Uvas de Año Nuevo (ESPECIAL)
En cada racimo de uvas se guarda una historia que va más allá de su dulzura. Este fruto, protagonista indiscutible de las celebraciones decembrinas, se convierte en símbolo de esperanza al sonar las campanadas de Año Nuevo, cuando millones de familias mexicanas cumplen con la tradición de comer 12 uvas, cada una representando un deseo o propósito para el año que comienza.
La historia de la uva en México se remonta a la llegada de los misioneros españoles, quienes introdujeron la viticultura en el territorio. Desde entonces, el cultivo de la vid se ha consolidado como una actividad agrícola de gran relevancia, no solo para el consumo fresco, sino también para la elaboración de vinos, destilados, jugos, conservas y vinagres. Incluso sus semillas tienen valor agregado, de ellas se extrae aceite de pepita, utilizado tanto en la cocina como en la cosmética.
De acuerdo con la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), las uvas se clasifican en tres grandes categorías: la uva fruta, fresca y carnosa, con o sin semilla; la uva pasa, obtenida por deshidratación, más seca y concentrada; y la uva industrial, más ácida, destinada a vinos, jugos y jaleas. Esta diversidad permite que el fruto se adapte a distintos mercados y necesidades, desde la mesa familiar hasta la industria vinícola.
La uva es un alimento con importantes aportes nutricionales. Su riqueza en antioxidantes la convierte en aliada contra el envejecimiento celular; su fibra actúa como un laxante suave; y sus taninos y ácido cafeico funcionan como bactericidas naturales. En cuanto a minerales, aporta potasio, esencial para la función nerviosa y muscular, además de magnesio y calcio, que favorecen la concentración y la salud cardiaca. También contiene ácido fólico, vital para la formación de glóbulos rojos y blancos, y vitamina B6, que ayuda a mantener la función cerebral. En 2024, México produjo 499 mil 140 toneladas de uva, de las cuales el 79.6% correspondió a uva fruta, reflejando la importancia de este producto en la dieta nacional.
Desigualdad en la mesa
El consumo de uvas, sin embargo, enfrenta un obstáculo social, que es la disparidad en los precios. El monitoreo de Profeco realizado en diciembre muestra diferencias significativas entre regiones y establecimientos. La uva globo o red globo tuvo un precio promedio de 89.57 pesos por kilo, con mínimos de 36.90 en Saltillo y máximos de 122.13 en Ciudad de México. La uva Thompson o blanca sin semilla alcanzó un promedio de 102.17 pesos por kilo, con precios que van de 59.90 en La Paz hasta 160.00 en Guadalajara y otras ciudades. La uva roja sin semilla registró un promedio de 90.67 pesos por kilo, con extremos de 49.90 en Cancún y 149.00 en León.
Estas variaciones reflejan una realidad social, pues mientras en algunos hogares las uvas son un símbolo accesible de esperanza, en otros se convierten en un lujo difícil de costear. La tradición de las 12 uvas, que debería unir a las familias en un mismo ritual, se enfrenta a la desigualdad económica que marca el acceso a los alimentos.
Las uvas son, al mismo tiempo, un puente cultural y un espejo de las diferencias sociales en México. Su consumo en Año Nuevo es un acto colectivo cargado de simbolismo, pero los precios revelan que no todos los hogares pueden cumplir con la tradición de la misma manera. En este contexto, la Profeco invita a los consumidores a consultar el portal Quién es Quién en los Precios (qqp.profeco.gob.mx), donde se pueden comparar costos y elegir la opción más justa.
