El lugar conocido como la escuelita representa un esfuerzo que promueve uno de los derechos más importantes para las infancias: el acceso a una educación digna (EL SIGLO DE TORREÓN/ DANIELA CERVANTES)
Manejando por periférico (de Gómez Palacio a Torreón), a poco más de tres kilómetros después de la “Puerta Amarilla”, justo a ras de carretera, se ubica la colonia Nueva Laguna Sur, es pequeña, y si se observa desde Google Maps tiene la forma de un zapato. Según un censo del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi) del 2020 es habitada por 2,858 personas.
Al penetrarla se puede observar, en varios puntos, montones de basura, mucha tierra, calles sin pavimentar, algunas casas de lámina, cartón o en obra negra, sobre todo en la franja que está pegada a la vía rápida.
Las personas que la habitan, en su mayoría, son de bajos recursos. Aunque a la vista puede resultar un lugar desolador, pocos saben que ahí, en esa colonia, un grupo de voluntarios realiza un esfuerzo social importante, pocos saben que desde el año pasado, en un terreno sin techo, todos los domingos, un pequeño grupo de hombres y mujeres ofrecen clases de apoyo para regularizar a los niños y niñas que por dos años no asistieron a clases debido a la pandemia, pero que tampoco recibieron clases en línea al carecer de dispositivos e internet, es decir, asisten a infantes que tuvieron que retornar a las aulas desarmados: sin saber leer ni escribir.
Pocos saben que el esfuerzo por regularizarlos lo hacen integrantes de la Fundación Puertas Abiertas De La Laguna, asociación que nació en el 2013 con la intención de realizar labor social entregando despensas a familias de pepenadores y apoyando a la población más vulnerable.
Fue en la interacción con los habitantes de la colonia Nueva Laguna Sur, donde viven familias que se dedican a la pepena, que identificaron que la mayoría de los niños y las niñas de esa zona presentaban un rezago educativo preocupante, debido a que sus conocimientos no concordaban con el grado que que atravesaban en ese momento.
La razón es que, como se mencionó, durante los dos años que no asistieron a la escuela debido al virus que se generó en China y que nos encerró a todos en casa, tampoco recibieron clases en línea al carecer de dispositivos o internet para conectarse.
Y es que, según el portal de estadísticas Statista, a pesar de los esfuerzos por incluir a todos los estudiantes en la nueva modalidad, la experiencia educativa a distancia durante la pandemia no fue igual para todos los alumnos.
“Según una encuesta realizada en junio de 2020, mientras que alrededor de un 40% de los estudiantes de primaria contaba con una computadora para realizar tareas escolares, cerca del 16% no disponía de un escritorio o una mesa para escribir. Además, se estima que alrededor de 2,5 millones de estudiantes mexicanos de preescolar, primaria, secundaria y bachillerato, abandonaron la escuela como resultado de la pandemia”, se lee en el reporte.
Por su parte, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) estimó que la pandemia causó un rezago educativo de casi dos años para cerca de 10 millones de estudiantes. Dentro de esta estadística encajan los infantes de la Nueva Laguna Sur, que luego de ser identificados por la Fundación Puertas Abiertas, sus integrantes, desde el año pasado, improvisaron un salón de clases en un terreno sin techo: acomodaron tres toldos, colocaron sillas y mesas, y así, sin más, comenzaron a ofrecer clases de apoyo educativo sin costo.
Hoy, el lugar conocido como la escuelita representa un esfuerzo social que promueve uno de los derechos más importantes para las infancias: el acceso a una educación digna.
LOS VOLUNTARIOS
Me cito en un café con Mayela y Ricardo, dos entusiastas voluntarios de la Fundación Puertas Abiertas De La Laguna, que aunque su brecha generacional es evidente, ambos, por alguna razón, desean eliminar el rezago educativo provocado por la pandemia, sino en todo Coahuila, sí en la colonia Nueva Laguna Sur, y más aún, buscan proyectar a los niños y a las niñas a otro destino que no sea el de la pepena.
Como dato, según la Secretaría del Bienestar en su Informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social 2024, Coahuila registró a 440 mil 336 personas con rezago educativo, mientras que Torreón contabilizó 70 mil 566. Ricardo es muy joven, tiene 17 años, pero desde el 2021 que funge como voluntario ha logrado identificar que la pobreza es un círculo difícil de romper, porque, en lo que ha visto, sabe que el niño o la niña que provenga de una familia de pepenadores, es muy probable que termine dedicándose a lo mismo: a hurgar en lo que nadie quiere.
Según el portal Data México la fuerza laboral de Recolectores de Basura y Material Reciclable durante el primer trimestre de 2024 fue 158 mil personas, cuyo salario promedió los 3 mil 700 pesos al mes trabajando alrededor de 39.5 horas a la semana. Ricardo no quiere esa realidad para los más pequeños, más bien desea que destaquen en la escuela y rompan con ese círculo de carencias. Por eso él ayuda, por eso cada domingo no claudica y llega hasta ese terreno sin techo para compartir lo que sabe y con las herramientas que tiene a su alcance, trata de impulsar el potencial de sus alumnos.
