Que la rueda siga girando. Así el mercado financiero, donde el deseo es un motor traicionero. Dicho de otro modo: no todo lo que brilla es oro. Sin embargo, siempre se quiere más. Llámenlo avaricia o ambición, pero de vez en vez, surgen como apetitosos dulces, oportunidades en apariencia, únicas. La historia no es nueva. Países Bajos, siglo XVII, un puñado de ciudades recibe los beneficios del comercio mundial. Puertos prósperos con ansias de gastar. Surge el gusto por los tulipanes. Con el tiempo alcanzan un lugar de prestigio. El mercado crece y se extiende en 1636. Ante la demanda creciente, el precio se multiplicó hasta alcanzar un pico exorbitante. Subió como la espuma y también la especulación sobre la oferta de los bulbos a futuro. De esa manera algunos apostaron importantes cantidades para la próxima cosecha. No obstante, así como subió el precio, al poco tiempo se desplomó, hasta valer casi nada. El caso se considera un ejemplo de la historia económica, donde las inversiones a futuros se evaporan.
El deseo de ganar más seduce y también ciega al más avezado por sus encantos. De esa manera, un carismático estafador financiero de origen italiano, Carlo Ponzi, se las arregló para promover intereses atractivos a quienes invirtieran con él. Ofreció una rentabilidad del 50 por ciento de la inversión a 90 días desde su oficina en Boston. Pronto se corrió la voz por todos lados. La promesa económica no pasó inadvertida y logró reunir 20 millones de dólares de unos 40 mil inversores. El esquema de fraude piramidal consistió en robar a "A" para pagar a "B". Ponzi no inventó la estafa piramidal, pero sí le dio nuevos bríos en los Estados Unidos. Sin embargo, el esquema tiene sus límites. La bomba tronó en el verano de 1920, cuando todo se derrumbó y salió el fraude financiero. En nuestros tiempos, Bernard Madoff, vaca sagrada de Wall Street y estadounidense "ejemplar", rebasó a Ponzi con una estafa de alcances mundiales por 68 mil millones de dólares en el año de la gran crisis, 2008.
Poco aprendemos. Ponzi resurge, una y otra vez, para comer las inversiones de incautos y ambiciosos, a través de instituciones financieras con vistosas oficinas. Ofrecen dar más que el promedio de los bancos, hasta que un buen día, sale a comprar cigarros y desaparecen. Dejan en la ruina a las personas que antes arrastraron desde el deseo.
Bien lo dijo Jean Baudrillard: "La seducción nunca es del orden de la naturaleza, sino del artificio". En esta ocasión, el artificio se renovó en Argentina por medio de una criptomoneda llamada LIBRA, misma que impulsó el "libertario" presidente de ese país, Javier Milei. Publicó en la degradada red social X: "La Argentina Liberal crece. Este proyecto privado se dedicará a incentivar el crecimiento de la economía argentina, fondeando pequeñas empresas y emprendimientos argentinos. El mundo quiere invertir en Argentina".
La criptomoneda inició en 4.7 dólares el viernes 14 de febrero. Juntó casi 100 millones de dólares y luego se esfumó el dinero. 9 cuentas ganaron 87 millones, y el resto de los 40 mil inversores fueron estafados. De la mano de Hayden Mark Davis creador de LIBRA, Milei promovió (él dice que no sabía), una estafa en grande, pero no más que su presidencia.
¡Viva la libertad, carajo!
Posdata. Disculpas a los lectores. Había mejores temas, como el fallecimiento de Tongolele y Paquita la del Barrio, pero el tiempo nos ganó.