el pueblo y contagia a la gente, que de pronto deja su humanidad y se transforma en criaturas y monstruos gracias a las posibilidades de la risa y el humor.
Bajtín, para hablar de la risa, tiene que estudiar la cultura popular, la plaza pública y las obras del escritor francés François Rabelais, cuyos chistes aluden directamente a los órganos genitales y reproductores. En Gargantúa, las personas rociaban orina y lanzaban excrementos en esta festividad, estaban inmersos en lo grotesco y era la manera en que podían reír exacerbadamente.
La risa es un acto de subversión de los códigos morales y religiosos. En la historia del arte y del teatro y la poesía, la risa toma un lugar dentro del lado de la estética que trata la fealdad, lo grotesco, lo informe, lo abyecto, lo siniestro y lo macabro, temas que son mucho más centrales para los estudios estéticos de la actualidad y que habían sido prácticamente ignorados. La risa es parte de ellos, pero sus estudios están, como en este lado oscuro de la estética, más cercana a los periodos de la modernidad, la vanguardia y la posmodernidad.
Hoy, estos temas son ineludibles. La actualidad está más en contacto con la fealdad, convive con ella, pero también se ríe más que nunca.
El bufón y el rey
Platón y Hobbes también tenían razón. Quizá aquella sociedad que no sabía reír estaba en parte en lo cierto. El humor es también agresión, puede ser violento y destructivo a la par de inteligente. Pero gracias a la libertad de expresión, no está únicamente al alcance del poderoso. El humor también es transgresor.
Es cierto que el humor tiene que desplegarse en el momento oportuno. Tiene un espacio y un tiempo determinados. Pero estas afirmaciones no se deben entender como algo meramente moralizante, sino que, de hecho, el humor necesita de un tiempo para surtir el efecto requerido. Si se espera demasiado, ya no hace la misma gracia o no se recuerda en sí, el hecho del que se burla o satiriza.
Recursos como el remate, propios del stand up, pueden ser un ejemplo que refuerza la idea de que el humor fluye con un tiempo específico. Incluso dentro de sus características más inmediatas, así funciona. El remate concluye el chiste, se hace esperar y hace un silencio para que el oyente esté expectante y finalmente, reciba el chiste, un chiste esperado pero que en realidad no se sabe cómo exactamente va a concluir.
La resolución puede ser tan absurda, tan oscura o tan exagerada, que provoca una combinación entre confusión, tensión vergonzosa y risa. Se trata de una acción performática que existe gracias al convenio no hablado de no tomarse muy en serio el chiste, por oscuro y agresivo que pueda sonar, un impulso donde se permite al espectador reírse de cosas de las que no se reiría en una cena familiar o en el trabajo. La distensión está servida. En ese breve espacio, nada es verdad y todo está permitido.
“Voy a decirte algo. Mi padre murió por esa bandera. ¿De verdad? Yo compré la mía”, dice Bill Hicks en uno de sus stand up, y termina con una reflexión en que señala a la bandera como un pedazo de tela. Explica: “lo que importa es lo que representa, que es la libertad de poder quemar la bandera”.
Pete Holmes, un comediante de stand up y de situación, dice en uno de sus monólogos: “Si te ofendiste por un chiste, estoy de acuerdo [...] Me da risa cuando un comediante es acusado de ser ofensivo […] Yo me ofendo a mí mismo todo el tiempo, y tú también, si analizas tus pensamientos”.
El humorista Ricky Gervais, afirma que un chiste es ofensivo si no da risa. La comedia es agresiva también, y eso está bien, porque significa que es una fuerza que se puede emplear desde cualquier frente, y se puede dirigir hacia donde sea necesario. De hecho, los chistes políticos pueden ser empleados como agresiones hacia el poder.
El director de cine y escritor Charlie Kauffman, dice en su novela Mundo Hormiga (2021), señala que el humor es una defensa, algo creado para separarnos del otro, para decir que no somos de cierta manera y señalar las faltas de los demás. “Está endiosada en su enjuiciamiento y es, por definición, la antítesis de la empatía”. Con o sin razón, señala el patetismo y la ridiculez y, bien hecha, puede ser un arma poderosa para hacer evidentes algunas injusticias, el racismo, la xenofobia, el sexismo, y muchos otros males del mundo moderno. Lo absurdo de ciertos comportamientos, lo arcaico, todo aquello puede ser útil para el humor. Y, mejor aún, puede liberar la tensión de temas bastante serios y preocupantes.
