Probablemente la mayoría de nosotros hemos escuchado o hemos leído que el dióxido de carbono es un gas de efecto invernadero, los gases de efecto invernadero absorben el calor que libera la superficie terrestre y calientan la atmósfera.
Gracias al efecto invernadero, la tierra ha mantenido hasta ahora una temperatura habitable para el ser humano. Sin embargo, a partir de la Revolución Industrial, el hombre empezó a usar grandes cantidades de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo, etcétera y a emitir grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera. La concentración de este gas en la atmósfera antes de la Revolución Industrial era de 280 partes por millón (ppm), en 2016 la concentración aumentó a 400 ppm, para entonces, el planeta había sido introducido literalmente dentro de un invernadero y empezó a observarse un peligroso aumento en su temperatura.
Para 2022, la concentración de dióxido de Carbono era de 420 ppm y la temperatura media global aumentó aproximadamente a 1.2 grados centígrados desde la era preindustrial. Lo cual supondrá más fenómenos meteorológicos extremos, como las olas de calor intenso, sequías severas y prolongadas, terribles huracanes, lluvias torrenciales, derretimiento de las masas de hielo, elevación del nivel de mar; calentamiento sin precedentes de los océanos, ocasionando la degradación de los ecosistemas marinos, la pérdida de biodiversidad y contribuye al aumento del nivel del mar y a olas de calor marinas. Además, el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera provoca que los océanos absorban este gas, el cual reacciona con el agua de mar y reduce su pH. Esta acidificación de los océanos perjudica la vida marina y limita su capacidad de secuestro de carbono.
Desafortunadamente, de acuerdo con la institución encargada del monitoreo de las concentraciones de los gases de invernadero, la Organización Meteorológica Mundial (OMM), las emisiones de dióxido de carbono continúan aumentando de forma explosiva. El secretario general de esta organización, profesor Petteri Taalas, desesperado dice: "A pesar de decenios de advertencias de la comunidad científica, miles de páginas de informes y docenas de conferencias sobre el clima, seguimos yendo en la dirección equivocada".
Pero, si en personas como Talaas, la desesperación cunde, ¿Qué es lo que está pasando? ¿en dónde radican las causas primigenias de esta terrible amenaza? ¿por qué no pueden bajar las emisiones? Quizás un enfoque distinto nos de luz a este respecto.
De acuerdo con análisis científicos el 1% más rico de la población Mundial es responsable de más del doble de la contaminación por dióxido de carbono, y el 50% de la población más pobre es responsable de sólo un 7% de las emisiones por el consumo del estilo de vida.
No es casual que esta misma brecha se presente en la posesión de riqueza. De acuerdo con OXFAM Internacional, una pequeña porción de la población mundial, el 1% más rico, posee una cantidad desproporcionada de la riqueza total. Mientras tanto, millones de personas, viven en la pobreza.
Koheit Saito vincula con claridad la crisis ambiental que padecemos con la acumulación excesiva de riqueza, dice: el objeto del saqueo del capital es el medio ambiente planetario en su conjunto…el capital ha esquilmado el petróleo, los nutrientes del suelo, los metales raros y todo lo que estuviera al alcance. Este extractivismo es una enorme carga para el planeta, sin embargo, así como ha desaparecido la frontera de la fuerza de trabajo barata, está desapareciendo también la naturaleza barata.
Un famoso economista Kennet E Boulding dijo: "quien crea que el mundo puede seguir creciendo indefinidamente de forma exponencial, o ha perdido el juicio o es un economista". No obstante, aunque han pasado más de 60 años, el mundo sigue ávido de crecimiento económico.
Saito advierte: " La crisis climática se complica y se agrava. Si se activa la bomba de relojería, los problemas se sucederán en una reacción en cadena, a modo de efecto de dominó. Llegado a este punto de no retorno, ya nada podrá hacer el ser humano".