No existe un país en donde se pueda ganar una elección presidencial con la promesa de abrazar a los delincuentes. Bueno, excepto México en el 2018.
Fue tan hábil AMLO en culpar a Calderón de la crisis de seguridad por haber enfrentado al crimen organizado, no por haberlo hecho mal, sino simplemente por actuar, que lo opuesto parecía ser la solución. Él mismo se lo creyó.
Obviamente si a los criminales se les deja la puerta abierta, se meten. No sólo se expandió el crimen, sino que nos hemos ido acostumbrando a historias de horror, como la de Fernando, el niño secuestrado y asesinado en Los Reyes La Paz, porque su madre debía mil pesos.
Sheinbaum sabe que la ruta de los abrazos es insostenible y ha dado un giro de 180 grados. No puede criticar la herencia recibida, porque iría contra su mentor. Su decisión es valiente y congruente con lo que hizo en la CDMX, cuando García Harfuch casi pierde la vida enfrentando al crimen organizado.
La reciente decisión de trasladar 26 capos a Estados Unidos se inscribe en esa lógica. La legalidad de cómo se realizó es muy cuestionable, pero ha optado por complacer a Estados Unidos. Cada criminal mexicano en sus cárceles aporta piezas valiosas del rompecabezas sobre cómo operan y con el apoyo de quiénes.
AMLO gobernó desde sus intuiciones. Ahora el gobierno y simpatizantes está celebrando la única en la que tuvo razón: aumentar el salario mínimo. Pero las otras no salieron como AMLO esperaba, sino como los expertos anticipaban. El grueso de los servicios públicos está deteriorado, desde la carpeta asfáltica de calles y carreteras a los hospitales públicos; ninguna de las obras de AMLO sirven y son un hoyo negro para las finanzas públicas. El aeropuerto capitalino está colapsado y será la puerta de entrada a los que vengan a ver el Mundial de Futbol. Los abrazos llevaron a la expansión del crimen a nuevos territorios y nuevas actividades.
El caso de Tabasco es revelador. Gobernado por el PRD de AMLO desde 2013 y luego por Morena desde 2019, no sufrió un incremento de la violencia en el sexenio de Calderón. Tampoco hubo una ruptura de los grupos criminales por una acción impulsada desde Estados Unidos, como sucedió en Sinaloa con la captura del Mayo. Fue la entidad con mayor crecimiento económico en el sexenio de AMLO. Esto debió haber atendido las causas de la violencia. No fue así. La tasa de homicidio doloso subió de 5.9 en el 2013 a 28.7 en el 2024, aunque en el ínter descendió abruptamente en el 2023 a 9.5, es de suponer que pactando con el crimen.
La ruta ahora trazada difícilmente se detendrá. Sheinbaum no puede darse el lujo de regresar a vivir en el mundo de los abrazos. Terminarían por ahogar a su gobierno. Tampoco puede dar marcha atrás porque Estados Unidos ve como un asunto de seguridad nacional el poder de las organizaciones criminales mexicanas. Esperarán de nuestro gobierno cada vez más colaboración.
La estrategia implica riesgos. En Colombia, las extradiciones de capos colombianos hacia Estados Unidos durante los gobiernos de Belisario Betancur y de Virgilio Barco a principios y mediados de los años ochenta llevaron a que varios narcotraficantes de ese país crearan la organización narcoterrorista "Los Extraditables" para presionar, por medio de la violencia, al gobierno colombiano a que detuviera las extradiciones.
Sin embargo, es mayor el riesgo de ser omisa o de permitir la colaboración de su equipo con el crimen. Trump no es Biden y desea mostrar el alcance de su poder.
Si Sheinbaum no da marcha atrás con su estrategia de seguridad, inevitablemente se va a topar con los políticos de alto nivel que están involucrados con los capos de diversas formas. Los abrazos no sólo fueron una estrategia en materia de seguridad, sino parte de la conformación de esa amplia alianza de políticos de todos los colores y sabores, más de uno vinculado con el crimen organizado, que es Morena y sus aliados.