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Carmelitas Descalzas

Carmelitas Descalzas de Gómez Palacio: 75 años de oración y de esperanza

Hoy nueve consagradas resisten la falta de vocaciones y lideran con briosas jornadas de oración una vida entregada al Señor

Carmelitas Descalzas (EL SIGLO DE TORREÓN / DANIELA CERVANTES)

Carmelitas Descalzas (EL SIGLO DE TORREÓN / DANIELA CERVANTES)

DANIELA CERVANTES

En Gómez Palacio, sobre la avenida Aldama, una edificación resguarda un mundo de oración constante, silencio fecundo y resistencia callada. Es el monasterio de las Carmelitas Descalzas, una comunidad de religiosas dedicada a la vida contemplativa que hace 75 años se asentó en la región.

Hoy, son nueve mujeres que desde la clausura sostienen con su vida de oración lo que para muchos resulta invisible, pero que la Iglesia define como esencial: el pulmón que oxigena la fe de toda la comunidad.

Arribo al recinto por ahí de las diez de la mañana. Me reciben cinco religiosas entusiastas, me reconocen, hace cuatro años estuve ahí. Me explicaron un poco de su vida contemplativa y yo con más preguntas que respuestas me quedé a conocer su mundo.

Algo de ello narro en la crónica titulada: Carmelitas Descalzas de Gómez Palacio: orantes en claustro, publicada también en este diario.

Regresé a visitarlas porque me enteré que el pasado mes de junio cumplieron 75 años de haberse formado, curiosamente el 22, el día de mi cumpleaños.

LA SEMILLA QUE VIAJÓ DESDE AGUASCALIENTES

El convento lagunero es fruto de una decisión tomada en 1949, cuando un pequeño grupo de religiosas salió del monasterio de Aguascalientes rumbo a Gómez Palacio. Encabezadas por la madre Teresa González Bolaños, viajaron también las hermanas María Magdalena Vargas Velásquez, María Guadalupe de Cristo Rey Espino y María Gemma del Niño Jesús Vargas Becerra, acompañadas de cuatro jóvenes que habrían de iniciar allí su vida consagrada: Elvira Chairez, María del Refugio Martín, Julia Medina y Benita Alcalá.

Al tomar el hábito recibieron sus nuevos nombres: María Antonia del Niño Jesús, María Encarnación del Divino Verbo, Ana María de San Bartolomé y María del Santísimo de Santa Teresa. Aquellas mujeres fundaron la primera y hasta hoy única comunidad de Carmelitas Descalzas en toda la Comarca Lagunera.

La señora Ana Pimentel de Torres, bienhechora local, donó el terreno en la céntrica avenida Aldama. Aunque su congregación formal sucedió el 22 de junio, la erección canónica del monasterio se concretó el 18 de julio de 1950, formalizando la presencia de las hijas de Santa Teresa en tierras laguneras.

Décadas después, en 1997, el recinto fue remodelado, adecuándose a las necesidades de la comunidad, pero conservando el aire austero que define a la orden.

UN PULMÓN PARA LA IGLESIA

“En la vida de la Iglesia, y de la sociedad misma, es de vital importancia la vida contemplativa”, explicó a este diario la hermana Luz Elena del Santísimo Redentor.

“San Juan Pablo II decía que la vida consagrada era un regalo para la Iglesia, y la vida contemplativa es el pulmón que oxigena la vida eclesial. Nuestra oración sostiene al pueblo de Dios”.

La importancia de su presencia no se limita al ámbito católico. Con frecuencia llegan personas que no profesan ninguna fe, pero que piden oraciones en medio de la enfermedad, la angustia o la incertidumbre. “Somos esa parte de la Iglesia que intercede por todos. La oración no tiene fronteras”.

Cada una de las carmelitas entrevistadas lleva consigo una historia marcada por el llamado a la vida contemplativa.

La hermana Estela del Espíritu Santo, por ejemplo, con 40 años en el convento, confiesa que aún siente que todo comenzó ayer: “Esta vida me ha hecho ver cómo se manifiesta la misericordia de Dios en la humanidad. No sólo es un encuentro con él, también con las personas, incluso desde el silencio”.

La hermana María Teresa de Jesús recordó que: “Desde que tengo uso de razón siempre quise algo más. Cuando conocí a las carmelitas supe que pertenecía aquí. Desde el primer momento amé esta vida y siempre le doy gracias a Dios. Llevo 42 años aquí, y si volviera a empezar, volvería a elegirlo”.

