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Al Larguero | HISTORIAS PARA LLEVAR

ALEJANDRO TOVAR MEDINA

Cuando la preparación y la oportunidad coinciden, es que el tipo soñador se comunica con el hombre que siempre quiso ser. Como Yoshinobu Yamamoto, (27) estelar nipón de Dodgers, que ansiaba desde joven llegar al templo de los ídolos azules donde anidan Sandy Koufax, Clayton Kershaw, Don Newcombe, Don Sutton, Tommy John, Don Drysdale, Fernando Valenzuela, Orel Hershiser, Bob Welch, Hideo Nomo, Johhny Podres, entre otros y donde ya hay un banco para Shohei Othani y en construcción desde el sábado, uno para él mismo.

Los atletas se miden por su gran ritual. Con uno fuera, Yoshinobu midió el poder del paisano Kirk y le dejó una recta cortada que Alex solo machucó por el short, donde Mookie acudió como una pantera y dejó una línea en el guante de Freeman.

De ahí, a la historia, a la histeria y al júbilo eternizante, al desenfreno y la casi locura, al encendido de luces multicolores con color pasional.

Yamamoto le había dicho a Roberts que contara con él, no solo por sentirse fuerte y confiado. El mánager sabía que si te roban la memoria, te roban el futuro. Lo dejó entrar a la historia, porque se dio cuenta de que Yamamoto se puso el uniforme encima del traje de Samurai.

Dodgers triunfó jugándose la piel contra una sociedad apabullante. Kike Hernández fue gacela en los jardines e hizo el tremendo doble play final porque cerca suyo Duke Snider (1926-2011) le aconsejaba y le ayudaba sin ser visto. También Valenzuela se hizo entender con Yamamoto, igual que Garvey con Freeman y Bill Rusell aleccionaba a Mookie Betts, Los viejos jugadores estaban presentes. De esas mismas sombras, Tom Lasorda salió para aleccionar a Roberts, porque en el beisbol, no está escrito, pero sí es claro que los fantasmas van dejando descargas emocionales.

Terminado el huracán de beisbol, cuando uno va sacando cuentas, encuentra que la mejor riqueza del hombre de genio radica en su interior, Estos seres de superdote, antes de entrar en el terreno de juego, tienen la obligación de mostrar que su pasión y devoción son obligatorias, igual que nosotros frente a la ventana de la tv, esa que exhibe astros como soldaditos de plomo que amenazan salir del cuadro y romper toda la cristalería.

Fuera de eso, nada nuevo. En la liga MX arriba están los que todos proyectaban y abajo también. Algunos detalles solamente con el muchacho Armando González, que se recibe de goleador (11) con Chivas y se empareja con Joao Pedro y Paulinho. Decían que el clásico regio sería como una nueva guerra y terminó siendo un partido absolutamente común, sin nada extra.

Santos, en cambio, está claro que no espanta fantasmas a domicilio. Cuando están en la cancha dan la sensación de que su espejo devuelve más dudas que reflejos. En once minutos Necaxa les hizo dos. Un autogol de Amione que sufrió toda la noche y debe estar mal de su cintura y el otro un cabezazo de Cambindo, que remata entre los dos centrales, Haret y Balanta. Algo inaceptable.

Se trajeron cuatro rejones del Victoria pero pudieron ser más, sólo que Carlitos tomó su papel de pajarillo volador y lo impidió. Este grupo sólo emite chispazos, como un motor que se apaga y ha perdido reactividad y queda expuesto siempre a las llamas del castigo público. Si tiene ilusiones, debe ratificarlas con buen juego, sabedores de que lo que conduce al mundo no son las máquinas, sino las ideas.

Y en este caso, considerando el esfuerzo de su técnico que desea triunfar y mostrarse, no se debe olvidar que el futbol sólo pasa por los jugadores. Sólo por ellos.

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