Peter McGraw y Joel Werner en El código del humor (2019), hablan sobre una llamada teoría de la transgresión benigna. En esta, el chiste siempre se relaciona con una transgresión, pero no tan agresiva como para ofender. A veces se puede hacer un chiste una vez que transcurrió un tiempo después de una desgracia, por ejemplo, pero si se hace demasiado pronto, esa transgresión no es benigna, ya que genera displacer y no placer, que es el objetivo de la comicidad. Si las heridas todavía están abiertas, no es posible el chiste, ya que la comedia es tragedia más tiempo, como dijo Woody Allen.
La capacidad humana de reír
Según Henri Bergson en su libro La risa, (1900), la risa es algo esencialmente humano. “Un paisaje podrá ser bello, sublime, insignificante o feo, pero nunca ridículo”. Los animales no son graciosos si no ponemos en ellos alguna característica humana, alguna actitud o algún gesto que podemos traducir como ridículo.
Para Jesús Garanto, el humor no es únicamente un mecanismo con el que nos defendemos del mundo, sino que es una perspectiva, una manera de ver la vida, un estado de ánimo que afecta a los demás y que además requiere de cierto grado de madurez.
La profesora de filosofía de la Universidad de Tufts Lydia Amir, en su texto El humor y la buena vida en la filosofía moderna, habla también de estos beneficios. La línea entre el deseo y la realidad se hace menos tensa si en ese camino se utiliza el humor. Las expectativas y la realidad, y sobre todo si no se obtiene lo que se quiere, se puede hacer, mediante la comicidad, que todo sea más llevadero. Se ve todo desde una perspectiva menos rígida.
La experiencia también agudiza el humor. Cuanto más vivimos y, por supuesto, cuanto más se utiliza la comicidad, se puede tomar esta perspectiva más efectiva o inteligentemente.
La risa reduce el estrés, mejora el sistema inmunitario, reduce el dolor y mejora tanto el ritmo respiratorio como el funcionamiento del corazón. Produce las conocidas como hormonas de la felicidad, la dopamina, endorfinas y serotonina. Según el estudio Humor y cerebro feliz para mentes flexibles (2010), se activan diferentes partes del cerebro cuando se utiliza el humor. Por ejemplo, el hemisferio izquierdo cuando se trata de un chiste contado como historia, y el hemisferio derecho cuando se anticipan chistes pequeños en la misma historia y se encuentran detalles graciosos. Por lo tanto, mejora la flexibilidad mental, ya que estamos expectantes a detalles y resoluciones, pero también pasamos de situaciones lógicas a absurdas y las interpretamos como tales.
El cerebro ante el chiste, secreta dopamina al activarse el llamado sistema de recompensa al descubrir que la historia era en realidad un chiste. Es sabido también que se requiere de habilidad mental para descifrar los mecanismos del chiste, tales como las situaciones paradójicas, las incongruencias, las contradicciones, los dobles significados, la ironía, mediante la cual se dice lo contrario a lo expresado.
La agudeza es bastante importante para generar situaciones cómicas. De hecho, la comedia es todo un mundo con reglas y juego que pueden ser utilizados de forma creativa, puesto que es, básicamente, un tipo de arte. Se puede emplear de manera empírica, pero también se pueden conocer sus mecanismos para generar comedia.
Recursos como la subestimación, usado en el humor inglés, utiliza la atenuación de las situaciones para hacer surgir la reacción cómica ante lo absurdo. Es lo contrario a la exageración, ya que minimizamos lo que ocurre. Pero también se puede ver lo positivo en lo negativo, hacer un doble significado o generar definiciones extrañas. Todos estos recursos funcionan, pero lo importante no es tanto emplearlos, sino la forma en que se emplean. Si hacemos que quien nos escucha pueda interpretar como absurdo nuestra manera de interpretar algo, sabrá que lo que estamos haciendo es un chiste. Lo anterior en conjunción con el lenguaje no verbal, la entonación y, muy importante, las pausas, hacen que exista todo un ecosistema donde el chiste germina.
Arthur Schopenhauer, el filósofo estereotipado como un gran amargado, tiene una teoría sobre el humor. La teoría de la incongruencia afirma que la comicidad se genera cuando se juntan dos elementos muy distintos entre sí. El cruce de nuestras expectativas, denominado comúnmente como set up, choca con un punch line o remate, con el que se completa el chiste de formas inesperadas. La teoría de la descarga afirma que el chiste genera una tensión que desaparece de forma inesperada, lo que es muy parecido a lo dicho antes sobre el remate.
