La estrategia que utiliza el presidente Trump es la peor de las opciones para promover la grandeza económica y política de su país y su hegemonía mundial. La conquista y la prepotencia no son un método efectivo para hacerse de un mercado. Trump utiliza el bloqueo como instrumento para aumentar posiciones y lograr que el total de la acción sea lo que él quiere.
La fuerza militar tampoco se aplica para la conquista sino para romper la fuerza del supuesto enemigo que supone ver en cada uno de los mercados nacionales de los más de los 75 países que han sido agredidos con el propósito de que sus economías floten atados a la de los Estados Unidos en una nueva sintonía universal.
Un experto suizo declaró que el método de utilizar los aranceles y demás restricciones al comercio, equivale a abrir la caja de Pandora del comercio entre naciones y destruye toda posibilidad de éxito de un nuevo orden.
Efectivamente, el comercio internacional se compone de los cientos de miles de operaciones diarias que se realizan simultánea y complementariamente entre países y regiones. Este intercambio no tiene sentido, si no produce un nuevo estado de prosperidad superior a la que cada uno pueda tener.
No es posible lograr la prosperidad de un país aislándolo de los demás. La guerra de tarifas que se ha desatado con una monstruosa dimensión tiene como propósito adueñarse por la vía artificial, sin necesidad de una acción bélica hasta lograr la derrota o la eliminación total de una de las dos partes contendientes, es decir, Estados Unidos o China.
Dicha batalla pone de manifiesto que esa única vía consiste en extremar el uso de las tarifas no sólo con fines hegemónicos comerciales, sino lo que más trasciende, es extender el dominio político. Hoy día la táctica no consiste en sumar energías, sino destruirlas por completo.
En realidad, el programa que está realizando Trump es extremadamente conservador, es la réplica esta vez a gran escala, de lo que López Obrador embarcó al país dividiéndolo en dos bandos, el neoliberal y el peculiar esquema socialista tropical. El fracaso de Amlo es precisamente lo que le espera al mundo con Trump.
Este proceso acabará por hundir a cualquiera que lo utilice. México por su parte, ha logrado cierto avance en generar bienestar, lo que casualmente se ha podido realizar cuando se han unido las fuerzas económicas y políticas y no cuando se han visto como enemigas.
Es tiempo de entender que la única vía que ha llevado al éxito entre países es la de las alianzas. Después de la II Guerra Mundial, los países se conformaron en grupos como el de la Comunidad Europea como instrumento amalgamador. Diez años después, América Latina intentó formar un modelo semejante con la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). Hoy 60 años después, se intenta una nueva versión del ideal latinoamericano a través de la CELAC.
El problema está en que, lejos de proponer una unión con propósitos económicos comunes, válidos y firmes, la revitalizada CELAC de hoy está altamente ideologizada y por esta razón está condenada a representar la debilidad de los objetivos de cada uno de sus miembros. En este sentido, nacen frustrados los esfuerzos para unificar el potencial de cada uno de los países y traducirlo en objetivos comunes.
Por otra parte, el actual escenario mundial ofrece a América Latina y desde luego a México, una perspectiva aparentemente más amplia y actual, más a tono con la evolución que se manifiesta en los acontecimientos actuales donde la preocupación de todos los países es la forma de nuevos esquemas económicos, políticos y sociales.
Dentro del gran ajedrez mundial de los aranceles que por el momento nos ocupan a todo mundo, México tiene que estar seguro de mantener su propia identidad que está en juego en momentos en que su creciente familiaridad con el proyecto hegemónico norteamericano le podría restar su histórica unidad y fortaleza social.
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