Si buscáramos una palabra para definir nuestra situación como país, podríamos referirnos al caos: "estado de desorden, confusión, o falta de organización".
¿Le parece el término inapropiado? Dialoguemos sobre algunos hechos del presente y afinemos nuestro criterio.
Empecemos por considerar la distracción de moda: la gentrificación: busca el rescate de zonas urbanas deterioradas, con el propósito de reactivarlas y mejorar vida y flujo de dinero en las mismas.
Son zonas en donde se encuentran viviendo familias con bajos recursos económicos, quienes no pueden aspirar a viviendas con mejores construcciones para incrementar su calidad de vida.
Tales zonas de las ciudades, en malas condiciones, representan la oportunidad para que los inversionistas construyan nuevos inmuebles, con mejor y mayor funcionalidad.
Justificación aparte es la revitalización de los comercios que se ubican en esas zonas.
El abandono y pobre mantenimiento, deficiencia en servicios públicos, incluso inseguridad, abonan a la transformación.
Así, todo pareciera lógico y conveniente y, como ejemplo, podemos citar a los viejos centros urbanos de las ciudades que, por lo general, lucen abandonados o semiabandonados, sin mantenimiento suficiente y, en algunos casos, tampoco garantizan la seguridad de los moradores, transeúntes y comerciantes.
También debemos atender "el otro lado del problema", empezando por la afectación de quienes viven en las zonas a transformar.
Por sus mismas condiciones -limitadas económicamente-, son familias con escasos recursos materiales; por lo general, integradas por padres que trabajan para "completar el chivo", con hijos menores que requieres la cobertura de costos propios de su edad, particularmente su educación, salud y complementos para la formación integral.
Expulsarlos de sus viviendas les generan el grave problema de encontrar dónde vivir. La falta de oferta inmobiliaria para ellos es baja o nula y el gobierno no parece hacer esfuerzos suficientes por promover la construcción y luego venderlas/rentarlas en términos económicos alcanzables por tales familias.
Los habitantes, propietarios o quienes rentan esas construcciones, se encuentran ante la realidad de no poder pagar los costos de una vivienda que les sea propicia.
Las pocas que pudieran incluirse en su presupuesto familiar, presentan deficiencias de construcción, servicios públicos y distancia que deberían recorrer -escuela/trabajo- diariamente.
Los famosos "pie de casa", representan una burla a su pobreza y presupuesto. ¿Si no tienen para pagar la letra mensual, como podrán construir los espacios que necesitan? Los que trabajan en el área de la salud, saben lo dañino e insalubre que es el hacinamiento familiar propuesto.
Le pido haga números, simplemente considere el transporte de cada uno de ellos -la mayoría no cuenta con vehículo propio o no pueden llevar a todos los familiares-; piense en los costos alimenticios fuera de casa, por razones de tiempo y distancias, que les impiden ir y venir hasta dos veces cada día.
Desde luego que debemos considerar las posturas de los inversores mobiliarios; ellos, también deberán enfrentar diferentes obstáculos, que pueden llevarlos a pérdidas económicas cuantiosas. Recuerde que "nadie está enojado con su dinero".
Primero, deberán vencer al burocratismo y la corrupción, que van desde la necesidad del pago de tiempo del empleado que hará -con citas y más citas- largas filas y esperas que solo podrán abreviarse con dinero, que representa un impuesto extraordinario. Ni qué decir de los "supervisores de obras" que continuarán visitando -extorsionando- al constructor.
El sobrecosto de materiales y la calidad de estos transforman su inversión en poco rentable, invitándolos a buscar alternativas de inversión diferentes.
Ni qué decir del llamado "cartel inmobiliario", rama de la delincuencia dedicada al chantaje, verdaderamente perniciosa y especializada. Más costos para el inversionista, luego del comprador.
Luego, aparecen los créditos inmobiliarios, con banqueros que exigen su "rebanada de pastel" ante la poca aplicación de una deficiente legislación.
Cierto que en la vida se trata de "ganar, ganar", solamente qué, para el caso, como en muchos otros, al último que le tocan beneficios es al comprador y éste, comúnmente es el pobre.
La gran verdad: los gobernantes provocan el caos al no cumplir sus responsabilidades del puesto y buscar, solamente, el voto popular proponiendo tonterías distractoras, como la expropiación inmobiliaria, ataque insensato al capital privado, el que mueve la economía del país pagando impuestos.
Si suma la corrupción desenfrenada -incluidos los politiqueros- muchos en el poder, la inseguridad padecida y las penurias económicas del estado, provocadas por propia ineficiencia y corrupción, podemos reconsiderar sí somos, o no, un país en caos -antes le decían estado fallido-.
Sobre el huachicol y los "elefantes blancos", la prensa insiste y denuncia novedades. Nada pasa y acusaciones a intocables son desechadas.
La pregunta de moda -por la serie de TV-: ¿Ahora quién podrá salvarnos? se responde fácil de escribir, difícil de alcanzar: con nuestro cambio de actitud ciudadana y aceptar la responsabilidad, conforme a derecho, de trabajar por el destino nacional. Usted ¿qué piensa?
ydarwich@ual.mx