La hermana María de la Luz de San Juan de la Cruz lleva más de seis décadas tras los muros del convento. Antes de ingresar estudió corte y confección, pero al tomar el hábito, me confesó, encontró una paz inquebrantable.

“Entré el 15 de enero de 1961. Si vuelvo a nacer, vuelvo a ser carmelita. Muchos creen que nos aburrimos, pero aquí falta tiempo para trabajar y rezar. Nunca sobra”.

Por último, la hermana Gema del Espíritu Santo compartió que llegó desde Puebla en 2001 para “apoyar unos años”, pero que ya lleva casi un cuarto de siglo en el monasterio de Gómez Palacio.

“Desde el primer día supe que este era mi lugar. Esta vida es un regalo. Si volviera a nacer, también volvería a ser carmelita”.

Carmelitas Descalzas (EL SIGLO DE TORREÓN / DANIELA CERVANTES)
Carmelitas Descalzas (EL SIGLO DE TORREÓN / DANIELA CERVANTES)

UN CIELO EN LA TIERRA

Quien cruza la capilla abierta al público entre las 9 de la mañana y las 7 de la tarde encuentra un espacio de quietud poco común en medio del ruido urbano. Allí, entre vitrales y bancos sencillos, se percibe lo que una de las hermanas resume con precisión: “aquí se respira a Dios”.

La vida de clausura no significa desconexión. Aunque no participan en actividades sociales o parroquiales externas, las Carmelitas reciben peticiones de oración, celebran la Eucaristía dominical a las ocho de la mañana, elaboran repostería y ornamentos para sostenerse, y una vez al mes organizan ventas de comida.

RETOS

Actualmente, la comunidad atraviesa, como muchas órdenes religiosas, una crisis de vocaciones. La edad promedio de las hermanas es alta y desde hace años no se suman nuevas postulantes. Sin embargo, su fe no tambalea.

“En 1994 éramos sólo cuatro y parecía que todo terminaba, pero Dios nos sostuvo. Llegaron hermanas de otros estados y seguimos adelante”, recordó la madre superiora Luz Elena Teresa del Santísimo Redentor.

Hoy, el reto no es llenar el convento, sino acompañar a los jóvenes a encontrar un sentido de vida. “Muchas chicas vienen aquí buscando orientación. Les ayudamos a discernir, no sólo si son llamadas a la vida consagrada, también al matrimonio o a la soltería. Lo importante es que vivan en plenitud y que en esa plenitud haya lugar para Dios”, explicó.

Aun conscientes de la posibilidad de una fusión con otro convento en el futuro, las Carmelitas Descalzas de Gómez Palacio insisten en vivir cada día con la esperanza intacta.

“Estamos en el Año de la Esperanza, como lo proclamó el Papa Francisco”, me dicen y pienso: seguro eso las alienta, además porque saben que por algo, por algo, la vida contemplativa en La Laguna ha resistido ya por 75 años.

PUERTAS ABIERTAS

Aunque son de clausura, las Carmelitas mantienen abiertas las puertas de su capilla al público. Quien lo desee puede entrar a orar de 9 de la mañana a 7 de la tarde, y los domingos la misa es a las 8.

Asimismo, pueden acudir a consumir sus productos. Para sostenerse económicamente elaboran repostería, ornamentos litúrgicos y artículos religiosos. Una vez al mes organizan venta de comida.

75 AÑOS DESPUÉS

En el salón del convento, donde se percibe quietud y silencio, las hermanas expresaron que viven en un “cielo en la tierra”. Allí, entre el rezo del rosario y las vigilias nocturnas, han aprendido que la oración es un modo de sostener al mundo.

Son nueve mujeres que, en medio de una crisis global de vocaciones, se aferran a la esperanza. No esperan nada, pero esperan. Resisten, como lo han hecho desde que se asentaron en el municipio, con jornadas de oración briosas, silenciosas y constantes. Saben que su misión es ser el pulmón de la diócesis, el refugio de los que buscan paz, la chispa que mantiene encendida la fe.

En sus voces se percibe la certeza de que, aunque el futuro sea incierto, el Carmelo seguirá vivo mientras haya una sola mujer dispuesta a entregar su vida al silencio y a la oración.

Porque después de todo, como ellas mismas dicen, “el changarro es de Dios, y él sabrá qué hacer”...

Carmelitas Descalzas (EL SIGLO DE TORREÓN / DANIELA CERVANTES)
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