Foto: museolamilarca.mx
Tras años de proyecto, el Museo La Milarca por fin abrió sus puertas a principios de julio pasado. El recinto ha sido edificado en el parque Rufino Tamayo, en la zona de Valle Oriente del municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León. Tiene cuatro naves principales divididas en seis salas —El Estudio del Coleccionista, El Gabinete de Mauricio, México 86, Numismática, Policromado Palencia Siglo XIV y Salón Oaxaca—, donde se alberga un acervo cultural que asciende a las tres mil 500 obras, cuyo valor supera los 100 millones de dólares.
Se trata de la colección del político y empresario Mauricio Fernández Garza (Monterrey, 1950), quien desde niño ha recolectado objetos naturales como fósiles, minerales y animales, así como obras de arte, antigüedades, libros, monedas y cartografía. Entre sus actividades culturales, es el fundador del Museo El Ojo en García, Nuevo León, exmiembro del consejo del Museo Franz Mayer, así como expresidente del Patronato de Amigos del Museo de Arte Contemporáneo (MARCO), entre muchas otras.
La voz de Mauricio Fernández se escucha a través de una llamada telefónica, en una entrevista exclusiva con Siglo Nuevo. Desde su hogar en Nuevo León, habla de su pasión por el coleccionismo, de la tradición que su familia tiene por el arte y la promoción cultural, así como de otros aspectos sobresalientes del nuevo museo norteño.
“Mira, yo creo que es algo de generaciones. Desde mi bisabuelo, don Eliseo Garza, quien fue un pilar industrial en este país y le daba mucho por las cosas culturales. Igual mi abuelo, igual mi madre, quien fue promotora de varios museos en México… toda mi familia históricamente nos hemos dedicado a temas culturales. Yo tengo el coleccionismo desde niño”.
GRAN COMPLEJO
El edificio de La Milarca es una réplica de la casa que Mauricio Fernández tiene en la zona de Chipinque, construida por el arquitecto Juan González Loyzaga. Se constituye de una estructura de concreto con acabados tradicionales. Cuenta con tejas de arcilla en los techos y pisos de madera. Hay puertas, dinteles, herrería y ventanales antiguos. Sobresalen siete arcos góticos de mampostería que datan de entre los siglos XIII y XIV, tres portales virreinales mexicanos y cuatro techos renacentistas de entre los siglos XIV y XVI. Junto a las áreas de servicio, el complejo abarca un total de dos mil 864 metros cuadrados de construcción, en un terreno de seis mil 440 metros cuadrados.
“El nombre de La Milarca me lo dio un amigo mío, José Luis Ezquerra, arquitecto del Hotel Las Hadas (Manzanillo). Yo quería ponerle un nombre a la casa que estaba construyendo acá en Monterrey y le pedí uno. Salió con “Milarca” y me contó que era el nombre de una doncella del Medievo, quien salía en una novela española de la época de la reina Urraca. Allí aparecía Milarca, pero es un nombre que se perdió en la historia. La verdad es que a mí me encantó”.
La Milarca es un museo único en el continente americano y, de todos los elementos que lo conforman, los que más destacan son sus techos antiguos provenientes de España. Fernández narra que compró el primero y más grande de su colección (el Gran Techo de Almagro) cuando tenía apenas 25 años de edad.
“Es una cultura muy amplia sobre oficios que ya se perdieron. En este caso, uno es de cerámica, que es el único que queda en el mundo, proveniente de Sevilla, de principios de 1500. Pero los otros que son de madera, uno está policromado y data de 1350, más o menos; otro, al que le llaman La Media Naranja, es de Granada, también de mediados de 1300; el otro es el Gran Techo de Almagro (que cuenta con una excelente acústica)”.
Otra cuestión interesante es que los árboles que se emplearon para hacer estos techos tenían hasta 800 años de edad al momento de ser cortados. Si su construcción es antigua, su morfología lo es aún más.
“Es realmente increíble que saliendo de un oficio, podías tener algo que ahorita se mantiene. La materia prima, que es la madera, tiene 1300 años (en el caso del techo menos viejo). Ahorita construyes algo de cemento, varillas, lo que sea y a los pocos años se anda cayendo. Son oficios de materiales que tristemente perdimos el conocimiento de cómo utilizarlos, para que se preservaran, para que sobrevivieran. En el caso de La Milarca, son puras joyas del Renacimiento”.
MUSEOGRAFÍA
En La Milarca conviven piezas creadas por el hombre y otras creadas totalmente por la naturaleza. El visitante puede encontrar en sus salas desde objetos paleontológicos hasta piezas de bellas artes y de arte popular. Este discurso fue diseñado por un grupo de museógrafos encabezados por Miguel Ángel Fernández, quien asegura que el gabinete de La Milarca (formato que prosperó desde el Renacimiento al Barroco) puede estar a la altura de otros importantes como el de la galería de Los Medici, en Italia.
“De hecho hay una sola pieza, que es un tubo de la mina de Naica (Chihuahua), que estaba a mucha profundidad y que se llenó de selenitas. Es decir, el tubo se tapó por la formación de cristales, por la presión y la temperatura del agua con una cantidad importante de minerales. Es una pieza muy rara que está ahí en La Milarca. Es la única pieza que conozco cuya mitad está hecha por el hombre y la mitad por la naturaleza”.
En el patio central del museo destaca una escultura creada por el artista costarricense Francisco Zúñiga. Se trata de las figuras de tres mujeres. De este mismo modelo existen otras dos piezas en el mundo: una es propiedad de la conductora norteamericana Oprah Winfrey y la otra se encuentra en Japón.
COAHUILA PRESENTE
Mauricio Fernández, quien en anteriores ocasiones ha colaborado con el Museo del Desierto de Saltillo, tiene en su colección al llamado “el segundo amonite más grande del mundo”. Se trata de un magno fósil que el coleccionista encontró en el municipio de Piedras Negras, al norte de Coahuila.
“Tiene un diámetro de 1.5 metros. Sólo hay una pieza alemana más grande que esa. Esos amonites aparecen en lo que fue un lecho marino. Actualmente, corrientes de agua han ido creando pequeños arroyos hasta descubrirlas. Es una cosa impresionante y ahí está, en La Milarca”.
Cabe señalar que el Museo La Milarca es operado por el Gobierno de Nuevo León y tiene un horario de martes a viernes, de 12:00 a 20:00 horas, y de sábado a domingo, de 10:00 a 20:00 horas. Los boletos pueden adquirirse en la página oficial del recinto (museolamilarca.mx) y en sus taquillas. También es posible programar visitas escolares.
“Es un trabajo de muchísimos años y muchísima gente. La colección es un proyecto de por lo menos 50 años. Es curioso cómo en la Revolución mexicana la expectativa de vida de una persona era de treinta y pico de años, y ahora es de 77. Entonces, son 40 años más. Este tipo de proyectos era imposible concebirlos cien años atrás porque te morías. No podías sacarlos adelante porque te cobraba factura la vida. A mí se me hace bonito que se haya alargado la expectativa de vida y eso me permitiera hacer un proyecto que no se hubiera hecho de otra forma. Estas cosas no se hacen de la noche a la mañana”.