La Ciudad de México se engalana con una gran cantidad de monumentos que recuerdan hazañas y personalidades de la historia, la mitología y el arte pero que, sobre todo, sirven de referencia para poder transitar por sus complicadas calles.
Cuando pides orientación todos te dicen: “Mira, de la fuente de Petróleos avanzas ocho cuadras y das vuelta a la derecha…” O “donde veas la Diana Cazadora, a la siguiente cuadra vas a dar vuelta a la izquierda…” Cuando llegues al monumento a Cuauhtémoc, o al de Cristóbal Colón, o cuando veas la estatua del Caballito… todas son muy populares y ¿qué capitalino no sabe dónde están?
Ahora, si me preguntaran cuál es la más popular, la más conocida, la más referente figura monumental del área urbana capitalina, sin dudarlo mucho yo diría que es el Ángel de la Independencia. Dentro de tanta representatividad como la que puede tener, por ejemplo, el último emperador azteca, llamado Cuauhtémoc, el Ángel de la Independencia es visto como el símbolo máximo de nuestra patria libre y soberana.
Cuando la selección mexicana de futbol nos regala algún triunfo, aunque esté muy lejos de ser un campeonato mundial, la “raza” emocionada va y se reúne al pie de la columna del ángel y se pone a brincar, a bailar, a lanzar porras y a festejar efusivamente el logro conseguido.
Por eso resulta muy traumante para el mexicano orgulloso de sus costumbres y de sus tradiciones, cuando le dices que el famoso ángel ¡no es un ángel!
Después de superar su gesto de incredulidad, tendrás que explicarle que el “ángel” en todo caso sería una “ángela” pues la figura es obviamente femenina, a juzgar por el perfecto tetamen que adorna su pecho y que hasta podría ser el trabajo minucioso de un habilísimo cirujano plástico.
¿Entonces quién es?, te preguntará el mexicano al borde de un ataque de nervios. Pues el supuesto ángel en realidad es la diosa griega de la victoria que en el ámbito mitológico era llamada Niké. Probablemente tu interlocutor soltará una carcajada diciendo que Niké es una famosa marca de zapatos tenis y tendrás que explicarle que precisamente, la marca de esa ropa deportiva fue lo que indujo al empresario a bautizarla así, porque la diosa Niké era capaz de correr y volar a gran velocidad, que para eso está dotada de dos robustas alas que fue lo que le hizo ganar el “angelical” apodo.
Habrá quien te diga que tu insistencia de que el ángel es una “victoria alada” es realmente una “jalada… de los pelos”, pero tus argumentos son fácilmente comprobables ya que en la Acrópolis de Atenas destaca el templo dedicado a Niké y que se le representa con una corona de laurel en la mano la que suele ceñirse en las sienes del triunfador.
Aún en la época moderna, Niké presidía muy diversas competencias deportivas y eso fue lo que indujo al empresario Phil Knight a nombrar así a su fábrica de material deportivo y a pedir a la diseñadora Carolyn Davidson que le hiciera un logotipo que viene a ser eso que muchos creíamos que era la “palomita de aprobación” pero que en realidad es una representación gráfica estilizada de una de las alas de la mitológica figura.
Por el diseño de ese logo, Mr. Knight pagó la exorbitante cantidad de 35 dólares. Así es, 35 dólares, ya con taxes, o sea, impuestos.
Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios. donjuanrecaredo@gmail.com X: @donjuanrecaredo
ME PREGUNTA Lorenzo Díaz: ¿Qué es el síndrome de Estocolmo?
LE RESPONDO: El síndrome de Estocolmo es una reacción en la cual la víctima de un secuestro desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado. En ocasiones, la persona secuestrada incluso ayuda a sus captores a evadir a la policía.
LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA. Dijo John F. Kennedy: “Si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos”.