
Imagen: Ramón Sotomayor.
Me di cuenta de que su voz estaba hecha de hebras humanas. Juan Rulfo, Pedro Páramo.
Entre sus manos se teje todo un núcleo creativo. Cada idea es como una hebra; la entrelaza con otra y otra. Sus proyectos están colmados de investigación profunda. En ellos siempre hay un enfoque social, una denuncia política. Cavidad Visceral es una artista textil mexicana radicada en la irreverencia. Teje incansable. Cose tenaz. Busca el murmullo de una voz interior para luego convertirla en expresión estruendosa. Un grito intenso, rasgado, pero no al estilo de Edvard Munch, sino uno firme, de costuras combativas.
Vibra la calurosa noche de mayo en Torreón. La música emerge de las bocinas del bar Gamma, donde Cavidad Visceral recién ha expuesto Sé-Nos, un proyecto de la colectiva Lana Desastre, a la que pertenece. La pieza está conformada por senos femeninos tejidos con estambre por diversas artesanas. “Dame un punto de apoyo y tejeré el mundo”. “Tejo, luego existo”, puede leerse en las redes sociales de la artista originaria de Monterrey, quien da sorbos a su café mientras las luces del local bordan su sombra en el suelo.
Hizo su primer bordado a los seis o siete años de edad. Lo recuerda bien. Fue un regalo para su madre. En su hogar infantil siempre tuvo acceso a herramientas textiles. Un mundo de puntos y vueltas donde aprendió a tejer y bordar. Su madre le heredóun sinfín de técnicas. Luego, ante ella apareció una máquina de coser. Sintió miedo. Mas siempre fue curiosa. Dio un paso, luego dos, luego tres, hasta hilarse en un camino costurado por su imaginación. En los libros también encontró otros paisajes más allá de la mirada conservadora de su familia.
“Vengo de una familia muy conservadora y numerosa. En casa no se veía la televisión, pero había libros que para mí eran como ventanas al mundo. Aún y cuando había cierta información, siempre filtrada por la religión, la lectura me permitió darme cuentaque había algo más allá […] Había acceso al arte y a la cultura, pero todo muy blanqueado, muy conservador. Me regulaban mucho la lectura de pequeña. Entonces, tener acceso a biografías de pensadores, pensadoras o artistas, fue como pude meter el pie y abrir la puerta para escaparme de esta realidad que me inculcaron mis progenitores”.
La memoria es un zurcido invisible. El arte hilvana el alma. Cavidad Visceral experimentó cómo su pasión por lo textil se fusionó con su sentir en el mundo; siempre se percibió como una niña rara y la creación artística fue su resguardo, el lugar donde pudo refugiarse al no encajar en ningún otro sitio. “tro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo”, escribe Jorge Luis Borges en el poema El hilo de la fábula; habla del hilo que Ariadna le dio a Teseo, de la esperanza, la guía que necesitamos todosen momentos oscuros.
Cavidad Visceral presenta una necesidad de diferenciarse. Las rutas estéticas que ha explorado desde joven son su primera gran batalla ganada al conservadurismo familiar. Lo narra mientras vuelve a beber su café: mientras los tonos fríos de su maquillaje acentúan su rostro y unas breves cadenas cuelgan de su nariz hasta el turbante que la corona. Su outfit recuerdaa personajes como Sandokán, el protagonista de la serie de novelas de aventuras del autor italiano Emilio Salgari, quien siempre la inspiró.
“Y estos personajes que a lo largo de mi vida fueron como íconos estéticos. Por ejemplo, Sandokán, de Salgari, era mi fantasía: cómo describe las joyas, los textiles, la seda, las alfombras. Eso cultivó mi imaginación y fueron cosas que quería replicar siendo muy joven. Y con el tiempo, elegir el universo textil y cómo me presento a los demás… porque a final de cuentas es un canal de comunicación; estoy diciendo cosas con lo que me pongo o con lo que, en mi presente, pongo a mis personajes. No hay nada que me guste más que el textil”.
Incursionó en la moda, pero no le fue suficiente. Luego llegó el teatro, después el cine. Se percató de que al vestir a otras personas ella misma podía habitar cuerpos ajenos. “Yo es otro”, escribió Arthur Rimbaud en una de sus cartas. Pero la artista de curiosidad imperecedera llevó su inquietud más allá y pudo percibir un latido en el entorno: era momento de vestir los espacios.