Ricardo no es maestro, pero en un año, junto con otros voluntarios, ya logró que algunos niños ya sepan leer, que otros ya dominen las sumas y las restas, y que otros tantos más ya puedan escribir su nombre. Y es que, según Mayela, lo que enseñan en la escuelita es lo básico de las materias español y matemáticas.
Ninguno de los seis voluntarios que apoyan en la fundación es experto en pedagogía, sin embargo, movidos por el espíritu de servicio, y a pura voluntad, cada domingo se plantan para atender las necesidades educativas de la comunidad. Llevan guías improvisadas, copias para colorear, lápices, libros para enseñarles las letras, colores, y como dicen comúnmente como la letra con hambre no entra, también, para motivarlos, les ofrecen un refrigerio.
“Entre las clases y el refrigerio, cada domingo dedicamos un aproximado de dos horas para atender a los niños”, me dice Mayela, que igual que Ricardo y los otros voluntarios, pueden dedicar su fin de semana a otra cosa, pero no, están ahí, en la escuelita, ese terreno sin techo que se ha convertido en el lugar favorito de los infantes del sector.
Actualmente tienen registrados a 60 alumnos, pero en promedio, son 30 los que acuden de forma más constante. Por ahora sólo tres voluntarios son los que los apoyan, pero, expresó Mayela, pueden ser más, porque el mensaje detrás del nombre de la fundación: Puertas abiertas, explicó, es que todos podemos entrar, tanto para ayudar, como para ser ayudado.
Antes de despedirnos, Mayela me dice que más que hablar de su labor social, lo más importante es que los niños y las niñas de la Nueva Laguna Sur continúen con su proceso de regularización, por ello dejó la puerta abierta para aquella persona que, quizá, al leer esta historia, le nazca sumarse a la causa, ya sea adhiriéndose al corpus de voluntarios que dan clases los domingos, donando mobiliario, material escolar, libros para niños, o hasta apoyando con alimentos.
DE NO SABER LEER AL CUADRO DE HONOR
No es domingo, pero en cuanto Mayela abre la escuelita, los niños de la colonia Nueva Laguna Sur, sin preguntar, comienzan a llegar, no saben a qué, pero llegan. Entre ellos va una niña que en plenas cuatro de la tarde pisa descalza la tierra.
“Son niños todo terreno”, me pronuncia Mayela, que no tiene de otra más que sacarles colores y hojas, que por suerte cargaba en su auto. Dice que a los niños del sector les gusta mucho la escuelita, y la prueba es que apenas ven abierto y se dejan venir corriendo porque quieren colorear, o seguir aprendiendo.
Es jueves, pero el terreno sin techo está abierto porque conoceré a María Fernanda y a Dafne Ximena, dos niñas que llegaron sin conocer las letras, pero que ahora figuran en los cuadros de honor de sus escuelas. María Fernanda tiene 10 años y duró dos sin abrir libreta. Su escuela cerró y ella no tomó clases en línea porque no tenía internet.
Su atraso fue tan evidente que cuando regresó al salón no sabía leer, y lo poco que había aprendido ya se le había olvidado. Hace un año se enteró que en su colonia se ubicaba una escuelita que ofrecía clases de regularización y decidió asistir. Cuando llegó, comparte, el maestro Ricardo le enseñó el abecedario y después a leer, así también a sumar, a multiplicar y a escribir.
“Ahorita voy más avanzada que mis compañeros del salón”, expresa la niña con orgullo, quien además comparte a este diario que su sueño es convertirse en doctora, por eso, reconoce, debe estudiar más duro. De lunes a viernes asiste a la primaria Jaime Torres Boder, y los domingos no falta a la escuelita, un esfuerzo social con el que su abuelita Angélica está muy agradecida, pues ella misma fue testigo de cómo su nieta vino de menos a más y en un evidente progreso académico logró sacar el primer lugar en una prueba de matemáticas dentro de su primaria.
“Fernanda no conocía las letras cuando empezó a venir aquí. Regresó a la escuela en blanco, pero ahorita ya sabe leer, y sabe matemáticas”, compartió Angélica con aires de orgullo.
En su caso, Dafne Ximena, apenas iba a ingresar a primero de primaria cuando la pandemia canceló las clases presenciales.
A sus escasos seis años, aunque su mamá le ponía las clases en el teléfono, ella fácilmente se distraía y no absorbía nada de lo que veía y escuchaba en la pequeña pantalla. Por eso, cuando regresó a la escuela y entró a tercero no sabía nada. Hace un año se vinculó a la escuelita de la Nueva Laguna Sur y su progreso, como el de María Fernanda, ha sido notable.
Por ejemplo, el maestro Ricardo identificó que Dafne aprendía rápido, tan rápido que en un año alcanzó el segundo lugar de aprovechamiento en su salón. Su mamá dice que fue gracias al maestro Ricardo, y a la escuelita dominical que sin cobrarles un peso impulsa, cada domingo, el desarrollo académico de los niños y niñas de la comunidad.
María Fernanda y Dafne, son parte de la población estudiantil más golpeada por la pandemia en México, pero también son el ejemplo de que con iniciativas sociales como el de la escuelita de la Nueva Laguna Sur cerrar la brecha educativa, es posible.