Victoriano Huerta de frente al sol
El 24 de agosto se cumplió un año del fallecimiento de Ignacio Solares. Novelista, dramaturgo, editor y periodista cultural, el maestro Solares tuvo en la Historia uno de sus más arraigados intereses. Autor de novelas históricas consideradas clásicos en nuestra literatura como Madero, el otro y La noche de Ángeles, el autor nacido en Ciudad Juárez, en 1945, supo combinar lo históricamente exacto con lo simbólicamente verdadero. Dicho de otra forma, comprendía perfectamente que en ciertas ocasiones limitarse a los hechos supone una camisa de fuerza al momento de retratar en profundidad un personaje o una época. Si nos limitamos a lo fáctico, ¿qué hacemos con ese territorio donde se cruzan las obsesiones individuales con las preocupaciones colectivas?
Esto viene a cuento porque hace unos días se dio a conocer que El indio Victoriano, de Gustavo Vázquez Lozano, fue distinguida con el Premio Nacional de Novela Histórica Ignacio Solares 2024. Publicada por el sello Debate, se trata de una novela biográfica (que no una biografía) que echa luz sobre aspectos poco conocidos, pero muy relevantes, de uno de los personajes más controvertidos en la historia de nuestro país: Victoriano Huerta Márquez.
El autor, Gustavo Vázquez Lozano, nació en Aguascalientes en 1969 y ha publicado más de treinta títulos entre novela, cuento y ensayo. En 2017 obtuvo el Premio Sor Juana Inés de la Cruz y en 2016 el Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo, por mencionar solo un par de galardones. Desde 2022 pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Destacar El indio Victoriano como novela biográfica, y no como una biografía a secas, no tiene nada que ver con el rigor de la investigación, pues la nutrida bibliografía incluida en el libro de Vázquez Lozano deja claro que se trata de un trabajo muy bien sustentado. El carácter novelístico deriva del uso certero y a la vez creativo de las herramientas del narrador: muestra de ello es el hecho de que, desde la obertura, recibimos el relato de vida desde la voz del propio Huerta, quien yace insepulto en un cajón del otro lado del Río Bravo, a la espera de que el tiempo sedimente los ánimos de sus adversarios y malquerientes.
Apodado “El Chacal”, Huerta Márquez ha sido, como se señala en la cuarta de forros del libro, “el villano mayor en la galería de los presidentes de México”. Un hombre que ha sido denostado, llamado golpista, cucharacho, incluso monstruo. Un hombre a quien la memoria colectiva recuerda oculto detrás de un par de gafas oscuras, lo que se ha interpretado como un rasgo de frialdad.
Pero en El Indio Victoriano, Vázquez Lozano nos muestra una faceta distinta: un hombre que murió en la pobreza, que se refugió en El Paso, Texas, huyendo de la furia carrancista. Un hombre profundamente interesado en la ciencia y en la divulgación del conocimiento: un hombre que además de un destacado astrónomo fue matemático, geógrafo, alpinista y cartógrafo.
Para muestra, un botón: en el capítulo XXV encontramos un pasaje que explica de otra manera que Huerta usara lentes con cristales ahumados. En 1882, le encontramos en las inmediaciones de Xalapa observando directamente el tránsito de Venus por el Sol. No obstante que las condiciones de observación no son las mejores, la voluntad del personaje se impone: mira de frente al sol aún a sabiendas del riesgo al que se expone. Pueden más las ganas de saber. Tremenda imagen, pues ¿no decimos de aquellas personas que son congruentes con sus ideales, que pueden mirar de frente al sol?
El perfil de Huerta que traza Vázquez Lozano destaca otros aspectos que han sido silenciados, como el hecho de que Huerta provenía de una familia huichol y que su generación fue la primera en hablar en castellano. Así, esta obra implica una reflexión sobre la manera en que construimos la Historia, ese espacio de discusión permanente, en reescritura constante, en donde estamos continuamente reelaborando el pasado.