El tenor subió al escenario de El Siglo de Torreón, el cual estuvo decorado con girasoles. Lo hizo acompañado de dos de sus amigos, con quienes comparte la pasión por la música y los libros. Rolando Villazón está de regreso en México tras 14 años ausente y ha elegido a la ciudad lagunera para comenzar su paseo con la presentación de su novela ‘Amadeus en bicicleta’, publicada por la editorial Galaxia Gutenberg.
El crítico Gerardo Kleinburg y el escritor Enrique Alfaro Llarena fueron sus cómplices durante la velada. La presentación, que contó con la colaboración del Municipio de Torreón, a través del Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE), dio inicio a las 19:00 horas. El público expectante, voces al micrófono, los aplausos al escuchar el apellido Villazón; percusión que surge cuando el alma admira.
Gerardo Kleinburg fue el primero en tomar la palabra. Habló del regreso de Villazón a México, de la trayectoria que el maestro ha logrado en el extranjero y del talento que le ha permitido desarrollarse en distintas disciplinas, pues además de cantar, actúa, dirige y escribe.
En ‘Amadeus en bicicleta’, Rolando Villazón crea un personaje a través del humor y escenas inolvidables: el mexicano Vian Maurer, quien es consciente de que tiene su última oportunidad de hacerse con un nombre en el mundo de la ópera, recorre la ciudad de Salzburgo en bicicleta, visita sus cafés, sus librerías, sus monumentos y descubre su magia.
Si bien el maestro está de acuerdo con que el cielo debe sonar a música de Bach, “cuando dios se voltea, los angelitos se ponen a escuchar a Mozart”. Al tomar su turno, Villazón agrega que el genio de Salzburgo es el compositor que conoce más a fondo. Sobre él ha leído cerca de 90 libros sobre ensayos y biografías. Pero mucha de esta información la desechó de la novela porque consideraba que entorpecía la historia.
“Rolando es un espíritu curioso, es un espíritu vivo”, comenta Enrique Alfaro Llarena en su intervención. Villazón bromea entre comentarios. La vida le ha compuesto una sonrisa eterna en su rostro, como si se tratase de un leitmotiv. Incluso se toma el tiempo para buscar en sus bolsillos una pluma, colocarla en su cabeza y hablar sobre la historia entre Mozart y el pequeño pájaro que llegó a tener como mascota.
Y es que sucede siempre un fenómeno cuando Mozart se instala bajo la mirada de Villazón. El paisaje es mozartiano, queda imaginarlo: sopla un viento virtuoso, las nubes se convierten en partituras al horizonte, las montañas son acentos, relieves de gestos, el clima otoñal pone la armonía y los caminos las melodías. Por ahí pasea el tenor, sobre una bicicleta fabricada con palabras. Siente la tracción de tinta sobre papel. Luego se aventura a soltar el manubrio y abrir los brazos como si tuviera alas.
“Yo seguiría escribiendo aunque no se me vuelva a publicar nunca jamás”. Si cantar consiste en hacer malabares con las notas, escribir es una suerte similar con las letras. El tenor trata de explicar sus múltiples intereses artísticos. Habla de no encasillarse, de no limitarse, de no temer al fracaso ni definirse cuando se tiene horizontes demasiado extensos. Vian, el protagonista de su novela, descubre a través de Mozart qué en la vida hay mucho más, qué siempre existe una página en blanco donde se pueda escribir algo nuevo.
Villazón se describe como un lector y “todo sueño sueño de un lector es hacerse escritor”. Lo dijo en una conversación con Gerardo Kleinburg; nunca deja de escribir. Lo mismo apunta en cuadernos bosquejos, frases ideas, sonetos. Cuando envió Malabares, su primera novela, a sus agentes literarios, uno de ellos le contestó; “Nos interesa su novela, ¿es algo del tenor que se llama como usted?”. Rolando respondió: “Eso me pregunto todos los días cuando me miro en el espejo”.
“Cuando escuchamos música, una fuerza interior va cobrando forma hasta crecer desproporcionadamente, más allá de nuestras fuerzas”, escribió el fallecido autor Eusebio Ruvalcaba. Lo mismo pasa cuando se lee un libro: en el alma surge la voz que dibuja paisajes, construye tramas y transporta a otros mundos para dirigirse más allá de las palabras. Al estilo de Cortázar, los lectores son cronopios en una esperanza sin ambición de fama.
Es entonces cuando, a pocas horas de haber celebrado el 117 aniversario de Torreón, cabe modificar un poco la letra de la tradicional Filomena, aquella pieza cuya letra dice: “La Laguna tiene dinero, La Laguna tiene algodón y por eso los laguneros abrazaron a Villazón”.
Rolando Villazón presentará una gala de ópera a las 20:00 horas de este miércoles 18 de septiembre, en el Teatro Isauro Martínez. A su lado estará la Camerata de Coahuila, así como la soprano Anabel de la Mora y la mezzosoprano Itzeli del Rosario. Será el primer concierto que dará en México luego de 14 años de ausencia.
“Va a ser un hermoso concierto con mis colegas que están aquí presentes”, concluyó.
El Siglo de Torreón fue el primer lugar que el tenor Rolando Villazón ha pisado en su regreso a México (EL SIGLO DE TORREÓN / ENRIQUE CASTRUITA)