En las entrañas de la colonia Moderna, se erige un legado gastronómico que ha marcado la historia de sus habitantes. Hoy, en nuestra Crónica Urbana, nos adentramos en el universo de los tradicionales tacos al vapor de la familia Ayala Esparza, una delicia que ha deleitado los paladares laguneros durante más de siete décadas.
En la intersección de la calle 5 de Mayo y calle prolongación Blanco sur, a las puertas de la primaria Felipe Carrillo Puerto, reposa un triciclo adaptado, cargado con una vaporera que custodia los secretos culinarios transmitidos de generación en generación.
Rebeca, con el legado de su tío abuelo Jacobo, y su padre, el señor Guadalupe, es la guardiana de esta tradición. "Aquí llevo desde los ocho años, ya tengo 58. Mis hijos ahora se dedican más a esto, al igual que mis nietos", confiesa con una sonrisa entre nostálgica y orgullosa.
Los carritos de tacos al vapor, emblemas rodantes de la familia, se distribuyen estratégicamente por la región, uno de ellos, los domingos, se encuentra frente a la emblemática Plaza de Toros de Torreón.
"Al principio éramos solo unos carritos de madera, con llantas de diablitos. Así comenzamos a vender los tacos, envueltos en papel y con salsa. Teníamos un local frente a la iglesia de Guadalupe y otro en la calle Cepeda", rememora con añoranza.
Dos hermanos y varios primos siguieron el legado culinario de la familia, expandiendo el aroma de los taquitos al vapor, incluso hasta la ciudad de Lerdo. El secreto de su longevidad radica en el sazón único y la salsa que los distingue, junto con la técnica de cocinado.
A lo largo de los años, estos manjares sobre ruedas han cambiado de ubicación, pero nunca han dejado de conquistar los paladares de los amantes de la buena mesa. Durante mucho tiempo, se erigieron como guardianes del sabor frente al bar Janitzio, en la calle Cepeda esquina con Presidente Carranza.
"Artistas como Tongolele, Lucía Mendez, Salvador Pulido, mi papá los atendía cuando llegaban al hotel Arriaga y pedían sus taquitos al vapor. El señor Salvador Pulido era un cliente frecuente", relata con una chispa en los ojos.
Tan irresistibles y únicos son estos tacos, que a pesar de la competencia, la gente siempre los prefiere, incluso aquellos que viajan desde lejanas tierras solo para saborearlos, asegura Rebeca.
Se preparan entre 80 y 100 órdenes diarias, cada una compuesta por cinco tacos, con guisos que van desde la clásica papa, chicharrón, frijoles y mole, hasta el legendario gravy de chicharrón con papa. Y todo por un precio que oscila entre los 37 y 40 pesos.
El proceso de elaboración es un ritual que involucra a toda la familia durante aproximadamente cinco horas, cada uno aportando su toque personal.
Antes de despedirse, Rebeca comparte con emoción el legado que espera perpetuar: "Cada año, mi papá preparaba sus reliquias de taquitos al vapor y nos dijo a los hijos que el día que él no estuviera, nos encargaríamos nosotros. Y cada año, con nuestra Virgencita de Guadalupe, cumplimos esta tradición, incluso con devoción".
Así que, si un día no sabe qué desayunar los taquitos al vapor de la familia Ayala Esparza es una buena opción, los puede encontrar de 8:30 am a 1:00 pm en este punto de la ciudad.
A lo largo de los años, estos manjares sobre ruedas han cambiado de ubicación, pero nunca han dejado de conquistar los paladares de los amantes de la buena mesa. (VERÓNICA RIVERA)