“Yo puedo ser delgada, puedo ser gorda, puedo ser grande, puedo ser hombre, puedo ser mujer, puedo ser lo que quiera a través de la otra persona y a través de contar historias. Entonces, el teatro y el cine me brindaron esa posibilidad, pero en algún punto también me fue quedando chico. La realidad es que el arte siempre fue el destino final. Primero fue la moda, luego el teatro y el cine comoformas de arte, y empecé a ocupar espacios. Ya no era suficiente con vestir personas, sino hacer instalaciones textiles, vestir espacios, vestir el espacio público, que es algo de lo que hacemos con mi colectiva Lana Desastre”.
Al igual que una persona, para Cavidad Visceral todo espacio está vivo y en constante movimiento, sobre todo si es público. Las personas se convierten en una extensión de ello. Asimismo, el espacio tiene sus necesidades y exige cierto tratamiento. En un acto generoso, la artista suelta su pieza y esta se expone a la intemperie, al clima, a los habitantes e incluso al vandalismo. “Es un ejercicio de soltar, de que yo vengo, instalo esta pieza y vamos a ver qué sucede”.
LANA DESASTRE E HILOS LAGUNEROS
La Laguna es su lugar favorito en el mundo, asegura sin titubear. Aquí ha trabajado con artistas de gran talento y con quienes ha tejido una amistad inquebrantable. Es curioso, pues se trata de una región que debe gran parte de su desarrollo a la industria textil impulsada por el algodón durante la primera mitad del siglo XX; el famoso oro blanco, cuya bonanza se ha convertido en recuerdo.
Fue en Torreón donde Cavidad Visceral realizó su primera exposición individual: No moriré desangrada ALV (2024). La muestra se montó en Rastro Galería, un pequeño espacio independiente ubicado en la vitrina de un comercio del sector Alianza. Allí trató su experiencia personal de un aborto a través de la ingesta de medicamentos, el cual le provocó un sangrado prolongado. En ella habla también del acompañamiento que tuvo por parte de sus amigas.
Otro lazo con Coahuila es su trabajo de arte para la obra El día que pisamos la luna, de Nancy Cárdenas, cuya dramaturgia rescató Mabel Garza y se montó en Saltillo, por primera vez en más de 40 años, gracias a la compañía Luz del Norte Teatro a finalesde 2024.
Una de sus últimas intervenciones en la región ha sido Sé-Nos, un proyecto de la colectiva Lana Desastre instalado en las vitrinas del bar Gamma. Antes se realizó un laboratorio de tejido, donde las participantes emplearon aguja y estambre para coser mamas de todos tamaños, colores y clases sociales, con el fin de romper estereotipos. La creadora está convencida de que el tejido no es exclusivo de mujeres y que se puede llegar más lejos trabajando en conjunto.
“En nuestros proyectos, todas las personas son bienvenidas. Casi siempre llegan mujeres, pero de a poco se van involucrando hombres. En Ciudad de México es más común, pero también hemos logrado que en Monterrey y aquí en Torreón se acerquen batos,porque no es sólo de mujeres”.
Tejer replantea masculinidades. Cabe recordar el caso del periodista argentino Sebastián Hacher quien, al verse desempleado, se entregó al tejido tradicional paraguayo del ñanduti. O el colectivo de Hombres Tejedores Argentina que ha llegado hasta las planas más importantes de su país. También en México los hay. Al igual que la música, el tejido es un arte, la escritura de un lenguaje universal.
En ese tenor, a través de textiles reutilizados y en el marco del festival Al Fresco, Cavidad Visceral, en colaboración con Luisa Cavazos y Don Burdo, intervino un sofá del bar Gamma. La pieza se tituló Beso de tres e invitó a reflexionar sobre los vínculos que se gestan entre los humanos.
El arte de Cavidad Visceral y de Lana Desastre (Miriam Mabel Martínez, Annuska Angulo, Cuca Desastre, Claudia Desastre y Sally Desastre) representa voces de hebras humanas. Cada una de sus piezas es un testimonio colectivo. Cavi (como la conocen sus amigos) recuerda el proyecto Somos colmena, que se realizó para el Festival Internacional Cervantino (FIC) de 2019 y donde se emplearon hexágonos tejidos de más de 280 tejedores de diversos rincones del país.
Recientemente, Cavidad Visceral e integrantes de Lana Desastre viajaron a la Budapest Galería, en Hungría, para formar parte de una exposición colectiva de tejido y realizar algunos talleres. También echaron a andar un proyecto donde pretenden juntar flores tejidas en México y en el país europeo, inspiradas en un tapete tejido por mujeres del siglo XIX. Esto gracias al apoyo de la Secretaría de Cultura de Nuevo León.
“Yo siento cómo el tejido me empuja. El tejido todo el tiempo me está empujando”.
srodriguez@elsiglo.mx