Never Cry Wolf, una aventura por la tundra
A causa de una drástica reducción en la población de renos, el gobierno de Canadá envía a Tyler, un científico encargado de investigar a los misteriosos lobos del ártico, a buscar una posible solución para el problema. Antes de su aventura, toda la gente del pueblo más cercano a la tundra le advierte de los peligros.
Una vez que se sube a un avión que apenas puede sostenerse en el aire y que sacrifica una caja de papel de baño por exceso de peso, Tyler no puede evitar mostrar cierto arrepentimiento por su misión. Sucede lo que se temía: un accidente aéreo, lo cual parece ser un mal augurio para esta travesía que ni siquiera ha comenzado. El investigador se ve rodeado de una tundra que se confunde con el mismo cielo, con solo cajas de libros, comida enlatada, una canoa, artículos personales y cerveza como compañía.
La película no ofrece mucha información sobre el protagonista antes de emprender su aventura, aunque muchos datos los comparte él mismo a través de narración en off, a lo largo de las dos horas de duración del filme. En cuanto a sus acciones, se deja ver que es una persona muy metódica; su hábitat es un escritorio entre cuatro paredes, a diferencia de sus objetos de estudio, que viven en los aparentemente infinitos parajes de la tundra. Entre el viento y la nieve, teclea en una máquina de escribir sus primeras impresiones del lugar, como si a través de la escritura estuviera aferrándose al último vestigio de la civilización que conoce. Sin embargo, esta actividad es interrumpida por un avistamiento de varias siluetas de animales cadrúpedos a lo lejos, acercándose poco a poco.
En el primer encuentro que tiene con los lobos, sus estudios dejan de ser prioridad y se activa su instinto primitivo de supervivencia, escondiéndose debajo de una canoa que le proveyó el gobierno y armándose de una parte de su fagot. Esta escena posee una edición que hace que el espectador acompañe a Tyler en su miedo. Los encuadres recuerdan a los usados en el género de terror cuando el monstruo está acechando a su presa. El suspenso aumenta conforme las patas de la criatura se acercan lentamente. Sin embargo, hay un giro al revelar unos pies humanos, por lo que el científico sale de su escondite para pedir ayuda. Esta es la introducción a Ootek, un inuit anciano que carga con una sabiduría sobre la tundra mayor que todos los libros que Tyler podría leer. Acompañando a Ootek está Mike, un joven inuit adoptado por el viejo y que se gana la vida cazando animales y vendiendo sus pieles. Este par será la primera ventana del protagonista a un ambiente inhóspito para los humanos.
Aún tras conocer mejor a los inuit, Tyler decide acampar por su cuenta, observando de lejos a los lobos y sintiendo curiosidad por su forma de vida. Eventualmente nombra al líder de la manada George y a la hembra Angelina. Con el paso de los días, aumenta el respeto del científico por el espacio y la vida de la jauría, y los caninos parecen respetar también el espacio del hombre, ambos marcando su territorio en la extensa tundra.
Conforme avanza su investigación, el protagonista descubre que estos animales carnívoros no cometen el crimen del que la sociedad les acusa; en lugar de renos, se alimentan de ratones. Esto le resulta fascinante al científico y decide alimentarse también de los roedores para entender mejor el comportamiento de los lobos.
Con cada escena, la narración en off va disminuyendo y la comunicación visual toma relevancia, como si Tyler mismo dejara de lado el mayor invento de la humanidad, el lenguaje, para entablar un vínculo más fuerte con los lobos.
Podría decirse que la locura de la soledad en la tundra se apoderó de él —o tal vez fue el amor y respeto que adquirió por los lobos— y por eso decidió adentrarse a territorios todavía más lejanos. En esta tierra se le presenta la oportunidad de reencontrarse con una naturaleza libre de las ataduras del contrato social y las interacciones humanas.
El protagonista de esta historia logra tener una especie de iluminación sobre la verdadera naturaleza de los lobos y su hábitat, mientras, al mismo tiempo, frente a sus ojos se devela la naturaleza humana, una que no logra diferenciar entre progreso y destrucción.
PUNTOS DESTACABLES
Para los estándares actuales de narrativa audiovisual, Never Cry Wolf puede sentirse lenta. Sus encuadres y montaje son más similares a un documental de National Geographic, con todo y la narración en off antes mencionada, que a un producto de ficción. Sin duda, esta película, cuya producción duró dos años y fue grabada en gran parte en Alaska y el ártico canadiense, merece una restauración en 4K lo antes posible.
Esta historia está basada en un libro homónimo escrito en 1963 por el autor y activista canadiense Farley Mowat, quien, después de sobrevivir a los horrores de la Segunda Guerra Mundial, trabajó para el Servicio Canadiense de la Fauna, donde sus investigaciones le inspiraron para escribir la novela, la cual se considera que tuvo un impacto positivo en la percepción de los lobos del ártico canadiense.
Volviendo al lenguaje cinematográfico, Never Cry Wolf tiene una estructura muy simple, pero nunca deja de ser entretenida. Con su lenguaje visual logra llevarnos en el mismo viaje de descubrimiento que Tyler.
En el guionismo existen muchos recursos para crear conflicto en una narrativa. Hacer que el protagonista se enfrente a la naturaleza es uno de ellos. Así es como empieza la trama, pero esto cambia para revelar el verdadero conflicto de Tyler, uno que lo enfrenta con su propia naturaleza y la de toda la especie humana.
Este es un buen momento para elogiar a Charles Martin Smith, quien interpreta a este personaje. La corporalidad y expresiones faciales del actor logran cargar con todas las implicaciones de su aventura por la tundra.
Nuestro protagonista puede ver que aunque la naturaleza tenga un balance por sí misma, es uno extremadamente delicado. Pero, a pesar de las extinciones masivas que ha tenido el planeta a lo largo de millones de años, es un equilibrio que ha permitido que la vida renazca de las cenizas.
La naturaleza puede ser peligrosa, sin duda alguna, pero algo que es verdad —y citando a otra película mucho más popular (Jurassic Park)— es que “la vida encuentra su camino”. En cambio, el ser humano sólo ha conseguido destruir todo lo que este planeta ofrece.
¿Cómo sobrevivir en un mundo cuya naturaleza es la destrucción?
Never Cry Wolf no brinda una respuesta a esta pregunta, pero sí ofrece una mirada a las acciones que podemos hacer como individuos para cambiar nuestra percepción de la naturaleza. Se trata de una esperanza nublosa entre matices de grises.
El mensaje de esta película no es una lección nueva en el cine, y menos cuando la vemos 41 años después de haberse estrenado. Pero —sin revelar su final en este texto— sus últimas escenas ofrecen una perspectiva que una producción actual probablemente no tendría.
Este filme ha sido mayormente olvidado en el tiempo, pero afortunadamente puede ser disfrutado de forma gratuita y subtitulado al español en la plataforma Tubi.