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Seis rarezas en torno a Cien años de soledad

La novela más leída de Gabriel García Márquez no es una obra cerrada en sí misma: está llena de guiños, puentes y pasadizos que la conectan con otras piezas maestras de la literatura universal.

Seis rarezas en torno a Cien años de soledad

Seis rarezas en torno a Cien años de soledad

VICENTE ALFONSO

La novela más leída de Gabriel García Márquez no es una obra cerrada en sí misma: está llena de guiños, puentes y pasadizos que la conectan con otras piezas maestras de la literatura universal.

  1. En el célebre comienzo de la novela: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”, hay oculto un homenaje a Pedro Páramo, novela de Juan Rulfo, que probablemente le sugirió a García Márquez el singular fluir del tiempo con que está contada la novela de Macondo. Pedro Páramo contiene esta frase: “El padre Rentería se acordaría muchos años después de la noche en que la dureza de su cama lo tuvo despierto y después lo obligó a salir. Fue la noche en que murió Miguel Páramo”.  

  2. El nombre que García Márquez tenía pensado para la novela era La casa, pero Álvaro Cepeda Samudio, uno de sus amigos de Barranquilla, publicó en 1962 una novela titulada La casa grande. La novela de Cepeda también aborda la matanza de trabajadores de la compañía bananera. Por cierto, Álvaro aparece en los capítulos finales de Cien años de soledad: es uno de los personajes que visitan al sabio catalán para hablar de libros. 

  3. La escena en donde el coronel Aureliano Buendía intenta quitarse la vida pegándose un tiro en el corazón alude al poeta colombiano José Asunción Silva, quien se suicidó de esa forma en 1896, a los 30 años de edad. García Márquez recordaba haber leído a Silva desde muy joven, cuando estudiaba en el Liceo Nacional de Zipaquirá. Entonces existía una polémica en torno a De sobremesa, libro de Silva cuyo manuscrito se perdió durante un naufragio y que el autor debió reescribir. De sobremesa sólo fue publicado hasta 29 años después del suicidio del autor. La discusión que ocupaba entonces al gremio literario era si se trataba o no de una novela. 

  4. García Márquez comenzó a escribir Cien años de soledad después de acompañar a su madre a un viaje a Aracataca, su pueblo natal, pues planeaban vender la casa familiar. En ese viaje, Gabo llevaba como lectura Luz de agosto, del novelista norteamericano William Faulkner. El maestro colombiano nunca ocultó la enorme influencia que Faulkner ejerció en él no sólo para estructurar sus ficciones, también para crear personajes. En otro libro, The Village, Faulkner presenta a un personaje femenino llamado Eula Varner, que podría ser la base para Remedios, La Bella. En uno de los primeros borradores de la novela, Remedios no subía al cielo en cuerpo y alma, sino que se fugaba con un vendedor de máquinas de coser. 

  5. Uno de los pasajes más fascinantes de la novela es la peste del insomnio. Las epidemias fueron siempre un elemento clave en la literatura de García Márquez: otro de sus libros de cabecera era Diario del año de la peste, novela de Daniel Defoe publicada en 1722. Así, las epidemias eran un tema que le resultaba fascinante, del que incluso escribió varias columnas periodísticas. Más aún, García Márquez se basó en la novela de Defoe para escribir el guion de una película que se llamó El año de la peste, que fue dirigida por Felipe Cazals y estrenada en 1979. 

  6. Cuando escribió el libro, entre 1965 y 1966, García Márquez no tenía una biblioteca personal: vivía en la Ciudad de México con su esposa, Mercedes, y sus hijos Rodrigo y Gonzalo. Escribió la novela en un pequeño espacio adaptado como estudio, ubicado en la planta baja de su casa. Allí tenía unos cuantos libros, entre ellos la Antología de la literatura fantástica de Jorge Luis Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo. También tenía Rayuela, de Julio Cortázar (que había sido publicada en 1963). Al respecto, en Cien años de soledad hay una breve alusión a Rayuela cuando Gabo se retrata a sí mismo en París, como un aspirante a escritor que sobrevive vendiendo periódicos atrasados y botellas vacías, y “durmiendo de día y escribiendo de noche para confundir el hambre, en el cuarto oloroso a espuma de coliflores hervidas donde había de morir Rocamadour” (que es el hijo de La Maga que muere en la novela de Cortázar).

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Escrito en: Vicente Alfonso Gabriel García Márques Cien años de soledad Pedro Páramo Diario del año de la peste Rayuela

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