
Chichimecas de La Laguna
La Comarca Lagunera se ubica al sur de una línea imaginaria que puede extenderse desde Indé y Santa María del Oro, Durango, hasta Parras, Coahuila. Imagino ese trazo porque lo sugieren dos libros que estudian a los chichimecas. En ambos, La Laguna queda en territorio de los chichimecas-zacatecos, quienes vagaban por el centro norte de México, precisamente por los andurriales que ahora habitamos.
En su libro El sueño mexicano o el pensamiento interrumpido, J.M. Le Clézio habla con mucha simpatía hacia los “zacachichimecas”, y aclara que los conquistadores llamaron “indios parras” a los que rondaban en la región de Coahuila, donde abundaban las parras silvestres.
Philip W. Powell también apunta esos datos de los indios parras, los zacatecos y la Comarca en su libro La guerra chichimeca (1550-1600). Entre su prolija documentación informa que se establecían misiones católicas “en el extremo más septentrional de los límites de la Gran Chichimeca, entre los zacatecos y en los bordes del ‘nuevo’ país, La Laguna”. Eso ocurría en 1598. De entonces puededatarse el nombre de la Comarca.
Del libro de Powell –clásico en la materia chichimeca– publiqué aquí comentarios no hace mucho, por lo que ahora dedicaré el espacio restante al autor nacido en Niza, Francia, quien, ya lo dije antes, trata con gran simpatía a los chichimecas, nuestros antepasados, ya que su nomadismo era alimentado por aguas y tierras del país de La Laguna.
Le Clézio, en El sueño mexicano…, sigue mucho un documento muy fiable, la Relación de Michoacán. Esta obra revela que los purépechas (de Michoacán) reconocían descender de los nómadas llegados de Chicomóztoc, lugar ubicado en el norte de la Gran Chichimeca.
Pero más bien quiero referir lo que Le Clézio dice de los nómadas que frecuentaban los parajes laguneros, según la Relación de Michoacán: “Estos guerreros curtidos que andan desnudos en los climas más extremos simbolizan la fuerza viril y la pureza del Edén”.El autor francés recuerda que a muchos cronistas españoles les impresionó la belleza de los chichimecas, “hombres que vivían desnudos y que llevaban los cabellos a media espalda”. En su documentado libro, Le Clézio dice que los jesuitas del siglo XVIII “subrayan el aspecto animal de los indios: son ‘ligeros, sin el estorbo de las ropas’ y están ‘naturalmente acostumbrados al hambre, a la sed, al calor y a las arenas ardientes de este país’”.
El gran afecto del francés por los indígenas ennoblece las páginas de El sueño mexicano. Cuando analiza la actitud de los conquistadores hacia los conquistados dice que “si el indio ya no es un demonio sediento de sangre, entregado a todos los vicios y más cerca del animal que del hombre, es, por lo contrario, el párvulo miserable y abandonado por todos, la oveja mansa y dulce ofrecida a la avaricia de los colonos españoles. Así pues, el indio, criminal o víctima irresponsable, en cualquier caso se encuentra despojado de su calidad humana”.
El humanismo de Le Clézio observa que las civilizaciones del norte y el noroeste de México, los grupos de cazadores y recolectores (chichimecas), consideraban que la agricultura era “una infracción a las leyes de la naturaleza, sobre todo cuando era practicadacomo un medio de enriquecimiento y cuando levantaba barreras que impedían la libre circulación a los hombres y a los animales de caza”.
El libro El sueño mexicano… dice mucho para quienes ahora habitan la Comarca Lagunera, rumbos antiguos de los chichimecas zacatecos o, como el autor los llama, zacachichimecas; la obra también dice, además de la simpatía que siente por los indígenas, elgran amor que siente por México. Este 12 de octubre pensemos también en los nómadas y los emigrantes de Chicomóztoc que contribuyeron a la edificación del Imperio Mexica y a la construcción de la Nueva España.
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