Las larvas
“¿Es un delito estar loco?”, se pregunta un personaje en la página 62 de Las larvas, primera novela de Verónica Langer, publicada en 2023 bajo el sello Hachette. La pregunta, formulada en apenas cinco palabras, condensa uno de los mayores dramas humanos: la intolerancia frente a quienes piensan distinto.
Nacida en Argentina en 1953, Langer migró con su familia a México en 1975, donde ha desarrollado una destacada trayectoria como actriz de teatro, cine y televisión. Le hemos visto actuar en muchas películas, entre ellas en El búfalo de la noche, basada en la novela de Guillermo Arriaga, y en El crimen del padre amaro, filme cuyo guion es de Vicente Leñero, además de una veintena de telenovelas como Mirada de mujer y Rosario Tijeras. Entre muchos otros reconocimientos ha sido nominada seis veces al premio Ariel, que ha obtenido en dos ocasiones, una de ellas como mejor actriz. Además estudió Letras Hispánicas en la UNAM y ha escrito las piezas teatrales Visitas inesperadas (1994) y Ojos abiertos, ojos cerrados (2004).
Volvamos a Las larvas: en apenas 110 páginas la autora construye una historia redonda, que bajo su aparente sencillez oculta realidades terribles. Los hechos ocurren en una institución psiquiátrica de Argentina, a inicios de la década de los sesenta. El protagonista de la historia es Aurelio, expaciente que ha sido promovido a cuidador y que se gana unos pesos extra por hacerse cargo de cuatro internos a quienes apoda las larvas: el primero de ellos es Kiki, un chico que sólo dice la palabra “jamón” y quien, a medida que avanza el relato, se convierte en el personaje más entrañable; el segundo es Miguel, un muchacho de alrededor de quince años que tiene la costumbre de desnudarse en las situaciones más impensables. Su padre es militar y la madre es una devota creyente de la religión católica. El tercero es Paco, un mexicano que canta rancheras y todo el tiempo habla de su novia, y el último es un hombre de edad avanzada que no habla, no recibe visitas y de quien nadie sabe el nombre ni su edad exacta.
La aventura comienza cuando Aurelio, asiduo cliente de un burdel, se entera de que habrá kermés en el pueblo y decide aprovechar la situación para sacar a las larvas de su reclusión e iniciarlos en los placeres del cuerpo. Pero el plan no sale según lo esperado, y tres de los internos se pierden. ¿Podrán Aurelio y Kiki reunirlos de regreso?
Uno de los mayores aciertos de la novela estriba en su estructura, pues la aventura nos llega contada por la voz de Aurelio, quien como parte de su tratamiento debe llevar un diario para atenuar su ansiedad. Con altas dosis de humor, y alejándose deliberadamente de la corrección política, la poderosa voz narrativa que Langer construye inserta esta novela en una tradición que se remonta a El ruido y la furia, de William Faulkner, y que encuentra otros grandes exponentes en Macario, de Rulfo; en El amante de Janis Joplin, de Élmer Mendoza, y en El ejército iluminado, de David Toscana.
“¿Es un delito estar loco?”, se pregunta Aurelio en su diario el 24 de mayo. También se pregunta si el encierro será la mejor condición para las larvas. Si por un lado el psiquiátrico les impone ciertas violencias, afuera la realidad no es mejor: sin saber cómo, Aurelio termina en la comisaría acusado de secuestro, siendo interrogado y torturado por agentes de la ley, quienes “se divierten lastimando a la gente y usan su imaginación para inventar cosas horribles”.
De este modo, el libro nos invita a reparar en que la construcción de la memoria colectiva no es un proceso terso, sino un intenso debate en donde todas las voces deberían ser escuchadas. Las larvas, de Verónica Langer, es una estupenda primera novela que nos recuerda que cada vez que las dictaduras han pretendido imponer versiones oficiales de los hechos, bajo la superficie persisten siempre otras historias, otras memorias e interpretaciones alternativas que nos permiten mantener viva la esperanza.
