La vio en un centro comercial, sitio que nada tiene de romántico, y no será exageración decir que al verla le gustó tanto que la quiso para él.
Otras como ella había tenido, pero ésta era diferente a todas. Bonita, se adivinaba cálida. Supo que debía poseerla, gozarla, hacerla parte de su vida.
Dispongo de poco espacio para narrar lo sucedido, por eso me limitaré a decir que bien pronto la llevó a su casa. Hay venturas que difícilmente se pueden conseguir: ésta le llegó naturalmente. Se diría que estaba hecha para él; sólo para él y para nadie más.
Ahora la disfruta por las noches. Claro, su destino es ser disfrutada por las noches. La acaricia para sentir su suavidad; lo envuelve su tibieza. Juntos se van a la cama y pasan las horas estrechamente unidos, como si fueran los dos un solo ser.
¡Cómo la quiere!
¡Cómo le gusta su piyama!