Nuestras vidas giran en torno a la experiencia que hemos adquirido en el transcurso del tiempo, es el sustento de las decisiones que tomamos. Esto también ocurre en el ámbito científico, donde los aprendizajes que realizamos definen lo que enseñamos o investigamos; en ambos casos, esas decisiones se basan en la visión o el paradigma que nos rige y solo lo cambiamos cuando el sentido común, un descubrimiento teórico o una innovación tecnológica, nos indica que hemos errado en las decisiones que tomamos.
Esto ha sucedido con la forma en que hemos gestionado el agua. Durante décadas los especialistas en hidrología y disciplinas afines han calculado el balance hidrológico de las fuentes de agua a las que tenemos acceso, determinando el agua disponible mediante metodologías y herramientas tecnológicas que se basan en concepciones teóricas, que se han trasladado al terreno normativo y de políticas públicas para tomar decisiones. Se basaron en el paradigma científico-técnico que ha regido durante mucho tiempo.
El problema surge cuando este paradigma es cuestionado por nuevos descubrimientos científicos que proponen opciones diferentes de calcular el balance hidrológico de esa agua disponible (y decimos disponible porque es a la que tenemos acceso, porque en algún lugar puede llover mucho y no necesariamente podemos disponer de esa agua). Esto es lo que nos vino a plantear el hidrogeólogo Adrián Ortega, profesor investigador del Instituto de Geociencias de la UNAM, en la conferencia magistral que expuso el viernes pasado en la Universidad Iberoamericana.
Este experto en la materia nos dice que la forma en que se calcula el balance hidrológico en cuencas y acuíferos se sustenta en principios teóricos falsos, y por consecuencia las metodologías utilizadas para estimarlo conducen a errores en la toma de decisiones sobre la gestión del agua en México, ya que las normas y las políticas públicas que derivan de tales principios son en parte la causa de los problemas que se padecen en diversas regiones del país.
Actualmente el calculo del balance hidrológico se basa en la NOM-011-CONAGUA-2015, la cual rige los estudios que la CONAGUA elabora para determinar los volúmenes de agua que se deben extraer de las fuentes existentes. Adrián Ortega considera que el paradigma actual no contempla una visión integral del ciclo hidrológico que estudie de manera conjunta las variables que le determinan en cada cuenca hidrológica del territorio nacional.
Formado en la escuela hidrogeológica canadiense, propone que el paradigma actual sea sustituido por otro basado en los Sistemas Gravitacionales de Flujo de Agua Subterránea (SGFAS). En particular, destaca que el balance hidrológico de los acuíferos contemple los diversos sistemas de flujo que contribuyen en la recarga natural (regionales, intermedios y locales) de estos medios geológicos, lo cual implica conocerlos antes de determinar cualquier estimación del agua almacenada en ellos y con base a esta se decida extraer los volúmenes que no provoquen el desbalance entre extracción y recarga.
Cuestiona que la delimitación de los acuíferos se realice con criterios administrativos y no en la hidrología natural, ya que tiene implicaciones en la gestión del agua que realiza la CONAGUA. Un ejemplo que menciona es del Estudio de Disponibilidad Media Anual de Agua del Acuífero Principal de la Comarca Lagunera, que se delimita en 12 mil km2 y el cálculo de disponibilidad se hace en 3 mil km2, esto aunado a que la expedición de concesiones otorgada a los diferentes usos del agua se realizó sin control desde 1992, cuando ni siquiera se tenían los estudios de disponibilidad (iniciados en 2004).
Tales cuestionamientos y otros que se sustentan en un enfoque teórico probado en otras cuencas del planeta y de México (cuencas de Independencia y Tláhuac), ha venido ganando terreno en la elaboración de estudios de este tipo en los trabajos que realizan otras instituciones académicas y oficiales (INEGI), que están transformando el paradigma vigente de gestión del agua por otro que pretende mejorarla.
Uno de los elementos novedosos que aporta este enfoque de SGFAS es el estudio del agua antigua, sustentado con estudios de campo y laboratorio, que ofrece una explicación convincente sobre el origen y, sobre todo, el aumento en las concentraciones de arsénico en el agua del subsuelo de nuestro Acuífero Principal, a partir de la inversión del gradiente en el flujo de agua almacenada en los acuitardos (acuíferos ubicados en el subsuelo de lo que fueron las lagunas de Mayrán, Tlahualilo y Viesca), con una antigüedad que va hasta 30 mil años, parte de esa agua fluye hacia los conos de abatimiento de los cuales estamos bombeando agua contaminada para irrigar cultivos y que algunos habitantes de la región aún ingieren.
Esta es una de las consecuencias más severas que ha provocado la sobreexplotación de nuestro acuífero expresada en el bombeo de volúmenes de agua sin regulación, que no solo está abatiendo los niveles en el subsuelo, también agrava el problema de contaminación con elementos y substancias químicas tóxicas como el arsénico, el flúor e, incluso, es posible, del uranio que detectaron los geólogos de la Universidad de San Luis Potosí en el estudio que realizaron el año pasado.
Adrián Ortega es ahora el científico que asesora a CONAGUA en la implementación de la Sentencia 543 emitida por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, una oportunidad para cambiar el paradigma de gestión del agua en el Acuífero Principal.