Si la vida es como la montaña rusa, lo ideal será que cada cual ejerza el papel que le corresponde en ella, y hacerlo de la mejor manera posible, puesto que la existencia misma se nutre de voluntades. De niños lectores viajamos por el mundo con las alas de la imaginación puesta en marcha y la madurez nos trajo la tv que nos lleva de un rincón a otro, del mismo orbe, con sensaciones que van como aquel ahogado que no se hunde y llega a la orilla.
El viernes vimos cómo el semidios Djokovic (38) dobló su espada ante el infernal Carlos Alcaraz (El Palmar, Murcia. 22), que así se proyectó a la final del US Open contra Yanik Sinner (24).
Y el domingo, cuando las imágenes de los dos portentos iban de una punta a otra en Flashing Meadows, uno veía como fantasmas en la niebla a los héroes que les antecedieron raqueta en mano y talento al aire a través de los años: Connors, Borg, Mc Enroe, Sampras, Agassi, Vilas, Nastase, Lendl, Nadal, Federer, poetas del tenis de nuestra generación.
Alcaraz necesitó de dos horas y 42 minutos para despachar en su tercera final de Grand Slam al feroz Sinner, brazos largos, potencia física, inteligencia y decisión. Fue 6-2, 3-6, 6-1 y 6- 4. Sinner le ganó en Wimbledon, pero Carlitos lo dobló en el Roland Garros en París y ahora en Nueva York. El murciano es un león que sabe que su principal tarea es darse a luz a sí mismo para ser lo que es.
En el Coliseo de Oakland jugaba el gran equipo histórico de Atléticos. Los bigotones Catfish Hunter, Joe Rudi, Sal Bando, Bert Campaneris, Vida Blue, Rollie Fingers, Reggie Jackson, Blue Moon Odom y nuestro Horacio Piña, entre otros, manejados por Dick Williams (1929-2011). Ahí nuestra selección el sábado no pudo con Japón. Tuvo una buena defensiva y un Malagón de primera, pero el medio campo no gestó futbol claro y su gente de ataque no tuvo las balas para su fusil. Los nipones fueron superiores. Para colmo, cuando hubo una oportunidad, la dejó ir Berterame.
Está claro que en el deporte, el plan mejor estudiado pierde la batalla contra el azar, y bien sabemos que es más traumática la caída cuando la expectativa es grande, pero uno revisa por ejemplo e idolatra a lanzadores como ese Catfish, Koufax, Jim Palmer, Vida Blue, Mike Cuellar, Don Drysdale, etc. Pero se olvida de los receptores maravilla. Aquél trío de Bravos con Maddux, Smoltz y Glavine, contó con el aplomo y calidad silenciosa de Javy López.
Estrella, como antes vimos a Berra, Bench, Fisk, Piazza, Posy, Campanella, Munson, Cochrane, Carter, Dickey. Un desfile. Todos son estelares. No puede haber grandes lanzadores si no los acompaña un gran cátcher.
Todo parece un juego de nombres. En realidad, cualquier deporte te abre las puertas de sus grandes figuras porque tienes memoria y vas atesorando los apellidos, los gestos, los movimientos y hasta terminas creyendo que no han envejecido y te sientes incómodo como los ves actualmente, porque los años no perdonan a nadie. Terminas dándote cuenta de que para bien y para mal, el pasado nunca se va y le gusta aparecer en cada imagen, en cada temporada, en determinadas fechas, en cada recuerdo, en la calle, en los sueños, porque estamos labrados en las sombras de la condición humana, donde imágenes y lectura te hacen volar con tu imaginación.