La comedia es difícil de hacer, precisamente porque requiere inteligencia y agilidad mental y, en algunos casos, requiere no solo de madurez, sino de cierta perspectiva humilde de sí mismo. Los problemas ocurren, queramos o no, y muchas veces no estamos a la altura de las situaciones, por lo que ver la vida a través del humor sirve también para suavizar nuestra propia inadecuación.
En algún momento nos va a tocar ser ridículos. Tarde o temprano en la vida vamos a estar en un lugar que no nos favorece, en el que no somos capaces, hábiles, o hasta podríamos llegar a ser patéticos. Adelantarse y no tomarse tan en serio a uno mismo, funciona para suavizar estas verdades que llegan como bofetadas, aceptarlas de mejor manera y, claro, poder reírse de uno mismo. Contrario a la teoría de la superioridad, el reírse de nosotros mismos, hace que demos el mensaje contrario, como dice Amir: “Soy uno más, no soy más que tú, ni más que cualquiera”
La risa hegemónica
Ante el descubrimiento de la fotografía, las personas solo se podían retratar con un gesto serio, casi de ultratumba. La seriedad era necesaria sabiendo que su imagen podía perdurar para siempre, porque los contraponía con una especie de miedo existencial. Pero hoy podemos tomar fotos a cualquier hora, todos los días, llenar las redes de nuestra imagen, y no podemos dejar de reír.
Nos tomamos más a la ligera nuestra imagen, pero también estamos envueltos en una necesidad de sentir placer, cada vez más placer y de mostrarnos felices todo el tiempo, en una apariencia que puede no relacionarse con nuestro ánimo real.
Aristófanes se considera el primer comediógrafo que aparece en la historia griega, mismo que es un antifilósofo: un rival de Sócrates. Para él, la comedia está circunscrita lingüística y espacialmente.
Una cosa que diferencia la comedia de la tragedia, es que el arquetipo o el funcionamiento de los arquetipos hace que sea más fácil su comprensión interlingüística y su traducción, sin embargo los chistes son intraducibles. Los grandes arquetipos, las historias que todos comprendemos y con las que podemos relacionarnos, son posesión de la tragedia: la relación padre hijo, hijo madre, del duelo entre hermanos, el duelo, son todos conflictos universales. Sin embargo, la comedia no es universal y es muy difícil que un chiste haga reír a dos personas que se encuentran en lados opuestos del mundo.
La comedia necesita un contexto espacio y temporal y por lo tanto es efímera. Mañana no nos vamos a reír de lo mismo que hace meses porque los chistes se gastan. Se pueden repetir, pero pronto los olvidaremos y encontraremos otro chiste que lo reemplace.
La televisión, como las redes sociales son medios provocadores, que generan reacciones y que cada vez requieren generar más rápido nuevas reacciones. El sentido del humor es complejo porque está relacionado con el nivel cultural y contextual del sujeto y se determina por sus experiencias de vida. Ya no es únicamente el contexto, sino las características de quien recibe el chiste y lo decodifica.
En una época de fiera producción y consumo de contenido, es un signo de los tiempos que la comedia tenga su lugar en un gran porcentaje de lo compartido en redes, buscando el placer más inmediato. La razón puede ser, por una parte, la evasión sistemática e incluso, se podría decir, sintomática, un despliegue de banalidad, una evasión de la realidad bastante caótica que nos rodea. Por otro lado, la comedia funciona no para alejarnos, sino para exponer las dificultades del mundo, y hacer, como dirían los antiguos, una purga de las emociones. Cada vez nos burlamos más de la desgracia, cada vez hacemos más lujo de nuestra capacidad de transformar la tragedia en comedia utilizando el tiempo. Y al parecer hoy necesitamos menos tiempo para reír. Se requiere una desensibilización ante la urgencia de un mundo que parece estarse acabando todos los días.
Sólo queda responder si el absurdo en sí, ya nos consumió y en qué sentido. Y, si estamos mirando hacia el abismo lo suficiente para que no nos parezca gran cosa, y así podamos burlarnos de él, si no es que él ya se está riendo de vuelta, si no es que se está ya burlando de nosotros.