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Religión sin ateos

ALEJANDRO TOVAR MEDINA

Querido diario: La pasión es como el genio que ha de frotar la lámpara, tal vez con más ilusión que miedo pues uno siempre quisiera mostrarse distinto, como materia fundamental para llegar a serlo; sin embargo, en la vida y el deporte, a veces nadie entiende nada. Uno cree que cumple con su militancia, sin recordar que amores y miserias caminan de la mano como fantasmas juguetones.

Y te sucede a cada rato. El famoso Balón de Oro, instituido por la revista France Futbol desde 1956 para galardonar al mejor jugador de Europa, ¡es de latón¡ lo cual es igual a los sueños de grandeza con nuestros favoritos, pues aunque todos ejerzamos nuestro mejor papel, está claro que la vida está hecha de voluntades y viene la pregunta ¿si fuéramos normales, cómo seríamos? Uno se refugia frente a la tv, como el casi ahogado que no se rinde y llega a la orilla, pero cuando las derrotas se manifiestan, primero encorajinan, luego desalientan pero lo que en realidad se quiere es salir huyendo, corriendo por las calles sin freno y sólo detenerse cuando se dan instrucciones al cansado cerebro para recordar todos los buenos tiempos cuando fuimos felices.

En el realismo mágico del beisbol, uno levanta banderas y hasta se burla en forma tímida de Red Sox, pero desde antes de ver el Rogers Centre (49 mil espectadores) en el corazón de Toronto, inaugurado en 1989, que tiene un techo retráctil (para abrir y cerrar según las condiciones climáticas), de saber que en esa casa Yankees ha sufrido demasiado y por más que te digan que la ilusión es una flecha en el aire, hay temor y una vida sugestiva de ambivalencia y sentimientos.

En dos días, Blue Jays nos mostró su poderío. Hicieron 23 carreras, incluyendo un grand slam de Vladimir y luciendo en la loma como navajas Gausman, Yesavage, Varland y compañía.

El aterido Mr. Boone, piloto Yankee, aterrado por el pésimo trabajo de sus relevistas (8 jits y 10 carreras) y del estelar Max Fried (19-5) que en sólo tres entradas le dieron 8 imparables, 7 carreras y lo botaron de la loma. Boone sólo dijo “no fue su mejor día”. Esto nos reduce a buscar poemas para todas las almas perdidas, dentro de ese idealismo que conduce al engaño y la melancolía.

Por eso, querido diario, comprende bien que en esa loca carrera de la derrota, donde como todo fan irredento, se buscan respuestas y no se ubican mas que encuentros con las sombras ajenas, tiene que haber salidas. Si las buscas en el futbol, das marcha atrás, porque está bien que uno huya, pero viendo a Santos Laguna, chocas otra vez. No podemos convencernos de que la pasión no está directamente relacionada con el triunfo, sino con el amor a la tierra y sus colores.

El único que hizo temblar al América fue Hareth Ortega, que a cambio de una nueva tarjeta roja, le dio al divo francés Alan Saint-Maximin la patada del año y puso en peligro una gran inversión. Por lo demás, sus compañeros procedieron a llevarse los puntos con goles y lujos ante un rival caliente, pero falto de futbol y calidad.

Ocejo parecía arriba, Lawrence cruzando el desierto.

Viendo tanta publicidad en tv, tiene el espectador sufrido qué hacerse una pregunta: ¿no puede haber un seguro que le proteja o indemnice por desilusiones?. Es demasiada la energía consumida en el trayecto, porque el mayor patrimonio de Santos es su gente y cuando se cree que su pasión toma el mando, le viene el golpe que duele todos los días porque después de todo, diario querido, uno conoce que hallar el sentido del tiempo es la aspiración suprema.

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Escrito en: Al Larguero columnas Deportes Alejandro Tovar Medina

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