Brayan, el niño de 12 años que intenta reconstruirse después de la drogadicción
A los 12 años, Brayan llegó a un punto que ningún menor debería conocer: vivir dentro de un anexo para enfrentar una adicción que avanzó sin que nadie alcanzara a detenerla a tiempo. Su historia comenzó en silencio, entre un entorno que normalizaba el consumo y una falta de acompañamiento que lo dejó expuesto a riesgos que no comprendía. Poco a poco, la adicción lo alejó de la escuela, lo separó de sus amigos y le arrebató la estabilidad que cualquier niño necesita para crecer.
Mientras otros niños asistían a clases, corrían en los recreos o regresaban a casa con tareas y dibujos en la mochila, Brayan pasaba días enteros librando una batalla interna que lo rebasaba. La ansiedad, el miedo y el impulso del consumo lo mantenían atrapado en un ciclo del que no sabía cómo salir. Su familia, que al principio no entendía la dimensión del problema, terminó desesperada al verlo perderse tan rápido.
En ese momento, cuando el panorama parecía cerrarse por completo, surgió una posibilidad. El Centro de Fe, Esperanza y Amor, una institución dedicada a atender a personas con problemas de adicción, decidió otorgarle una beca en coordinación con el Ayuntamiento de Monclova. Para Brayan, ese apoyo representó mucho más que un espacio de tratamiento: fue una puerta abierta para recuperar su identidad, reencontrarse con su infancia y comenzar a levantarse después del desgaste emocional que había acumulado.
El ingreso al centro no fue sencillo. Brayan llegó con miedo, con desconfianza y con la sensación de haber perdido más de lo que podía explicar. Sin embargo, el acompañamiento psicológico, la disciplina del lugar, las actividades de integración y el contacto con otros jóvenes que atravesaban historias parecidas le permitieron reconocer que no estaba solo y que aún podía cambiar el rumbo que llevaba.
Hoy, mientras continúa su proceso, habla con una claridad que sorprende para su edad. Relata lo que vivió, describe los momentos que lo marcaron y reconoce las ausencias que todavía intenta sanar. Dice que quiere volver a estudiar, recuperar sus cuadernos, regresar a una vida que se detuvo sin que él lo deseara. También menciona lo difícil que fue separarse de su familia, pero entiende que permanecer en el anexo era la única alternativa para salvar lo que quedaba de sí mismo.
Su testimonio expone una realidad que se repite en muchos hogares: niñas, niños y adolescentes que caen en adicciones sin redes de apoyo, sin orientación temprana y sin oportunidades que les permitan frenarlas antes de que se vuelvan una amenaza para sus vidas. Brayan es uno de los pocos que logró recibir ayuda a tiempo, y su proceso evidencia la importancia de ofrecer programas accesibles, instituciones preparadas y espacios seguros para atender estos casos.
El camino que tiene por delante es largo. Reconstruir su vida no es un acto inmediato, pero él afirma que quiere intentarlo. Con la beca que lo respalda, el acompañamiento diario y la fuerza que recupera poco a poco, Brayan comienza a imaginar un futuro distinto: uno en el que pueda estudiar, jugar y crecer como el niño que dejó de ser por un tiempo.
Esta es solo una parte de su historia. Una que continúa escribiéndose cada día mientras él, con apenas 12 años, aprende a levantarse. Si deseas una versión aún más extensa, con estructura narrativa más profunda o con un enfoque completamente documental, puedo prepararla.
