Homenaje. La interpretación de La noche de los mayos recibió aplausos entre movimientos.
Una noche otoñal cubrió al Teatro Isauro Martínez (TIM). Lo hizo con las partituras de un ilustre duranguense. Vibraron las notas en cuerdas y vientos; hablaron desde una voz nacida en Santiago Papasquiaro y consagrada en la música nacional. Fue a través de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Torreón (OSIJUT) que el compositor Silvestre Revueltas volvió de un mundo ausente para envolver al escenario con su obra.
El teatro estuvo repleto desde quince minutos antes de la tercera llamada. El público respondió al llamado de este evento gratuito organizado por el Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE). Los 70 músicos de la orquesta salieron al escenario con vestimentas tradicionales poco después de las 20:00 horas. No era para menos, la noche sería mexicana. Hubo gente que se quedó afuera del teatro.
Emiliano Márquez, el concertino, encabezó la afinación previa. Enseguida, el maestro Ethan Eager, salió al escenario entre aplausos. Batuta en el aire, partituras sobre el atril. Suena La noche de los mayas (1939), la suite de cuatro movimientos que Silvestre Revueltas compuso para el filme homónimo de Chano Urueta, que incluso contó con la fotografía de Gabriel Figueroa. La versión actual de la partitura es la realizada por José Ives Limantour.
Las percusiones incluyen instrumentos prehispánicos y la sinfonía arreglada por Limantour consta de cuatro movimientos: Noche de los mayas, Noche de jaranas, Noche de Yucatán y Noche de encantamiento. Esa sonoridad fue la que atrapó a un público a quien no le importó demostrar su emoción y aplaudir el esfuerzo de los músicos entre los movimientos. Tal como escribió el autor mexicano Eusebio Ruvalcaba: “La música en México tiene un nombre: Silvestre Revueltas”.
Silvestre Revueltas falleció el 5 de octubre de 1940.
Interpretarlo en el mes de su aniversario luctuoso es como colocar una merecida ofrenda.
Tras la ovación, el intermedio. Tras el intermedio y el descanso, la reanudación del concierto. Sinfonietta, de José Pablo Moncayo; Intermezzo de Atzimba, de Ricardo Castro y el Danzón No. 2, de Arturo Márquez, complementaron el programa.